El txistu y el tamboril forman parte del atuendo festivo de Andoni Cortijo. Son sus señas de identidad en muchos años ya de tempraneras dianas festivas, de vistosas corporaciones de agosto y por San Sebastián, de alardes de txistularis, de rondas de ferias y de carnaval, de dantzaris, kalejiras, fiestas de barrio, almuerzos y sobremesas o cualquier evento que requiera de su acompañamiento musical porque Andoni, en lo que a txistu se refiere, siempre dice que sí. Un habitual de la fiesta. Como también es un habitual en la organización de los festivales artístico-culturales del verano navarro desde aquellos Festivales de Olite de 1983, cuando asumió la responsabilidad de la dirección y montaje de las infraestructuras escénicas. Casi treinta años después, julio de 2011 lo sigue viendo inmerso en los preparativos de una nueva edición del festival de Teatro Clásico de Olite que para cuando estas líneas vean la luz, recién habrá concluido.
El txistu llegó a la vida de Andoni Cortijo por nostalgia. Tras hacer formación profesional en Tafalla, con 18 años marchó a Zaragoza a estudiar Ingeniería Técnica. Estando aquí se acordaba de casa y él que siempre ha sido más de músicas tradicionales y del folklore que de los nuevos aires que en la década prodigiosa de los sesenta venían de Europa y América, se encontró un día con la noticia en el periódico de un txistulari de Bilbao, Elías Pradera Larrozea, que había diseñado un txistu, con materiales muy baratos, que costaba tan sólo 100 pesetas. Qué mejor ocasión, pensó, que hacerse con un instrumento tradicional y empezar a practicar con él en la capital maña desde la que añoraba los aires de la tierra. Su padre escribió una carta al txistulari bilbaíno y Elías Pradera exportó su primer txistu "al extranjero", según les señaló, alborozado, el propio fabricante, hasta las manos de un joven Andoni que con todo el ímpetu y ardor de sus diecinueve años, en una mano, y con el método para txistu del Padre Hilario Olazarán en la otra, se aplicó y se aplicó en hacer sonar el artilugio. Y tal fue la matraca que debía dar, que desde el Colegio Mayor de La Salle, que estaba enfrente de la residencia de estudiantes donde vivía, un día oyó una voz que le gritaba: "¿Qué, aprendiendo el txistu? Pasa, que subiremos juntos a tocar al campanario". Era un fraile guipuzcoano que, compadecido de los que tenían que soportar aquel sonido infernal, se brindó a enseñarle en la soledad de las alturas. Y así volvió para Tafalla, con su título de ingeniero debajo del brazo y el sonido que no le ha abandonado desde entonces.
Si autodidacta fue con el txistu, en el plano profesional le ocurrió algo parecido. Sus primeros años de vida laboral los pasó en la empresa Motor Ibérica en Noain. Persona inquieta, decidió probar suerte en la docencia. Se presentó a oposiciones para impartir clases de formación profesional, las aprobó y diferentes cursos académicos lo llevaron a Leitza, Lumbier, Estella/Lizarra y finalmente Tafalla. Años más tarde, siendo coordinador de los cursos de Educación Permanente de Adultos (EPA), le llegó la propuesta de la mano del director por aquel entonces de la gestión de los Festivales de Olite, Jesús Mª Bengoetxea, de colaborar con él en la organización de los mismos, aprovechando las vacaciones estivales de los cursos de la EPA, como técnico de infraestructuras escénicas. "La cualificación o perfil profesional que se precisaba era totalmente novedosa e innovadora, tanto que ni siquiera nosotros sabíamos muy bien a qué nos enfrentábamos. Mi formación técnica y mi trayectoria profesional eran mi único aval, pero era algo tentador por lo que tenía de reto y de novedad, así que me tiré a la piscina y cubrí ese papel de técnico en infraestructuras, formándome en el día a día de aquel festival y de todos los que le siguieron, porque las cosas salieron bien y fui repitiendo en sucesivas ediciones hasta hoy, cuando soy el responsable en la provincia de infraestructuras escénicas desde mi puesto en la sección de Acción Cultural, en el Departamento de Cultura del Gobierno de Navarra donde desarrollo mi trabajo".
Los Festivales de Olite con el tiempo se convirtieron en el Festival de Músicas del Mundo con una carpa itinerante que viajaba a diferentes localidades de la provincia; después los espectáculos se centralizaron en la Ciudadela de Pamplona/Iruñea y finalmente desde el año 2000 volvieron a Olite, reconvertidos en el Festival de Teatro Clásico. Sean de una manera u otra, Andoni Cortijo ha seguido de responsable de las infraestructuras escénicas tal y como empezó, pero su campo de acción no se ha limitado a esta programación veraniega, sino que pronto, desde la propia Administración del Gobierno de Navarra, se le requirió para cubrir ese puesto que le ha llevado a jalonar de casas de cultura y de espacios escénicos el territorio foral, de norte a sur y de este a oeste. La última obra que acometerá desde este campo será la de su pueblo, Tafalla, con el espacio escénico que dará servicio cultural a la ciudad y a toda la comarca. "La primera obra que acometimos fue en el convento del Carmen de Sangüesa, donde en la iglesia del mismo diseñamos y montamos la caja o espacio escénico. El lugar estaba en desuso y lo reconvertimos y adecuamos en un espacio totalmente funcional para ofertar una programación cultural en condiciones. A lo largo de todos estos años, han sido ya 28 los espacios escénicos diseñados y construidos por un equipo interdisciplinar de profesionales, empresas y suministradores que me encargo de contratar y coordinar cada vez que llega un nuevo proyecto. No siempre adecuamos o readaptamos un espacio existente como el convento del Carmen citado o una ermita en Irurtzun que reconvertimos en espacio escénico, sino que la mayoría de las veces son edificios de nueva creación como será el de Tafalla o los de Cascante, Ribaforada y Corella, que son los últimos que hemos hecho".
El txistu y el tamboril son inherentes a su vida, compañeros, tanto o más que Ilargi y Artza, las dos enormes perras pastores alemanes que lo custodian en su idílico refugio de su casa tafallesa y que a duras penas dejan que la entrevista tenga lugar, mucho menos la sesión de fotos. Allá donde va Andoni, allá va su música. También al trabajo. Y así en estos pasados sanfermines, en la hora del almuerzo, vivió uno de esos momentos mágicos que a veces propician estas fiestas. Aquella mañana llovía, y la comparsa de gigantes y cabezudos en su recorrido, se había refugiado en el patio isabelino del edificio del INAP, que alberga el departamento de Cultura donde trabaja. Ni corto ni perezoso, cogió el txistu y unas tímidas notas del vals de gigantes despertaton a las figuras dormidas. Toda una comparsa de reyes de Europa, Asia, África y América bailaron al ritmo de un txistulari, que apoyado en el brocal del pozo del patio, siguió con esa y otras piezas en un pase privado, particularmente intenso y emotivo para todas las personas que en ese momento estaban trabajando, también para él. Porque así es Andoni Cortijo, una persona que, en lo tocante al txistu, siempre dice sí.
A.Berrio (en La Voz de la Merindad)
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