viernes, 7 de enero de 2011

CANARIAS RECUPERA LA MEMORIA DE LA FARMACÉUTICA QUE DESCUBRIÓ EL RON MORTAL

Alcohol metílico. Esta sustancia causó miles de muertes en toda España en 1963, aunque el franquismo sólo reconoció 51. Los que no fallecieron, quedaron ciegos. De repente, veían caer nieve ante sus ojos en pleno agosto, y luego, el blanco total. Hasta que una joven farmacéutica asturiana, inspectora de Sanidad en Haría, Lanzarote, descubrió la raíz del problema, las familias enterraban a sus seres queridos sin saber qué había apagado sus vidas. Elisa Álvarez falleció en Las Palmas de Gran Canaria, en febrero de 2010, a los 76 años, de manera tan discreta como vivió. El Colegio de Farmacéuticos de la isla recupera ahora su figura.

«Tenía curiosidad natural y un tesón fuera de lo común. Adoraba la investigación y no paraba hasta que daba con la solución», explica su sobrino, el también farmacéutico Aldo Iess, que considera a su tía su «universidad». Elisa Álvarez nació en Villaviciosa el 12 de enero de 1934. «Era hija de una familia acomodada y, desde siempre, quiso dedicarse a la investigación. Estudió en varias universidades y sacó las oposiciones. Fue en ese momento, en 1961, cuando fue destinada a Lanzarote», señala su sobrino.

Dos años después de su llegada comenzaron a producirse en el pueblo una serie de muertes misteriosas. Jesús Barreto Barreto, Santiago Betancor Méndez y María Zerpa Álvarez, enterradora del municipio, habían sido inhumados con el parte de defunción de: «muerte natural», pero Elisa observó una pauta común que le hizo levantar la liebre. «Se dio cuenta de que los afectados, tanto los muertos como los dos que se quedaron ciegos, tenían la costumbre de tomar una copita de ron por la mañana», indica Iess. A partir de aquí, la científica analizó muestras del garrafón y descubrió la presencia de metanol, un tipo de alcohol extraído de la madera que en las dosis que contenía aquella bebida podía provocar la muerte con sólo una copa.

Una vez sobre la pista, se incautaron las partidas del brebaje, fabricado por una bodega gallega, y se exhumaron los cadáveres para hacerles la autopsia.

«Todo esto hay que ponerlo en su contexto. Hablamos de una mujer joven que se enfrentó a muchos intereses económicos, ya que este descubrimiento hizo atar cabos a las autoridades en la Península, donde también se confiscó la bebida», reflexiona su familiar, que recuerda que su tía «no quería oír hablar de este asunto, ni siquiera cuando llamaban personas para agradecerle que, gracias a ella, aún seguían vivas».

Y es que todo aquello significó un trauma para la farmacéutica, ya que se abrió un proceso judicial cuyo expediente contenía 60.000 folios y que la obligaba a acudir escoltada a la sala, debido a las amenazas de muerte. Los responsables fueron juzgados y condenados a 20 años de cárcel en algunos casos, aunque las indemnizaciones nunca llegaron.

El mérito de Elisa Álvarez es mayor si se tienen en cuenta los medios con los que contaba. «Tenía un par de alambiques y otras tantas probetas, y con esto fue capaz, además, de descubrir el antídoto, que no es otra cosa que el etanol, que se metaboliza más rápido».

La causa de esta intoxicación tiene, como suele pasar, un fondo económico. La bodega quiso ahorrarse unas pesetas. «El litro de alcohol etílico costaba 30 pesetas, y el de metílico, 14 pesetas», revela Iess, que considera a su tía merecedora «al menos de una calle». Desde luego, muchos le deben la vida.
Cira Morote Medina, en lne.es

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