Iñaki Galdos (Oñati, 1966) aprovecha estas semanas para reflexionar. Expresidente de una Hamaikabat que va camino de transformarse en una plataforma aún por definir, el exdiputado analiza su labor, la del gobierno al que perteneció, el actual y lo que ocurrió el 22 de mayo.
Sin ser diputado foral ni presidente de H1!, ¿más tranquilo?
No es cuestión de tranquilidad. Es evidente que las circunstancias me obligan a emprender una nueva fase en mi vida. Lo de dejar la vida institucional lo tenía decidido y lo de la vida política activa en un partido, han sido las circunstancias las que nos han llevado a ello.
Sí dispondrá más tiempo para cosas que tenía abandonadas.
Me estoy tomando un descanso y leyendo muchísimo. La vorágine del día a día me impedía leer más, reflexionar más, escribir más y ahora lo estoy haciendo.
¿Y en lo laboral?
Es conocida la norma foral que nos impide trabajar durante un año en cualquier ámbito con el que hayamos tenido relación o en empresas con las que hayamos acordado. Como mi departamento era tan amplio, tengo infinitas limitaciones para emprender proyectos, aunque estoy muy ilusionado en uno que espero se materialice.
¿En el extranjero?
No. Tenía decidido marcharme, pero circunstancias personales me impiden hacerlo.
El 30 de julio cerró la etapa de H1!, ¿satisfecho?
Con el deber cumplido. En esta última fase, la de H1!, hemos hecho un ejercicio de dignidad política que se nos reconocerá. Advertimos en su tiempo cuál era la deriva del anterior partido y el tiempo, pese a rotundos desmentidos, nos ha dado la razón. En el congreso extraordinario había una gran sensación de orgullo y de haber hecho un ejercicio de dignidad necesario. Por otra parte, debemos estar satisfechos de que, desde el nacionalismo histórico, hemos lanzado mensajes muy nítidos que otros no se han atrevido a lanzar.
¿Esa es la mayor aportación de H1!?
Aun a riesgo de ir contracorriente en muchas ocasiones, hemos sido un nacionalismo exigente, que no se ha sumado a las olas del fervor que se han sumado otros. El nacionalismo exigente con ETA ha sido una de nuestras señas que sigue siendo necesaria. Y otra de las obsesiones de H1! ha sido la preocupación sobre el futuro del ámbito del nacionalismo histórico institucional.
¿De qué se arrepiente?
Concurrimos a las elecciones, tal y como se recoge en la resolución aprobada en el congreso, forzados por las circunstancias. Teníamos otra vocación y, tal vez, pudimos hacer un mayor esfuerzo para conseguir un acuerdo con el PNV, pero no tengo ningún sentimiento de culpabilidad, al contrario, fueron las circunstancias las que nos obligaron.
¿No lo lamentó la noche del 22-M?
Esa noche la asumí con total serenidad porque era consciente de lo que iba a suceder. La única sorpresa fue que la victoria de Bildu, que ya esperaba, tuvo mayor dimensión de lo que pensaba. El único ganador aquella noche fue Bildu. En cuanto a H1!, era algo previsible y los que compartieron reflexión conmigo sabían perfectamente lo que yo pensaba.
¿Cree que el PNV tiene motivos para arrepentirse?
Una alianza entre ambos, de una u otra manera, tampoco podía haber frenado mucho la gran oleada. Algunas alcaldías se podían haber retenido, pero el éxito fue de tales dimensiones que una alianza no podía haberla frenado de manera clara. Insisto en que no tenemos ninguna sensación de culpabilidad. Hicimos un ejercicio de dignidad sabiendo en gran medida lo que iba a suceder pero con la consciencia de que se nos cerraban puertas y de que había una parte en Gipuzkoa que no quería concurrir con nosotros de ninguna manera fruto de una autosuficiencia y una previsión electoral que ya les advertí que no se iba a cumplir.
¿La relación entre PNV y H1! es buena?
Sí, sí, tengo muy buena relación con quienes he estado en el Gobierno foral. Con las diferencias, hemos dado pasos muy importantes y se han sentado cimientos para los próximos tiempos.
En ese Gobierno, ha habido momentos delicados que…
Pero en todo gobierno de coalición los hay. A nosotros, por ejemplo, nos desagradaron gestos como el decretazo en torno al Impuesto de Sociedades que poco tenían que ver con la "nueva cultura política" que se pregonaba por otra parte, pero, en líneas generales, pensamos que ha sido un gobierno en el que ha habido una gran sintonía y colaboración leal.
Markel Olano (PNV) aboga por reforzar el ámbito del nacionalismo histórico. ¿Se da por aludido?
Alguien podría tachar de oportunista que yo hablara después del batacazo electoral, pero es una de mis obsesiones de estos años, un mensaje que algunos lanzamos desde 1999, el VI congreso de EA, en plena época de Lizarra. Bienvenidas sean reflexiones como las de Markel Olano, pero ha habido demasiada autosuficiencia y autocomplacencia de determinadas gentes que han impedido actuar de otra manera.
Entonces, ¿qué ha impedido poner en marcha esa reflexión?
Tal vez se ha vivido en un espejismo. Los éxitos electorales del PNV, con el lehendakari Ibarretxe a la cabeza, no han sido bien interpretados, de manera correcta y lo digo desde todo el respeto. Ya se me perdonará esta inmodestia, pero algunos advertimos, después de los históricos 604.000 votos del 13 de mayo de 2001, que no se estaba haciendo una lectura correcta de aquel resultado.
¿Por qué?
Ha habido una ilegalización, ha habido buenos resultados al Parlamento Vasco que no se trasladaban en otras citas electorales… En definitiva, ha faltado cierta capacidad de análisis autocrítico. Pero tanto en esta respuesta como en la anterior, habiendo sido presidente de un partido que se ha dado un batacazo, tampoco es cómodo para mí hablar en estos términos y no quiero que nadie piense que traslado lecciones.
Ustedes se van a transformar en una plataforma. ¿Cómo articularla?
H1! partía de tres premisas: la evidencia de que el partido es innecesario para la sociedad, sin espacio político y electoral; la constatación de que queremos hacer política porque nos preocupa este país y el futuro del nacionalismo; y, en tercer lugar, una serie de concejales de H1!, no solo los 12 que fueron en listas de H1!, que requieren de un apoyo jurídico, político… De ahí, tomamos dos decisiones: mantener la marca de manera transitoria para estos últimos e iniciar una transformación hacia una plataforma. No tendrá vocación electoral y queremos sumarle gente de otros ámbitos.
Pero esas ideas que pueden promover llegarán a necesitar de un cauce electoral para poder ejecutarlas.
El nacionalismo histórico institucional no está huérfano. Aquí hay un gran partido, el mayor de Euskadi, que ocupa ese espacio y, por lo tanto, ese soporte electoral existe, pero, insisto, aquí, y se está demostrando cada vez más en la sociedad, se puede hacer política al margen de los partidos. Luego cada uno verá a quién vota, pero la política al margen de los partidos es necesaria, porque las estructuras no permiten a veces realizar algunas reflexiones.
¿Los 'think tank' de EEUU son un modelo a seguir?
Puede ser. Llevo años fijándome en lo que CiU hizo cuando fue desalojado de la Generalitat pese a que Mas ganó las elecciones dos veces. Tuvieron la suficiente amplitud de mira para crear la Casa Gran del Catalanisme, donde entró gente de diversos ámbitos políticos, un ejercicio de renovación ideológica y generacional que ha permitido a CiU volver a la Generalitat e incluso acceder a instituciones donde nunca ha gobernado, como el Ayuntamiento de Barcelona. Ahí se conjuga la labor de un partido con el de una plataforma amplia, de gentes que han participado en la renovación del discurso de cara al siglo XXI.
¿Cuáles son las claves para relanzar ese nacionalismo histórico institucional de ese declive?
No debemos hacer una lectura equivocada de los resultados del 22-M. El resultado de Bildu ha tenido un componente emocional e incluso en parte visceral, en cierta medida coyuntural, pero nos equivocaríamos si no nos percatáramos de que en el nacionalismo hay un movimiento de calado: el deseo histórico de la izquierda abertzale de sustituir al nacionalismo histórico como primera referencia del abertzalismo se está cumpliendo. Hay que tener la capacidad de hacer autocrítica y pensar sobre cómo darle la vuelta a la situación.
¿El posible final de la violencia puede ayudar al nacionalismo?
Ayuda sobre todo a la sociedad vasca. Sobre la anunciada desaparición del terrorismo hay tres elementos fundamentales. Por un lado, no podemos hablar de pacificación solo porque los fenómenos más explícitos del terrorismo desaparezcan. En segundo lugar, es exigible que haya un final unilateral, definitivo y anunciado por ETA sin nada a cambio y, en tercer lugar, la lucha de relatos. Me preocupa que se imponga un relato que piense que ha merecido la pena.
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