viernes, 3 de enero de 2014

ÚLTIMO TRABAJO EN FUKUSHIMA

La noticia saltó entre las de los menús navideños, la propaganda política o las bazofias varias de distracción: en Japón se están reclutando indigentes para limpiar el desastre de Fukushima. El reportaje de la agencia Reuters que reproducen varios medios, habla de algunas detenciones, pero también de una enorme opacidad en los trabajos que tratan de paliar los destrozos ocasionados por el escape nuclear. Hay más de 700 empresas subcontratadas por la Administración, pero además no está nada claro cómo lograron algunas sus contratos cuyas bases no fueron ni publicadas. Los periodistas de la agencia británica descubrieron que un grupo de empresas no pueden siquiera ser identificadas. El caso es que urge ver qué hacen con el desaguisado y no parecen estar siendo muy escrupulosos con la legalidad.

Y así reclutadores de desesperados recorren las estaciones o lugares donde se “alojan” los sin techo. Limpiar Fukushima es un trabajo. Alguno de los contratistas hasta escatima el salario mínimo, “algo es mejor que nada” ¿no dicen eso también aquí?

La radiación nuclear no desaparece, o lo hace en miles de años. Hubo héroes durante el escape de hace 3 años que se quedaron dentro para tratar de minimizar los daños. Muchos murieron. Tras tanto tiempo de abandono y desconcierto, entrar ahora a “limpiar” es un suicidio. El pan para hoy y la muerte para mañana en toda su crudeza.

La ciencia ficción había retratado el escenario. Elysium es hasta ahora la última película en hacerlo. Pero ya está aquí. Nadie en su sano juicio se emplearía en semejante actividad, salvo los desesperados. Aquellos a quienes les da lo mismo ya vivir que morir, si es que se llega a tal grado de hundimiento. He pensado mucho en ellos estos días. Son la constatación gráfica de que ya existen los desechos del sistema. La muerte silenciosa de cada día, la que viene de la precariedad,  de repagos y restricciones sanitarias, tiene un paso más adelante: trabajar para morir. En lo que nadie quiere. Únicamente los ya descartados… en vida. Han “enfermado”, les han hecho enfermar, de pobreza.

Estamos aceptando estas condiciones. La rebaja continua de las cláusulas laborales y hasta de las de vida. Privatizados servicios de la Comunidad de Madrid, limpieza, lavandería sanitaria, pagan ahora la mitad a los mismos empleados. Hacemos la vista gorda a que se subcontrate en sucio incluso la gestión de la salud, como ha encontrado la Cámara de Cuentas pasa en la sanidad pública que privatiza también el PP en la Comunidad de Madrid. No se sabe ya quien anestesia o analiza y trata la sangre, y no son asuntos baladíes.  Este mundo hemos fabricado. Su único fin es el lucro… de unos pocos. Resulta incomprensible que tanta gente, víctimas incluso, lo amparen.

Lo malo de la degradación es que no se para. No sola. Una vez iniciada pone el turbo y avanza sin freno. Lo estamos viendo.

Si yo fuera una indigente japonesa de todos modos no me iría sola de este mundo, ya puestos mejor ir en compañía  de unos cuantos responsables de esta situación. Pero sigue el manto de impunidad y silencio para todos los atropellos. Un trabajo para limpiar Fukushima puede ser el último, el que pague la última comida del condenado por el sistema. Y no hay paños calientes. Esto está pasando.

Rosa María Artal, en El Periscopio

No hay comentarios: