Los empresarios están en su papel, vale. No es ninguna sorpresa que quieran abaratar el despido. Pero este racaraca de pedirlo todos los días no parece la mejor estrategia para conseguirlo. Más bien al contrario: lo único que logran es poner a la defensiva a los sindicatos, y hacer al gobierno prisionero de sus propias palabras, obligado a prometer mil veces que no habrá reforma. Para colmo, recurren a apoyos tan simpáticos a ojos de los trabajadores como Aznar y Aguirre. Sólo falta que los obispos pidan también el despido barato, para que el rechazo social sea aún mayor.
Como no son tontos, los dirigentes patronales ya sabrán que por ese camino no van a conseguir la reforma. Al menos no esa reforma. De manera que debemos preguntarnos: ¿qué quieren en verdad? Si a fuerza de repetir la misma propuesta sólo consiguen alejarla, ¿qué esperan conseguir?
Se me ocurren dos respuestas, a cual peor: la primera, la fácil, es que asistimos a un regateo. Como el vendedor que pide el doble y el comprador que ofrece la mitad, los empresarios presentan su programa de máximos, y de ahí para abajo. Si pido el despido libre, todo lo que consiga por debajo de eso parecerá una cesión, pero también será ganancia.
La otra posibilidad es que sólo nos estén distrayendo. Mientras todos miramos al dedo que señala al coste del despido, tal vez hay otras cosas en la mesa, o bajo ella. Hoy muchos nos movilizaríamos contra una reforma como la que proponen. Pero, ¿y si al final consiguen otra cosa? ¿Nos la colarán por otro lado, mientras el gobierno se apunta el tanto de no haber cedido al abaratamiento del despido? Ay, mami, qué será lo que quiere la patronal?
Isaac Rosa (en Público)
Isaac Rosa (en Público)
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