Pareciera que durante años han esperado este momento.
A que la historia se pusiera de su lado y los vientos soplaran por la popa de
sus deseos de venganza más bastarda. Pareciera que durante años, agazapados en
la retaguardia forzosa de la oposición, hubieran estado calando sus bayonetas
envenenadas de resentimiento e inquina. Se excitan anunciando calamidades y
exigiendo contrición mientras muchos de ellos acumulan sentencias en firme sin
inmutarse. Han gobernado en la sombra y ahora que gozan de la mayoría universal
se creen con derecho a cambiar no solo el rumbo del Estado, sino hasta la
rotación de la Tierra. En el fondo de su alma, como todos los falsos profetas,
disfrutan al comprobar que se cumplen las catástrofes que han vaticinado. Muchos
comen caliente del pecado que combaten mientras se manosean el doble fondo moral
de su bragueta. Están aquí, llevan años tratando de disparar a bocajarro sin
sentirse culpables amparados en la necesidad de los mercados. Porque el poder
que ahora les excita no necesita avales ni justificaciones morales. Ellos solo
echan mano de la moral en la cama y en los confesionarios. En los tiempos del
despilfarro fueron los primeros en convertir el derroche en espectáculo. Hoy
retuercen la vida, la economía, los parlamentos, el Tribunal Supremo, las leyes,
las autonomías, las bolsas, la Seguridad Social y hasta las notarias para
someterlo todo al capricho de sus dogmas inapelables. No les importa que España,
con sus gentes, se hunda en la ciénaga del paro con tal de salvar sus silogismos
y cuentas corrientes. Sus últimas leyes, decretos y reformas no admiten
discusión. Todo es por cojones. Como si quisieran combatir el mal con más mal y
disfrutar de ello. Están aquí. Nunca se fueron. Son los neofascistas, la derecha
actual, el PP a granel y al por mayor, sus sicarios infectados de rencor y esa
gente que nos gobierna desde sus cofradías regionalistas; la que impone por
decreto la continencia y la austeridad, quienes nos alimentan con sus
deposiciones y después exigen agradecimiento. Están aquí, pero nunca se fueron.
Alfredo Urdaci lo confirma, "ha llegado el momento, los que me quieren, desean
que vuelva, a la progredumbre que me odia les dolerá más que nunca".
Gobiernan pensando más en la resurrección de la carne que en la cohesión
social. Alardean de sus engaños refinados, sus imposturas sin rastro y sus
mutaciones sin restos. Vienen de la caverna, del pasado negro y apestoso.
Algunos reniegan de la historia y su memoria. Porque no pueden vivir bajo su
sombra. Porque el horror del que se quieren escapar sigue muy vivo. Vayan hoy a
Larraga y verán. Nos gobiernan y nos desgobiernan a la vez. Y lo hacen en nombre
del bien común poniendo por delante a la Santísima Trinidad. Te humillan, te
degradan y te saquean por decreto. Son los de siempre amparados por una
democracia pestilente.
Paco Roda, en Diario de Noticias
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