“¡Ésta NO es la juventud del Papa!”Los papaboys esperaban envalentonados, subidos a la fuente para increpar a los manifestantes. “¡¡Aquí está la juventud del Papa!!”, gritan belicosamente los peregrinos de las JMJ concentrados en Sol. Ondean sus banderas y encaran a los manifestantes de la marcha laica que bajan pacíficamente desde la plaza de Tirso de Molina. Un ‘jotaemejero’ exaltado hace la peineta a la muchedumbre que reclama un estado laico del otro lado del cordón policial. “¡Adictos a Benedicto!” se declaran, agitando sus pañuelos, los peregrinos de todos los países que esperaban en Sol el paso de la manifestación.
“¡Esta plaza no es del Papa!”, contesta la multitud portando sus carteles, y algunos de ellos acusan a los Papaboys de estar manifestándose ilegalmente. Sin embargo, los policías empujan a quienes tienen permiso de la Delegación de Gobierno para expresar su descontento por el derroche de las JMJ. Y a los cuerpos de seguridad no se les ocurre disolver a los peregrinos que, con sus sombreros y sus mochilas, están montando una contramanifestación en el centro neurálgico de Madrid.
“Llega a ser al contrario, y ya hubieran cargado contra nosotros. No tienen derecho a estar aquí. No están autorizados”, dice un manifestante jubilado. El ambiente se caldea. Manifestantes y peregrinos gritan sus respectivas consignas cada vez más alterados. “¡Vuestro Papa es un nazi!”. Y una lluvia de preservativos cae sobre los jotaemejeros que sostienen retratos de Ratzinger.
Algunos peregrinos se agachan a recogerlos. “¡Sí al aborto, no a la pederastia!”, corea la marcha laica. “¡Que viene el Papa, cuidado con los niños!”, advierten quienes piden la separación Iglesia-Estado, ante los gestos provocadores de los Papaboys, que no tienen autorización para manifestarse.
Hasta llegar a Sol, la marcha estaba siendo tranquila. En las plazas de Tirso de Molina y Jacinto Benavente ondeaban banderas de la República y del movimiento gay, y la multitud afinaba gargantas pidiendo “más cultura y menos religión”, “menos crucifijos y más trabajo fijo”, o “Iglesia fuera de la escuela”. Pero en la Puerta del Sol, estación irrenunciable para el vía crucis laico, los jóvenes del Papa esperaban envalentonados, subiéndose a la fuente y a las farolas para increpar a los manifestantes.
Una peregrina se quita la camiseta con el emblema de las JMJ para arrojarla a la cabecera de la marcha. Debe de ser lo único capaz de cruzar la línea de policías que, cada vez más nerviosos, intentan evitar el enfrentamiento.
“¡Hemos venido pagando el autobús!”, corean los manifestantes, en alusión a los privilegios de los que están disfrutando quienes han venido a Madrid a hacer turismo subvencionado. “Menú del peregrino”, se lee en el establecimiento de Rodilla frente al oso y el madroño. La cadena de sándwiches también hace precio especial a los chicos de Ratzinger.
Mientras, unos militantes de Izquierda Unida piden “más ayuda a los alquileres jóvenes y menos fiestas de la intolerancia”. “Si no hay dinero para nuestras pensiones, tampoco para una semana de exaltación religiosa en un estado aconfesional”, dicen, viendo llegar desde la calle Carretas un papamóvil decorado con el símbolo del euro.
“¡Menos hostias, y más pan para Somalia!”, gritan quienes rechazan que se use el dinero de los contribuyentes para la visita papal. “Vacaciones del vaticano a cuenta del ciudadano”, resume un cartel.
Hay gente de todo tipo. Algunos aseguran que nunca han comulgado con el movimiento 15-M. “Pero no queremos que se pague con dinero público el viaje del representante de una institución que discrimina y criminaliza a las personas”, explican. “De mis impuestos, al clero cero”, es el eslogan más repetido a lo largo de la comitiva.
“Pienso, luego soy laico”, dice la pancarta de un joven indignado con la Jornada Mundial de la Juventud. “Con 5 millones de parados y la gente muriéndose de hambre en Somalia, es una vergüenza lo que se va a gastar aquí en un solo día. ¿Por qué se abren los colegios públicos para acoger a peregrinos, mientras muchos vecinos duermen en la calle?”, se pregunta.
“Papa califa”, “fariseo” y “gorrón”, son algunas de las acusaciones que pueden leerse en las pancartas contra Benedicto XVI. Algunos manifestantes emplean, incluso, frases de San Jerónimo: “Todo rico es ladrón, o el heredero de un ladrón”.
Y también la Iglesia de base se muestra descontenta porque el Vaticano se haya convertido en símbolo de “lujo, capitalismo, homofobia, machismo, pedofilia y falsa moral”.
Sin embargo, muchas banderas blancas y amarillas, junto a otras con los colores nacionales, cuelgan de los balcones del centro de Madrid. “Cierre del Vaticano: Guantánamo mental”, proponen los manifestantes contrarios a la financiación de las JMJ. Muchos de ellos, que sienten al Vaticano como una “reliquia fascista”, son, precisamente, jóvenes. Y por eso dicen, conscientemente y de pleno derecho, que “faltan muchos jóvenes y muchas ideas en esa Jornada Mundial de la Juventud”.
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