martes, 25 de agosto de 2015

TODAS LAS VÍCTIMAS

En Navarra, durante la Guerra Civil, fueron asesinadas miles de personas a pesar de que no hubo propiamente un frente de guerra. ETA ha asesinado, de manera sistemática y hasta fechas muy recientes, a más de cuarenta personas. Como respuesta extralegal al terrorismo se han practicado muchas torturas y algunos asesinatos.

Evidentemente todas estas violencias tienen diferentes características, son más o menos cercanas en el tiempo, produjeron distintas cantidades de víctimas, pero son igualmente acciones de violencia injustificada e injustificable, que merecen un tratamiento específico en nuestras políticas de la memoria.

Fortunato de Agirre, Francisco Casanova o Mikel Zabalza tenían distintos oficios e ideas políticas pero son iguales en tanto que víctimas, es decir, personas inocentes a las que se asesinó injustamente y ninguna argucia podrá justificar su aniquilación. En tanto que víctimas, merecen el mismo reconocimiento, porque la injusticia de su asesinato no depende de que pensaran de un modo u otro sino del valor intrínseco de sus vidas.

Lo primero que impide ese reconocimiento político de las víctimas es la selectividad en virtud de la cual hay quien homenajea a unas e ignora a otras e incluso justifica la violencia que las eliminó. No es verdad, ni es inevitable que cada uno reconozca sólo a las víctimas que, por así decirlo, le convienen. Hay instituciones y agentes políticos que han condenado siempre todo tipo de violencia y que han aspirado a configurar una política de la memoria equilibrada, sin falsas equiparaciones ni disculpas. También los hay que practican todavía una memoria selectiva y no parece previsible que vayan a completar el recorrido del reconocimiento en un futuro inmediato. Pero no deberíamos dejar de subrayar la enorme humanidad que se manifiesta en ciertos actos de reconocimiento que han tenido lugar entre nosotros, como que un torturado por la Guardia Civil sea sensible ante los asesinatos cometidos por ETA o que los familiares de asesinados por ETA condenen igualmente el terrorismo de Estado, por ejemplo. La universalidad de su reconocimiento, lejos de debilitar su posición, les confiere de este modo una grandeza moral que hace aún más elocuente la injusticia que con ellos se cometió.

Todavía hay personas sin enterrar, asesinatos de ETA sin esclarecer, así como muchos episodios de la guerra sucia contra el terrorismo que no han encontrado ni justicia ni reconocimiento. Y en relación con todo ello no falta quien ha trabajado por la universalidad de la justicia, pero tampoco quien se ha preocupado solo de aquellas víctimas que le resultaban más cercanas.

El otro gran obstáculo para un reconocimiento de las víctimas podríamos llamarlo la amenaza de la simetría. El filósofo Hans Jonas lo formulaba como el temor a que la bondad y la infamia terminen ex aequo en la inmortalidad. Lo que puede resultar más indignante para una víctima, lo contrario del reconocimiento, es la simetría que algunos pretenden establecer entre ellas y sus agresores. Una guerra o un conflicto entre comunidades puede acabar así, pero aquí no ha habido ni lo uno ni lo otro. Ni siquiera los infames episodios de violencia de Estado pueden justificar un esquema de simetría, de “violencias cruzadas”, de tal manera que la culpabilidad estuviera repartida a partes iguales. La violencia no ha sido nunca inevitable, ni cabe justificarla como respuesta adecuada a otra violencia anterior. ¿Qué pensaríamos si alguien justificara el GAL por la violencia de ETA? Pues lo mismo que si alguien tratara de justificar a ETA por la violencia de Estado. Ambas cosas hemos tenido que oír y resultan igualmente repugnantes.

Como resulta evidente, queda mucho trabajo por hacer en relación con un reconocimiento de las víctimas que sea completo y universal, que no justifique nada y que restañe las heridas en la medida en que esto sea posible. Un trabajo especialmente intenso en Navarra, que no puede quedarse de brazos al ver cómo apenas se avanza en relación con el reconocimiento universal y diferenciado de las víctimas, mientras se defiende sin ningún rigor intelectual y moral una simetría a todas luces inaceptable. 

Daniel Innerarity, catedrático de Filosofía en la UPV/EHU, en Diario de Noticias

1 comentario:

sinembargopodemos dijo...

Decir esto: “………….así como muchos episodios de la guerra sucia contra el terrorismo que no han encontrado ni justicia ni reconocimiento” es decir medias verdades. Y es muy difícil que alguien medio mienta sino precisa de obtener algo a cambio aunque sólo sea que su escrito parezca verosímil. Vayamos por partes:
Vamos a determinar qué es terrorismo de Estado: toda actuación criminal venida desde los aparatos del Estado y gubernamentales que culmina sin resarcir tanto a la víctima como castigando al verdugo o que alguna de las dos se den.
Partiendo de ello, es FALSO que sólo contra el llamado “terrorismo” el Estado haya practicado guerra sucia o abusos ilegales y al margen de la ley: son incontables los casos fuera de la política y “lo vasco” en los que policías, jueces, fiscales y carceleros han actuado de tal forma provocando victimas humilladas y verdugos impunes.
Si es cierto que “la violencia no ha sido nunca inevitable…” nunca se puede equiparar la reacción violenta de una víctima (o víctimas o grupo social) a la cual se le pone a su servicio todo el poder coercitivo de un Estado para resarcirla y que por lo tanto, cualquier acto agresivo ejercido por ella sería innecesario por lo obvio, que cuando la víctima (víctimas o grupo social) ve como quienes la violentan son a la vez quienes detentan el estamento de justicia y persecución del crimen. ¿Quién se cree con derecho de decir a un victima en tales circunstancias lo que debe o no debe hacer? En vez de ejercer de mequetrefe adalid en pro de una supuesta y mal entendida “no violencia” por lo de evitable, debería dedicar todos sus esfuerzos en conseguir la justicia que le ha sido robada por quienes teniendo el deber y la obligación de dársela, el Estado, han sido sus verdugos. Ahí es donde deberían estar los esfuerzos, las críticas, de los muchos y abundantes “pacifistas” de la “no violencia” que tanto les gusta predicar lo que ellos no practican. Es bochornoso que los llamados “grupos pacifistas” admitan “la rueda de molino” de que todo un Estado, es decir, 40 millones de contribuyentes, 200 mil soldados, armas, cárceles, leyes…….o sea, un poder inmenso, encima tenga que recurrir a la “guerra sucia”. No bastaba con leyes antidemocráticas y anti derechos civiles. Leyes con las que ningún inocente saldría libre. Leyes como la anti terrorista de ayer o la de hoy “mordaza”. Es una inmoralidad y viola la paz y la no violencia creerse los argumento de un Estado que además de toda la fuerza legítima dice precisar de la ilegitima. MENTIRA. Una mentira que todos parecemos asumir sin mayor problema. Nunca hizo falta la lucha ilegal contra ETA. Hubiera bastado con la legal y sin estridencias en leyes y condenas. Porque los que vivimos aquí sabemos, aunque muchos no lo quieran reconocer, que contra ETA hubiera bastado legalizar y acomodar constitucionalmente los objetivos políticos de la IA, sometiéndolos a refrendo y aceptando el resultado. Todo lo demás, todo lo que hemos vivido, ha sido precisamente, por no querer reconocer esa verdad de forma democrática. Y para terminar, el GAL no se puede justificar por la existencia de ETA, porque contra ETA ya había policía, leyes, tribunales y cárceles ¿Qué había, hay, contra todo el terror y la impunidad del Estado? El silencio cómplice de muchos que se dicen “pacifistas de la no violencia” además de un océano de impunidad. Las víctimas del terror nazionalcatólico con las que se empezaba el artículo siguen impunes y tiradas en las cunetas gracias a los mismos gobernantes y poderes facticos que dirigen la lucha contra el “terrorismo”. ¿A nadie le asusta esto? ¿A nadie le da qué pensar esto?.