En plena efervescencia mística de los kikos, durante la celebración de ese circo mediático denominado Misa por la Familia a la que incluso el Papa denominó manifestación, Rouco Varela pidió a sus fieles que se conviertan en la esperanza de una Europa que está viviendo “sus horas más dramáticas”. Palabras que podrían llevar a engaño porque el representante eclesial no estaba haciendo referencia, como podría pensarse, a la actual situación económica. Al contrario, sus palabras iban dirigidas contra la saludable diversidad de la que hace gala la sociedad actual.
Si en el Vaticano fue Juan Pablo II el gran valedor de Argüelles y los suyos, el testigo en España lo recogió Rouco Varela, ese prelado misógino y ultraconservador, para quien el drama del paro es una cuestión irrelevante ante una “crisis más honda” como es la propiciada por el aborto y la eutanasia. Su referencia para los “incontables” afectados por el paro fue para recordarles el “remedio y el amparo” que una familia cristiana puede otorgar.
Sigue Rouco empeñado en negar que la familia no es una sino plural y que como ámbito primario de la socialización es un lugar propicio para los cambios que se producen en el seno de la sociedad, entre ellos la liberación de las mujeres.
Los kikos son los integrantes de un movimiento ultraconservador aglutinado bajo la denominación de Camino Neocatecumenal, organización fundada por Kiko Argüelles, que abarrotan las manifestaciones neoconservadoras contra los Gobiernos socialistas en Roma o Madrid. Son la infantería de la Iglesia más intolerante. Un ejército de resistencia a los cambios.
Kiko Argüelles está considerado como un “iluminado carismático y ultraconservador” empeñado en evangelizar a cualquiera que se le ponga por delante quizá porque financia el Camino con las “donaciones” de sus fieles. Un millón y medio de seguidores en 106 países aseguran que su fundador está inspirado por la santa paloma y están dispuestos a pagar el tributo en forma de diezmo, el 10% de sus ingresos, que se les exige una vez superado el segundo escrutinio al que son sometidos después de unos años en el Camino. Este movimiento cuenta con todas las bendiciones papales incluyendo la categoría de “instrumento de formación cristiana”.
Estos formadores cristianos que abogan por hacer gala de tolerancia y rezo frente a la violencia de género, por difundir que la homosexualidad es una cruz enviada por el Señor que se cura a través de la conversión, por el perdón del adulterio como herramienta para la perdurabilidad del matrimonio y por la lucha encarnizada contra los anticonceptivos, se jactan del elevado número de hijos que nacen en sus familias porque “una mujer debe tener todos los hijos que Dios le mande”.
Pilar Rego, en El Plural
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