El Gobierno de UPN acaba de cometer un acto feo y mezquino, que ofende la memoria de Navarra y retrata a sus autores: desvincularse definitivamente de Eusko Ikaskuntza-Sociedad de Estudios Vascos, entidad fundada en 1918 por la propia Diputación navarra. Vivir para ver.
La institución se creó en el Primer Congreso de Estudios Vascos, celebrado en Oñati. Al acto de fundación acudieron en corporación las cuatro diputaciones patrocinadoras, los obispos de las diócesis de Vitoria, Pamplona y Baiona, y las máximas autoridades civiles y militares del territorio. Mucha más solemnidad que la empleada ahora para abandonarla. El objetivo concreto era profundamente sentido desde hacía tiempo por los intelectuales de las cuatro provincias: "Reunir a todos los amantes del País Vasco que, ansiando la restauración de la personalidad del mismo, se proponen promover, por los medios adecuados, la intensificación de la cultura". Fue un intento para que las cuatro provincias tuvieran al menos una cúpula cultural unitaria. Con el roble como enseña y la leyenda Asmoz ta Jakitez ("Por el talento y el saber") comenzó una andadura que dará largos frutos. En el discurso de clausura, el rey Alfonso XIII pidió a los presentes: "Cultivad vuestra lengua, el milenario y venerable euskera, joya preciadísima del tesoro de la Humanidad, que habéis recibido de vuestros padres y debéis legar incólume a vuestros hijos". A raíz de este Congreso, la Diputación de Navarra organizó oficialmente los primeros cursos de euskera (1919) y se crearon las cátedras de euskera en 1922, que funcionaron con normalidad hasta la guerra de 1936. De la sociedad surgieron revistas prestigiosas como la Revista Internacional de Estudios Vascos, se trabajó por la realización de una Universidad para el país y se preparó un proyecto de Estatuto de Autonomía en 1931. Aquellas cuatro diputaciones fueron las mismas que crearon las Cajas y las unieron en la Federación Vasconavarra de Cajas de Ahorro, todavía vigente, aunque deliberadamente moribunda.
El II Congreso de Estudios Vascos se celebró en Iruña, en julio de 1920 y, en 1935, preparó cursos de verano en Tudela. La Sociedad tuvo un gran prestigio en Navarra y el apoyo de todo el abanico político. Arturo Campión fue su presidente honorario y Leoncio Urabayen su tesorero; participaron en la junta los diputados forales Juan José Juanmartiñena, Ignacio Baleztena, Francisco Javier Arraiza, David Jaime y Juan Pedro Arraiza. Vocales de la junta fueron los médicos Claudio Armendáriz y Ángel Irigaray, el arquitecto Serapio Esparza, el tudelano Joaquín Fuentes Pascual, el canónigo Alejo Eleta, los abogados Joaquín Beunza, Santiago Cunchillos, Manuel Irujo, Luis Oroz... Socios fueron Víctor Pradera, Eladio Esparza, José María Lacarra, Justo Garrán, Serapio Huici, Francisco Salinas, José Luis Arrese, Rafael Aizpún, Miguel Gortari y hasta el futuro falangista Julio Ruiz de Alda. Juan Cruz Alli reconoce que la formación de Eusko Ikaskuntza, como la Academia de la Lengua Vasca en 1919, lo protagonizaron "unidos en la cultura común por encima de las ideologías, carlistas, liberales y nacionalistas, con una tolerancia política difícil de repetir, en ruptura con un pasado reciente de guerras civiles y de intolerancia".
La Diputación la apoyó sin reticencias, ofreció ayudas y locales; al crearse el Instituto de Estudios Históricos de Navarra se acordó que para pertenecer al mismo había que ser socio de Eusko Ikaskuntza. En septiembre de 1936, se tenía que haber celebrado en Estella el tercer Congreso, cuya organización estaba a cargo de José María Lacarra, sin embargo el comienzo de la Guerra Civil abortó el proyecto. En 1976 volvió a resurgir bajo la presidencia de José Miguel de Barandiarán, pero la vascofobia del franquismo ya tenía otro modelo para Navarra y los políticos de la derecha ya no pregonaban la unidad de las cuatro provincias como lo habían hecho, en muchos casos, sus propios padres. Comenzaron las zancadillas a la Sociedad. Quizás la más grave la protagonizó Jaime Ignacio Del Burgo cuando, siendo presidente de la Diputación, consiguió la retirada de Navarra de la misma. Con la llegada a la presidencia de Gabriel Urralburu, éste calificó de "hiato" la salida anterior, y Navarra volvió a integrarse en Eusko Ikaskuntza.
Ya esperábamos que la Sociedad cumpliese su centenario, pero de nuevo un Gobierno de UPN ha suprimido del todo la reducida ayuda que otorgaba y ha vuelto a desvincularse de la misma. Con ello, UPN pega coces a toda la intelectualidad Navarra que vio en la Sociedad un lugar de encuentro por encima de las divisiones políticas. Hoy día, el navarrerismo está huérfano. En el Parnaso navarro ya no hay un solo prócer que apoye esa política de odio irracional a su propio pasado. Sabemos lo brutos que son, pero aún así no dejan de sorprendernos.
Jose Mari Esparza (en Nabarralde)
La institución se creó en el Primer Congreso de Estudios Vascos, celebrado en Oñati. Al acto de fundación acudieron en corporación las cuatro diputaciones patrocinadoras, los obispos de las diócesis de Vitoria, Pamplona y Baiona, y las máximas autoridades civiles y militares del territorio. Mucha más solemnidad que la empleada ahora para abandonarla. El objetivo concreto era profundamente sentido desde hacía tiempo por los intelectuales de las cuatro provincias: "Reunir a todos los amantes del País Vasco que, ansiando la restauración de la personalidad del mismo, se proponen promover, por los medios adecuados, la intensificación de la cultura". Fue un intento para que las cuatro provincias tuvieran al menos una cúpula cultural unitaria. Con el roble como enseña y la leyenda Asmoz ta Jakitez ("Por el talento y el saber") comenzó una andadura que dará largos frutos. En el discurso de clausura, el rey Alfonso XIII pidió a los presentes: "Cultivad vuestra lengua, el milenario y venerable euskera, joya preciadísima del tesoro de la Humanidad, que habéis recibido de vuestros padres y debéis legar incólume a vuestros hijos". A raíz de este Congreso, la Diputación de Navarra organizó oficialmente los primeros cursos de euskera (1919) y se crearon las cátedras de euskera en 1922, que funcionaron con normalidad hasta la guerra de 1936. De la sociedad surgieron revistas prestigiosas como la Revista Internacional de Estudios Vascos, se trabajó por la realización de una Universidad para el país y se preparó un proyecto de Estatuto de Autonomía en 1931. Aquellas cuatro diputaciones fueron las mismas que crearon las Cajas y las unieron en la Federación Vasconavarra de Cajas de Ahorro, todavía vigente, aunque deliberadamente moribunda.
El II Congreso de Estudios Vascos se celebró en Iruña, en julio de 1920 y, en 1935, preparó cursos de verano en Tudela. La Sociedad tuvo un gran prestigio en Navarra y el apoyo de todo el abanico político. Arturo Campión fue su presidente honorario y Leoncio Urabayen su tesorero; participaron en la junta los diputados forales Juan José Juanmartiñena, Ignacio Baleztena, Francisco Javier Arraiza, David Jaime y Juan Pedro Arraiza. Vocales de la junta fueron los médicos Claudio Armendáriz y Ángel Irigaray, el arquitecto Serapio Esparza, el tudelano Joaquín Fuentes Pascual, el canónigo Alejo Eleta, los abogados Joaquín Beunza, Santiago Cunchillos, Manuel Irujo, Luis Oroz... Socios fueron Víctor Pradera, Eladio Esparza, José María Lacarra, Justo Garrán, Serapio Huici, Francisco Salinas, José Luis Arrese, Rafael Aizpún, Miguel Gortari y hasta el futuro falangista Julio Ruiz de Alda. Juan Cruz Alli reconoce que la formación de Eusko Ikaskuntza, como la Academia de la Lengua Vasca en 1919, lo protagonizaron "unidos en la cultura común por encima de las ideologías, carlistas, liberales y nacionalistas, con una tolerancia política difícil de repetir, en ruptura con un pasado reciente de guerras civiles y de intolerancia".
La Diputación la apoyó sin reticencias, ofreció ayudas y locales; al crearse el Instituto de Estudios Históricos de Navarra se acordó que para pertenecer al mismo había que ser socio de Eusko Ikaskuntza. En septiembre de 1936, se tenía que haber celebrado en Estella el tercer Congreso, cuya organización estaba a cargo de José María Lacarra, sin embargo el comienzo de la Guerra Civil abortó el proyecto. En 1976 volvió a resurgir bajo la presidencia de José Miguel de Barandiarán, pero la vascofobia del franquismo ya tenía otro modelo para Navarra y los políticos de la derecha ya no pregonaban la unidad de las cuatro provincias como lo habían hecho, en muchos casos, sus propios padres. Comenzaron las zancadillas a la Sociedad. Quizás la más grave la protagonizó Jaime Ignacio Del Burgo cuando, siendo presidente de la Diputación, consiguió la retirada de Navarra de la misma. Con la llegada a la presidencia de Gabriel Urralburu, éste calificó de "hiato" la salida anterior, y Navarra volvió a integrarse en Eusko Ikaskuntza.
Ya esperábamos que la Sociedad cumpliese su centenario, pero de nuevo un Gobierno de UPN ha suprimido del todo la reducida ayuda que otorgaba y ha vuelto a desvincularse de la misma. Con ello, UPN pega coces a toda la intelectualidad Navarra que vio en la Sociedad un lugar de encuentro por encima de las divisiones políticas. Hoy día, el navarrerismo está huérfano. En el Parnaso navarro ya no hay un solo prócer que apoye esa política de odio irracional a su propio pasado. Sabemos lo brutos que son, pero aún así no dejan de sorprendernos.
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