El presentador Carlos Cuesta, engominado y raya enmedio, conductor de Veo7, enarbolando las fotografías de los jueces del Tribunal Constitucional español junto a una urna con el anagrama de ETA en su interior; Eduardo García Serrano. tertuliano de «El gato al agua», perdiendo los papeles y llamando «guarra», «puerca» y «zorra repugnante» a la ex consellera de Sa- nidad del Principat, Marina Geli, escandalizado ante una campaña de educación sexual; un supuesto indignado catalán enfundado en un Polo Lacoste que se queja del olor a «porro» en Plaça de Catalunya mientras que varios activistas recriminan en directo que la entrevista es un montaje; o un reportero de Intereconomía asegurando que los negros no pueden usar condones porque sus manos son demasiado grandes. La lista de exabruptos que se repiten en los platós de cadadenas como Intereconomía o Veo7 (y repetidos hasta la infinidad a través de Youtube) resulta interminable.
No son la Fox, la gran cadena ultraderechista propiedad del magnate Rupert Murdoch desde la que diariamente se califica de «comunista» al presidente norteamericano, Barack Obama. Pero intentan parecerse. Ya se les conoce como el TDT Party, por su analogía con el Tea Party estadounidense que comanda Sarah Pallin. Una imitación en versión española que ha hecho de valores como el conservadurismo religioso, el antiabertzalismo, el odio al inmigrante y el revisionismo franquista sus señas de identidad. Hasta ahora. La crisis económica que castiga a los medios de comunicación de todo el Estado se ha cebado con Veo7, La 10, Intereconomía o Libertad Digital, las cuatro principales cadenas del TDT Party. Las dos primeras ya han tenido que echar el cierre. La tercera ha tenido que recurrir a pedir en pantalla a sus espectadores lo que las empresas no le dan en publicidad. Y la última sufre la paradoja de ver cómo el ingrato sistema neoliberal en el que basa su discurso da zarpazos a su plantilla y la recorta progresivamente, amenazando con tener que echar el cierre.
Únicamente la Conferencia Episcopal se salva. Su cadena televisiva, Popular TV, está en vías de fusión con 13TV, también de orientación católica y que mantenía alquilado uno de sus canales a Unidad Editorial, editora de «El Mundo» y Veo7. Un nuevo matrimonio catódico que garantizará que sotanas y crucifijos sigan teniendo un espacio privilegiado en las ondas.
La ley de TDT de 1999, desarrollada por el primer gobierno de José María Aznar, pasó desapercibida en un momento en el que los televidentes estaban acostumbrados a que la parrilla entrase con holgura en las páginas de atrás de los diarios. Después de fusiones, nuevas adquisiciones, cambios de reglamentos y todos esos procesos complejos y opacos con los que se forman las grandes corporaciones comunicativas, quedaron seis grupos con cadenas de televisión terrestre: RTVE (como no podía ser de otra manera), Mediaset (propiedad de Silvio Berlusconi), Antena 3, La Sexta (parte de Mediapro), Net TV (propietaria de Intereconomía) y Unidad Editorial. Cuando llegó el apagón analógico en 2010 fue cuando los espectadores cayeron en la cuenta de que el líder del PP había entregado la mayor parte de licencias a grupos afines. Derecha o ultraderecha era el plato único del menú en una parrilla que recurre a los debates como formato más económico, ya que otro tipo de producciones como series o retransmisiones deportivas exigen un mayor desembolso. Todo esto teniendo en cuenta que los holdings eran incapaces de mantener vivos cuatro canales (los que entraban dentro del pack), por lo que alquilaron sus espacios a otras empresas, generalmente con ideologías afines.
Unidad Editorial sirve como ejemplo. El grupo editor de «El Mundo» convirtió a Veo7 en su cabecera estrella mientras que también lanzaba Marca TV, especializada en el fútbol. Sus otros dos canales fueron a parar a Sony, que emite AXN y a un grupo cercano a la Iglesia Católica, que lanzó 13 TV, donde ahora se está emitiendo diariamente programación relacionada con la Jornada Mundial de la Juventud que presidirá el papa Benedicto XVI en Madrid. Antes de su cierre, Veo7 tuvo tiempo para acordar también intercambios de contentidos con una televisión que sólo se ha hecho fuerte en los feudos del PP: Libertad Digital.
Sin embargo, los espectadores dieron la espalda a las proclamas ultras lanzadas desde Veo7. Los presentadores fueron cambiando e incluso Pedro J. Ramírez terminó por presentar «La vuelta al mundo», uno de sus programas estrella. A pesar de ello, la cadena ni siquiera ha alcanzado el 1% de la audiencia en sus últimos dos años de emisión. En este contexto, los ejecutivos de RCS, la matriz italiana que controla Unidad Editorial, decidieron echar la persiana el pasado 1 de julio, poniendo fin a una andadura de diez años y dejando en la calle a 250 trabajadores. Todo esto a pesar de que el director de «El Mundo» se había comprometido, apenas un mes antes, a que la cadena seguiría adelante. Sin embargo, lo único que pueden ver ahora los televidentes en el caso de sintonizar el canal es un espacio de teletienda.
El hundimiento provocado por la falta de audiencia y de publicidad también ha afectado a otro de los buques insignia de la derecha. La 10, la cadena producida por Vocento, puso fin a su producción propia el pasado mes de junio. Como en el caso de Veo7, esto afecta principalmente a sus informativos y sus programas de debate, conducidos por Curri Valenzuela, una periodista ultracatólica que llegó al canal procedente de Telemadrid. Por ahora, la programación de La 10 se reduce a vetustas teleseries que se estrenaron cuando el color irrumpió en los televisores y telefilmes dramáticos made in USA de los que se popularizaron en las tardes de Antena 3. Aunque no se descarta que la cadena termine finalmente clausurada.
El único canal consolidado es Intereconomía. Surgió en 2005 cuando el grupo compró Expansión TV a Recoletos (que luego sería parte de Unidad Editorial) y se ha con- vertido en referencia gracias a agresivas campañas de publicidad que se resumen con su eslogan: «Orgullosos de ser de derechas». Al margen de Intereconomía TV, la empresa presidida por Julio Ariza dispone de Radio Intereconomía, los periódicos «La Gaceta» y «Alba» y otros medios menores. Sin embargo, y a pesar de estar convirtiéndose en la referencia de la derecha católica, la crisis también le está afectando. Por eso, desde hace un mes ha puesto en marcha una campaña de recogida de fondos en la que, como el cepillo tras la misa del Domingo, pide dinero a sus feligreses para mantener el barco a flote. El sistema, bautizado como «club de amigos de Intereconomía», es similar al de los maratones televisivos navideños y cuenta como estrella principal conBertín Osborne.
Al último que también le ha salpicado la crisis es a Federico Jiménez Losantos y a su plataforma multimedia Libertad Digital. Surgió como diario en Internet en 2000, pero seis años más tarde dio el salto a la televión web y la radio. La salida de la COPE de Losantos y de otros personajes como César Vidal o Luis Herrero dio un empujón a este grupo, que sólo ha accedido a licencias en feudos del PP como Madrid, Murcia o Valencia. Sin embargo, la crisis económica también está poniéndole contra las cuerdas y ya se han anunciado recortes como el fin de los informativos o el despido de 25 personas.
El TDT Party se hunde y los grandes canales ya están al acecho. La ley de televisión de 2009, que pone como único límite para una fusión que los dos no alcancen el 27% de la audiencia, permitirá una fagocitación progresiva. En la práctica, lo único que impide es una unión entre Telecinco y Antena 3. Así que las tertulias ultras podrían acabar dando paso a una eterna repetición de `Sálvame Deluxe''.
Julio Ariza nació en Zarrakastelu (Nafarroa), en 1957. Aunque probablemente él siempre denominó a su localidad natal Carcastillo. Porque lo que mejor define a este empresario que ha terminado convirtiéndose en el gran gurú de los medios ultraconservadores es el de navarro y, por encima de todo, español. De la Ribera pasó a Iruñea, donde estudió en la Universidad de Navarra, del Opus Dei, y de ahí, a Catalunya, donde se alistó en las filas del PP de Alejo Vidal Quadras, llegando a ser parlamentario durante una década. Por desgracia para Ariza, aquel pacto de 1996 entre José María Aznar y Jordi Pujol que incluía que el líder «popular» hablara catalán en la intimidad defenestró a la generación de Vidal Quadras, que se había caracterizado por su feroz anticatalanismo. Así que Ariza voló a Madrid, donde se hizo con Radio Intereconomía. Ese fue el comienzo del imperio del toro, que ahora se tambalea y recurre a los bolsillos de su audiencia para no hundirse.
Alberto Pradilla (en GARA)
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