La resurrección del asunto Fasa en un libro
publicado recientemente por el Gobierno de Navarra acerca de la Transición en
Navarra entre 1979 y 1982, y cuyos autores son Joaquín Gortari Unanua y Juan
Cruz Alli, nos trae a la memoria un negrísimo episodio relacionado con aquella
empresa acaecido en 1936, que ya fue narrado anteriormente en un reportaje de
DIARIO DE NOTICIAS. De él informó Marino Ayerra en su obra Malditos seáis.
No me avergoncé del Evangelio, el libro fundamental, junto con el de Galo
Vierge, de la literatura testimonial navarra sobre el holocausto padecido por
quienes eran miembros de los partidos y sindicatos contrarios al golpe de
estado. Ese suceso se refiere al fusilamiento en Alsasua de Joaquín Lizarraga
Martínez, dueño de la empresa Fundiciones de Alsasua, así como de dos de sus
hijos, Sabino (este agente comercial de aquella) e Iñaki, todos ellos
simpatizantes del Partido Nacionalista Vasco. Mientras el padre habría sido
asesinado en Alsasua el 9 de octubre de 1936, Sabino lo sería en Olazagutía dos
días más tarde, mientras que la ejecución del otro hijo, Iñaki, habría sucedido
dos semanas antes, el 24 de septiembre, seguramente en San Sebastián.
Joaquín Lizarraga era consejero de Fundiciones de Alsasua, empresa surgida de
otra unos años antes, y también era alto empleado
de la Siderúrgica del Mediterráneo y presidente de la Legión Católica de Bilbao,
esto último algo que se puede corroborar en los números del periódico El
Día del 5 de junio y del 10 de junio de 1930. Precisamente en este último
número se reproduce parte del discurso que dio en un acto organizado por aquella
entidad en San Sebastián y del que se desprende su profundísimo catolicismo. El
periodista que informó del mismo comentó de Lizarraga que era "hombre
fundamentalmente práctico, de un gran sentido de la realidad" y, de entre los
aspectos que mencionó de su disertación, citó "la necesidad de que todos los
seglares se agrupen para luchar activa y tenazmente contra organizaciones
contrarias que van invadiendo las esferas de la vida con desastrosas
consecuencias morales y sociales". En 1933 figuraba como representante de la
Federación Católico Agraria de Vizcaya en un jurado de un concurso de ideas
sobre materia económica.
En el relato de Ayerra se ahonda en esas características al mencionarse que
era "católico, piadoso, humanitario", añadiéndose, además que era "abierto
generosamente a todas las reivindicaciones obreristas, según testimonio unánime
y emocionado de todo el pueblo de Alsasua", en línea con actitudes que tendrían
que ver con las corrientes católicosociales. En las conversaciones mantenidas
con el hijo de Joaquín, Sabino, este también manifestaba que no se arrepentía de
sus convicciones nacionalistas y en el terreno social por pensar que así se
contrarrestaba "la obra antisocial y anticristiana de otras tendencias
irreligiosas".
Ayerra narra que el golpe de estado le había sorprendido a Lizarraga en San
Sebastián y que, tras la toma de la capital guipuzcoana, optó por trasladarse a
Alsasua por creerse allí más seguro contra cualquier eventualidad de los
primeros momentos. No obstante, su viaje a Alsasua vendría a explicarse por la
circunstancia de que su hijo Sabino estaba ya para entonces en la cárcel
habilitada en aquella localidad y en la que ambos llegaron a coincidir sin
verse. Ayerra explica que, a su llegada, Joaquín Lizarraga se presentó por su
propia iniciativa en la comandancia militar. En su inocencia, Lizarraga no creyó
inconveniente declarar cuáles eran sus ideas, toda vez que no dejó de aportar
detalles de aquellos a cuyo favor había mediado ente las autoridades
republicanas en San Sebastián, pensando que ello le podría servir como
salvoconducto en la nueva situación. La consideración por parte del comandante
militar Solchaga de que Lizarraga habría gozado "de gran prestigio y
consideración entre los rojos" para efectuar aquella tarea mediadora habría sido
para Ayerra la causa última de su ejecución.
Por lo tanto, el componente religioso y el prestigio en el asociacionismo
católico de los Lizarraga no sirvió para escapar de la muerte a los tres
miembros de esta familia, marcada por su militancia nacionalista. Por otra
parte, la entrada en el accionariado de Fundiciones de Alsasua de ilustres
personajes del bando ganador, de lo que da noticia el reportaje periodístico
antes citado y alguno de los cuales se habría mantenido en el consejo de
administración hasta finales de los años setenta, constituye una prueba de que
la eliminación del adversario durante la Guerra Civil en nuestra tierra por
parte de los alzados carlofascistas tuvo muchas más aristas que las que
tradicionalmente se han subrayado, ya que a aquello habría que añadir el expolio
económico, no solo en contextos agrarios, sino también en ámbitos industriales,
una cuestión todavía muy poco estudiada, al igual que las ventajas obtenidas en
la esfera de lo económico por quienes detentaron el poder institucional en
exclusiva en nuestra tierra durante cuarenta años.
Fernando Mikelarena, profesor titular de la Universidad de Zaragoza (en Diario de Noticias)
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