martes, 20 de mayo de 2014

GREGORIO MONREAL: "UNA SOCIEDAD QUE MEREZCA LA PENA NO PUEDE PRESCINDIR DE LAS HUMANIDADES"

Liberado de las «actividades de gestión académica » a las que, por un tiempo, supeditó su vocación investigadora, Gregorio Monreal Zia lleva «los últimos veinte o veinticinco años dedicado en cuerpo y alma a la investigación, con la salvedad de la dedicación a la docencia». Recibió la noticia de la concesión del Premio Euskadi de Investigación 2013, que otorga el Gobierno Vasco, en su casa del diminuto pueblo navarro de Arlegui. Con el paisaje de la cuenca de Pamplona –rabiosamente verde y amarillo en esta época del año– como telón de fondo, en plena actividad y enfrascado en proyectos tan monumentales como la colección ‘ Textos históricos-jurídicos navarros’, que comparte con Roldán Jimeno Jurío.

– Fue el primer rector de una UPVEHU que, a principios de los 80, también daba sus primeros pasos. ¿La universidad actual se parece a la que entonces imaginaron?
De aquella universidad a la actual se ha dado un salto enorme. Aquella era muy problemática estructuralmente: crecía anualmente un 20% en alumnado, no tenía edificios adecuados, el 70% de los profesores no pertenecían al cuerpo docente, apenas tenía una política lingüística... La actual está muy bien equipada, bien financiada en términos comparativos con la universidad española, con un profesorado que ha avanzado enormemente en la cualificación, con personalidadesmuydestacadas... Tal vez no hayamos llegado al 100% de lo que imaginamos, pero diría que estamos en torno al 60 o el 70%.

 – ¿Las restricciones que afectan a las universidades públicas pueden suponer un retroceso a porcentajes mucho menos satisfactorios? 
Estos años he sido testigo de la recesión en la universidad, de cómo se reducen los presupuestos, de cómo se está hundiendo la carrera profesional, porque hay muchos profesores que se van acreditando y, sin embargo, no tienen plaza porque hay una prohibición expresa de sacar a concurso plazas de adjuntos y de catedráticos. Ese cuello de botella está bloqueando la carrera de cientos de profesores, y también se están reduciendo los recursos dedicados a la investigación. Se están viendo afectados elementos críticos, esenciales, lo que va a repercutir muchísimo en la universidad del futuro. Va a dar lugar, ya lo está haciendo, a una crisis muy grave de la institución

. – Si la investigación se está resintiendo en todo su espectro, ¿cuál es la situación en el caso de la investigación en el ámbito de las humanidades, que aparentemente no tiene aplicaciones prácticas? 
De desolación. Tal como recordaba hace unos días en un artículo el historiador catalán Borja de Riquer, si el 20% de la universidad, el 20% de las tesis doctorales, son humanidades, no es justo que solo reciban el 2% de los recursos. Dice mucho de la consideración en que se tienen. 

– ¿ Terminaremos pagando de alguna manera ese menosprecio? 
Las humanidades son vitales desde el punto de vista de la construcción de una sociedad, de un país. No puede haber buenos profesionales sin formación humanística, ni médicos, ni periodistas, ni tan siquiera ingenieros. Sin humanidades no hay una buena formación universitaria, porque la universidad no es solo un lugar en el que uno se forma para ejercer una profesión. Es un lugar en el que se adquieren conocimientos amplios pero, sobre todo, se adquiere lo más importante, que es la capacidad de análisis y el sentido crítico. Y eso lo da el estudio de las humanidades. Una sociedad que merezca la pena no puede prescindir de ellas, por lo que claro que la crisis de las humanidades tendrá repercusiones. 

– ¿Su declive podría ser el reflejo del escaso aprecio que se tiene al sentido crítico? 
Yo creo que sí. Refleja la gran ignorancia de una parte de la clase política, que no entiende el valor de la cultura como elemento de desarrollo de una sociedad, ni el valor de la crítica como factor para evitar las crisis. ¿ Cómo se entiende que se haya producido esta crisis tremenda y hayan pasado años sin identificarla? Aquí no hay debate, no hay costumbre de debatir. Basta con que veamos y escuchemos las tertulias de radio y de televisión para ver el alcance del deterioro intelectual... 

– Aunque sea cada dos años, el premio Euskadi de Investigación lleva al primer plano el trabajo investigador en el campo de las ciencias sociales y las humanidades. En su caso, por resumir, el trabajo que ha realizado en el campo de la Historia del Derecho. ¿Es historia? ¿Es derecho? 
Es bifronte... Tienes que ser historiador y, por otra parte, tienes que ser jurista. Su relevancia viene de aquello a lo que se dedica, que es algo tan fundamental como el Estado, la organización del mismo y las normas por las que se regula una sociedad. Hay sociedades muy historicistas, como las anglosajonas, en las que los juristas deben ser, casi por definición, historiadores del derecho. No obstante, la Historia del Derecho es importante, en primer lugar, por el puro placer del conocimiento, pero también lo es porque proporciona a las gentes del derecho adiestramiento para resolver problemas, viendo cómo han resuelto las sociedades del pasado situaciones más o menos similares a las que tenemos nosotros. Hay una parte muy importante del derecho actual que es del pasado. 

– ¿ Se puede leer esa idea general en clave vasca? 
 Para los vascos, el autogobierno y el régimen foral, los fueros, han sido algo determinante. Las generaciones pasadas lo consideraban como un elemento fundamental en su propia vida, en parte porque los territorios vascos fueron una isla dentro del Estado desde comienzos del siglo XVIII, en que se unificó altamente el Estado español, hasta que los fueros desaparecen, si bien no totalmente, en el siglo XIX. Durante ocho generaciones el País-Vasco, Vasconia, fue un lugar diferenciado dentro del Estado, y eso condicionó enormemente la evolución mental y las actitudes políticas de los vascos. De ahí que la Historia del Derecho se ocupe de las instituciones políticas vascas y del pensamiento tradicional vasco antes del nacionalismo, que es a su vez una de las hijuelas del fuerismo. 

– ¿Y se puede leer en clave de ciudadano corriente? 
Un remanente de los fueros es el Concierto Económico. ¿Alguien diría que no es importante, cuando quizás es el elemento diferenciador de la autonomía vasca? ¿ O que la disposición adicional primera de la Constitución y las facultades específicas que da al País Vasco no son importantes? ¿Alguien diría que los derechos históricos que han servido de cobertura a la especial autonomía vasca no tienen importancia para un ciudadano corriente? 

– ¿Que sean históricos significa que son incuestionables, perpetuos? 
Es que es derecho histórico, pero también es derecho presente, vigente. En Cataluña, así como en Valencia y Aragón, desaparecieron hace 300 años, por lo que ha habido una interrupción de una docena de generaciones, perono ha sido nuestro caso. Aquí, y me refiero tanto al Estatuto de Autonomía como al Amejoramiento del Fuero, ha habido una continuidad en la práctica del derecho. 

– Tampoco significa que sean inmutables. 
No, nuestro derecho siempre ha sido dinámico. Las instituciones vascas medievales no tienen nada que ver con las de la Edad Moderna o con las posteriores. Están cambiando constantemente, adaptándose. 

– En ese sentido, ¿puede ser un recurso útil para dirimir, o por lo menos para enriquecer, alguno de los debates en los que parecemos estar un poco atascados? 
 Evidentemente, sigue siendo un instrumento útil. El problema está en quién legitima los cambios a los que podría dar lugar. ¿ Yo cambio porque lo imponen desde fuera, o cambio porque, según los valores y las necesidades del momento, lo decido de manera autónoma? Al final, la cuestión es quién tiene derecho a cambiar. Yo creo que quien lo tiene es el pueblo vasco, como lo hacía en el pasado, porque lo fundamental del derecho histórico vasco no es tanto la institución, que puede ir cambiando con el paso del tiempo, sino la capacidad constituyente de este pueblo para modificar unas cosas y dejar de lado otras. 

– Por lo tanto, no está pasando nada que no haya pasado antes. 
No, no en nuestra historia. Las formas son completamente nuevas, pero el fondo del debate es el mismo: hay capacidad constituyente o no la hay, hay capacidad de negociación o se imponen las cosas... Creo que lo que está ocurriendo va precisamente en favor del derecho histórico y de la utilidad del conocimiento del pasado, porque lo que hemos conservado, el legado que tenemos de la historia, es fundamental para poder avanzar en el autogobierno sin grandes rupturas.

-Le van a dar el Premio Euskadi. Fue rector de la universidad del País Vasco, de Euskal Herria en la versión en euskera. Es miembro de la Fundaación para el Estudio del Derecho Histórico y Autonómico de Vasconia. ¿Con qué denominación nos quedamos?
El término Euskal Herria como sinómino de comunidad cultural fue empleado ya por Axular. El mismo Padre Moret habla del País del Euskera, pero cuando el mundo foral entra en crisis y las entidades forales se resquebrajan, no queda claro qué nombre nos vamos a aplicar. Empieza a aparecer el concepto de País Vascongado en el siglo XVIII. Con el renacimiento cultural del siglo XIX, una entidad tan importante como la Asociación Euskara de Navarra, con Arturo Campión, a esa realidad le va a llamar Vasconia, Euskal Herria e incluso Euskaria. Y cuando llega el nacionalismo e intenta convertir esa comunidad natural en comunidad política, Sabino Arana, que no aprecia demasiado los nombres precedentes, crea el neologismo Euskadi, mientras siguen sirviendo Vasconia y Euskal Herria como términos para designar a esa comunidad natural.

-Pero hoy en día tienen otras connotaciones, por lo menos Euskadi y Euskal Herria.
Sí, a medida que vamos añadiéndoles connotaciones políticas a los términos y, en el caso de Euskadi, en la medida en que se ha convertido en el que se aplica a la Comunidad Autónoma Vasca, vamos quemando nombres. Estos últimos 30 años de violencia también han contribuido a erosionar algunos de ellos. Ahora el último término vírgen para denominar a toda esa comunidad histórica y cultural es el nombre clásico de Vasconia, el que utilizaron d'Oihenart y la generación del renacimiento, pero me temo que pueda perder esa característica si se maneja demasiado. Afortunadamente, muchos todavía no se han dado cuenta de que existe, pero me temo que, si cae en manos de cualquiera que pueda devorar el único término que prácticamente nos sirve para denominar a esa comunidad a la que es tan difícil dar un nombre, puede ser la siguiente víctima inocente. Por esa razón, casi es mejor hablar poco de Vasconia......

Nerea Azurmendi, en El Diario Vasco

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