domingo, 7 de agosto de 2011

LOS VECINOS DE LAS FAVELAS DE SAO PAULO TEMEN EL MUNDIAL

Después de 35 años viviendo en la Favela do Sapo, en el oeste de São Paulo, Raimunda abandonó su casa ante las amenazas de desalojo de las autoridades locales, que planean construir una estación de metro en esa área.

Ella aceptó la ayuda de 300 reales mensuales (unos 130 euros) que le ofreció el Gobierno municipal, pero tiene que poner otros 100 de su bolsillo para pagarse un alquiler cerca del barrio. Otros han tenido que irse más allá: a Brasilândia, a la Sierra de Cantareira... Cada vez más periféricos. Donde molestan menos.

"La idea es que el cinturón de pobreza se sitúe cada vez más lejos de los barrios ricos", asegura Roberto Benedito Barbosa, alias Dito, abogado y militante de la Unión de Movimientos de Vivienda de São Paulo (UMM, en sus siglas en portugués). Y, dice Dito, el Mundial de Fútbol que se celebrará en 2014 en 12 ciudades brasileñas, entre ellas la megalópolis paulistana, "sirve a ese interés".

La retirada de favelas ubicadas en terrenos apetecibles para el mercado inmobiliario no es ninguna novedad, pero los megaeventos deportivos la Copa Mundial de Fútbol de 2014 y los Juegos Olímpicos que albergará Río de Janeiro en 2016 están acelerando el proceso: "Es preciso dejar las ciudades bonitas para los visitantes, como si fuesen una vitrina", dice Maria das Graças, activista de la UMM.

Maria afirma que, sólo en São Paulo, unas 50.000 familias serán expulsadas de sus hogares por el acontecimiento futbolístico. En seguida, puntualiza que los movimientos sociales no están en contra de los eventos deportivos, sino que temen que estos traigan más segregación. Lo repite Dito una y otra vez: "Queremos un Mundial de la inclusión".

La urbanista brasileña Raquel Rolnik, relatora de Naciones Unidas para el Derecho a una Vivienda Digna, lo lleva denunciando hace meses. Cita varias ciudades que albergarán el Mundial y en las que ya se han recibido denuncias de desalojos: São Paulo, Río de Janeiro, Belo Horizonte, Curitiba, Porto Alegre, Recife, Natal y Fortaleza. Cuando presentó su último estudio el pasado mayo, Rolnik aseguró que ya se habían efectuado "miles de desalojos" y pidió al Gobierno brasileño que tome cartas en el asunto para que se inicien diálogos con las comunidades afectadas.

Rolnik denuncia que los desalojos se producen "sin respetar mínimamente las leyes", ni las locales ni las internacionales, que protegen los derechos de los vecinos. "En la mayor parte de los casos, no se dialoga con las comunidades y las compensaciones que reciben los habitantes son muy inferiores a las necesarias", explica a Público.

En el mejor de los casos, se les da a los vecinos el llamado cheque alquiler de 300 reales por 30 meses. Esa cantidad es "claramente insuficiente", en palabras de Rolnik, para alquilar una vivienda en São Paulo, incluso en las favelas; y, cuando pasan los 30 meses, esas familias se quedan en la calle.

"La legislación establece que la remoción debe ser la última alternativa, que debe dialogarse con los vecinos y que, en caso de desalojo, se les debe garantizar una vivienda igual o mejor a la que tenían", señala Rolnik.

En la práctica, la especulación inmobiliaria está por encima de los derechos de los millones de brasileños que viven en favelas, tal vez porque "las constructoras pagan las campañas electorales de todos los partidos sin excepción", como denuncia Dito.

No todos los moradores de Vila do Sapo aceptaron el cheque alquiler. Unas 70 familias optaron por resistir y aseguran que no saldrán de sus casas mientras las autoridades no les ofrezcan una solución duradera.

"Las condiciones que les dan dependen de la resistencia que impongan las favelas. Si no hay presión, no se les da nada", explica Maria. Así que las comunidades de las ciudades afectadas han comenzado a organizarse en comités populares.

Como dice Raimunda, "nadie está aquí por gusto". La favela está asentada en una zona de riesgo, a las orillas de un riachuelo contaminado. Quieren salir de allí, pero antes necesitan saber que tienen un lugar adonde ir. "Dicen que van a albergar a todos los desalojados en viviendas sociales, pero no tienen terreno para hacerlo. Lo que quieren es esconder la pobreza debajo de la alfombra", dice Emerson, y añade: "Este Mundial va a dejar a mucha gente en la calle".

Emerson, conductor de autobús y líder comunitario de la Favela do Sapo, lleva viviendo allí 36 de los 38 años de su vida. Recuerda que es la tercera vez que echan abajo las chabolas y dejan vacío el terreno, para que después la favela vuelva a crecer. Maria es aún más contundente: "La idea es trasladar todo lo que se pueda, higienizar y lo demás ocultarlo".

El drama se repite a lo largo y ancho de São Paulo. En la zona sureste, en la Vila da Paz, las fachadas de las casas están marcadas con una serie de letras y números pintados: AI 0631, AI 0632, etcétera. Lo efectuó la Policía cuando, en abril, apareció una mañana en la favela, sin previo aviso, para exigir a los vecinos que desalojasen sus casas con urgencia. La gran mayoría de las 700 familias optó por resistir.

"Nos quieren echar para hacer aquí una avenida. Dicen que esta es un área de riesgo, pero es mentira. Lo que quieren es librarse de nosotros, porque creen que devaluamos el área", cuenta José Alves Santos. Como él, y por mucho que el Gobierno municipal lo niegue, Eliandra está convencida de que el intento de expulsión tiene que ver con el Mundial: "Quieren limpiar todo São Paulo", dice.

No es un problema exclusivo de la capital financiera de Brasil. Raquel Rolnik presenció en Maceió, en el nordeste del país, cómo una comunidad que ofrecía resistencia al desalojo sufrió amenazas de muerte por parte de grupos paramilitares.

En la capital paulista, la relatora de la ONU ha comprobado que "muchas favelas reciben presiones para aceptar el cheque alquiler o incluso un pasaje de vuelta al noreste", el lugar de origen de muchos de quienes conforman los cinturones de pobreza de las grandes urbes.

Y existen otras formas para debilitar la resistencia de las comunidades: "Se compran liderazgos y se distribuye el dinero de forma desigual, para que no resistan de forma cohesionada", añade Rolnik. Divide y vencerás.

Nazaret Castro (en Público)

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