El pasado es nuestra memoria de lo sucedido, la huella que ha dejado en nosotros/as. Está compuesto de un caprichoso conjunto de olvidos, recuerdos, interpretaciones, sentimientos, heridas, dolores y valoraciones objetivas e impresiones subjetivas. Lo más característico del pasado es que es muy difícil por no decir imposible, que dos personas compartan una misma visión de una historia compartida. Por eso, en los conflictos graves es necesario aceptar que puede haber más de un relato sobre el pasado. Intentar acordar un único relato es tarea imposible.
En cualquier conflicto grave el pasado representa, al menos, dos problemas. Primero, la interpretación de lo ocurrido es divergente. Segundo, en nuestra mirada al pasado se encuentra nuestro diagnóstico de culpas o responsabilidades, y el recuerdo de las injusticias y heridas sufridas. Todo ello moviliza pasiones, ansiedades, agravios y dolores de sentido opuesto y muy difíciles de encauzar compartidamente. Mucho más si ese pasado es muy reciente. Por eso, se puede afirmar que el pasado no es buen punto de partida para empezar a arreglar un conflicto. Es mejor empezar por el presente o por el futuro.
La mirada serena a lo ocurrido necesita tiempo y sosiego. Una cierta distancia en el tiempo que otorgue un poco de perspectiva y aleje el dolor de las heridas abiertas, y un clima de acuerdo o entendimiento que brinde una cierta seguridad y estabilidad. El mejor momento para gestionar el pasado de forma compartida es después de que existe un acuerdo que pacifica y concilia la visión del presente y del futuro. Sobre ese criterio temporal, dentro de ese proceso, hay dos tareas imprescindibles: el reconocimiento del daño causado y la revisión crítica del pasado.
No podemos ponernos de acuerdo sobre el relato de lo sucedido o sobre sus causas y responsabilidades. Pero sí podemos reconocer el daño que se ha ocasionado y el que hemos ocasionado. Una pareja que se quiere reconciliar después de un conflicto grave puede empezar a discutir sobre quién empezó o puede simplemente reconocer algo como lo siguiente: “Yo lo he pasado mal y sé que tú también has sufrido mucho”. El punto de partida es completamente diferente. Un proceso de reconciliación, para que realmente lo sea, necesita como requisito obligatorio reconocer el daño sufrido de forma multilateral. Si hay exclusiones o agravios en el reconocimiento del dolor de las víctimas se está gestando un nuevo conflicto destructivo.
Después de reconocer los daños sufridos por todas las víctimas, el segundo paso indispensable en un proceso de reconciliación es abordar una revisión crítica de lo ocurrido. Se trata de acordar una conclusión: “Aunque no estemos de acuerdo en las causas y responsabilidades, sí estamos de acuerdo en que esto ocurrió, también en que no debió ocurrir y también en tomar las medidas necesarias para que no vuelva a ocurrir”. En los conflictos políticos y en los procesos de paz este tipo de revisión crítica del pasado se denomina “Informe de la verdad” (Sudáfrica) o “Informe Nunca más” (Argentina).
Podríamos considerar que el reconocimiento del daño causado y la revisión crítica del pasado son dos pasos obligatorios de un proceso de reconciliación. Hay otros dos pasos que también están relacionados con el pasado. Se trata de la autocrítica y la petición del perdón. Son también fundamentales; pero basados en la voluntariedad y sinceridad de las partes. Los analizaremos en el próximo artículo
Jonan Fernández (Baketik)
En cualquier conflicto grave el pasado representa, al menos, dos problemas. Primero, la interpretación de lo ocurrido es divergente. Segundo, en nuestra mirada al pasado se encuentra nuestro diagnóstico de culpas o responsabilidades, y el recuerdo de las injusticias y heridas sufridas. Todo ello moviliza pasiones, ansiedades, agravios y dolores de sentido opuesto y muy difíciles de encauzar compartidamente. Mucho más si ese pasado es muy reciente. Por eso, se puede afirmar que el pasado no es buen punto de partida para empezar a arreglar un conflicto. Es mejor empezar por el presente o por el futuro.
La mirada serena a lo ocurrido necesita tiempo y sosiego. Una cierta distancia en el tiempo que otorgue un poco de perspectiva y aleje el dolor de las heridas abiertas, y un clima de acuerdo o entendimiento que brinde una cierta seguridad y estabilidad. El mejor momento para gestionar el pasado de forma compartida es después de que existe un acuerdo que pacifica y concilia la visión del presente y del futuro. Sobre ese criterio temporal, dentro de ese proceso, hay dos tareas imprescindibles: el reconocimiento del daño causado y la revisión crítica del pasado.
No podemos ponernos de acuerdo sobre el relato de lo sucedido o sobre sus causas y responsabilidades. Pero sí podemos reconocer el daño que se ha ocasionado y el que hemos ocasionado. Una pareja que se quiere reconciliar después de un conflicto grave puede empezar a discutir sobre quién empezó o puede simplemente reconocer algo como lo siguiente: “Yo lo he pasado mal y sé que tú también has sufrido mucho”. El punto de partida es completamente diferente. Un proceso de reconciliación, para que realmente lo sea, necesita como requisito obligatorio reconocer el daño sufrido de forma multilateral. Si hay exclusiones o agravios en el reconocimiento del dolor de las víctimas se está gestando un nuevo conflicto destructivo.
Después de reconocer los daños sufridos por todas las víctimas, el segundo paso indispensable en un proceso de reconciliación es abordar una revisión crítica de lo ocurrido. Se trata de acordar una conclusión: “Aunque no estemos de acuerdo en las causas y responsabilidades, sí estamos de acuerdo en que esto ocurrió, también en que no debió ocurrir y también en tomar las medidas necesarias para que no vuelva a ocurrir”. En los conflictos políticos y en los procesos de paz este tipo de revisión crítica del pasado se denomina “Informe de la verdad” (Sudáfrica) o “Informe Nunca más” (Argentina).
Podríamos considerar que el reconocimiento del daño causado y la revisión crítica del pasado son dos pasos obligatorios de un proceso de reconciliación. Hay otros dos pasos que también están relacionados con el pasado. Se trata de la autocrítica y la petición del perdón. Son también fundamentales; pero basados en la voluntariedad y sinceridad de las partes. Los analizaremos en el próximo artículo
Jonan Fernández (Baketik)
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