“Este ha sido mi último servicio”, ironiza Mikel Aranburu Urtasun (Pamplona, 1955). A sus 64 años, el consejero de Hacienda y Política Financiera apura sus últimos días en el cargo pensando ya en la jubilación tras una carrera profesional ligada siempre a la Hacienda Foral, donde ha sido jefe de la Inspección (1984-1986), director de la Gestión Tributaria (1987-1991), director de Tributos (1991-1996) y director de Fiscalidad (1996-1999) para volver a su plaza de inspector hasta que en 2015 fue nombrado consejero por Uxue Barkos.
Aranburu deja unas cuentas públicas “saneadas”, con la deuda controlada, sin déficit presupuestario y una mejora en la recaudación que ha permitido cumplir los criterios de estabilidad fijados desde Madrid, pero también atender la mejora de las prestaciones públicas que reclamaba el acuerdo programático del cuatripartito. “Hemos conseguido revertir la situación”, celebra Aranburu, que defiende la independencia de la Hacienda Foral y que invita a su sucesor, o sucesora, a confiar en la gente de la casa.
Vistos los datos que presentaba esta semana, el balance de la legislatura será satisfactorio.
-Sí. Dejamos unas cuentas saneadas y dentro de las reglas de estabilidad. Partíamos de una situación muy complicada, pero se ha conseguido revertir la situación. Podemos decir que hemos cumplido los principales objetivos que nos habíamos marcado. Así que estamos satisfechos, sí.
¿Dónde ha estado la clave?
-Han sido varios los factores. En primer lugar, las medidas fiscales, que han permitido redistribuir la carga tributaria. También nos ha favorecido el comportamiento de la economía. Y la actualización del Convenio, claro.
¿Ha ido mejor de lo esperado?
-Yo sinceramente era optimista. Veníamos de una situación muy complicada en la que las cosas se habían hecho mal. Con un elevado endeudamiento, con muchos compromisos ya adquiridos y debíamos cumplir con un acuerdo programático que era muy exigente. Pero confiaba en que con buena voluntad, honestidad y sentido común se podía reconducir.
Usted llegó a calificar el acuerdo programático como una carta a los reyes magos.
-Sí, me lo han recordado bastante (Ríe). Yo lo que quería decir es que había cosas que eran imposibles de hacer en un año, y muy complicado incluso hacerlo en cuatro. Y mira, al final los reyes me han traído casi todo lo que pedimos. Porque el cumplimiento ha sido alto.
Y la derecha decía que iban a arruinar Navarra.
-Si realmente crees en los servicios públicos tienes que ser riguroso, en el gasto y en los ingresos. Lo que no puedes es llevar a la quiebra a la hacienda pública, que es lo que al final acaban haciendo muchas de las propuestas liberales. Si defendemos el sistema público, debemos garantizar su solvencia para que funcione bien.
El cuatripartito se ha portado bien, entonces.
-En el cuatripartito ha habido mucho debate, pero también sosiego y sentido común. Se han aprobado los cuatro presupuestos, y eso ha sido fundamental para mantener la disciplina presupuestaria.
¿Le ha costado mucho convencerles de que no todo era posible?
-Para un político siempre es frustrante ver el poco margen real que ofrece el presupuesto, que de entrada tiene un alto porcentaje previamente comprometido, y que además hay una normativa que hay que cumplir. Pero lo han entendido, han sido imaginativos y se han podido hacer cosas importantes.
Al final, la Ley de Estabilidad Presupuestaria, muy criticada por los partidos de izquierda, ha resultado efectiva.
-El problema no es la ley en sí misma, que además viene de Europa. La pretensión de buscar la estabilidad presupuestaria es correcta. Pero hay algunos aspectos en los que España se ha excedido, como la regla de gasto. En Navarra hemos tenido la suerte de que tenemos una cierta soberanía financiera, y eso nos ha permitido adaptar la política tributaria.
¿Entienden los ciudadanos la importancia del equilibrio presupuestario?
-No, porque es algo muy complejo. Los ciudadanos en general somos bastante egoístas, y miramos siempre a lo nuestro. Cuando la sociedad ha visto que las cuentas iban bien, se han multiplicado las peticiones. Incluso quienes se callaban cuando los recortes reclaman ahora su devolución. Son peticiones justificadísimas todas, y es entendible. Pero al final son cosas que pagamos entre todos y el Gobierno debe priorizar.
¿Están justificadas también las críticas a la reforma fiscal?
-Con eso ha habido mucha demagogia. Ni siquiera ha sido una reforma fiscal. Han sido algunas modificaciones tributarias de sentido común, pensadas para hacer el sistema más justo y progresivo.
¿No se ha castigado a las familias?
-No, se han modificado las ayudas por hijo para que beneficien más a quien menos tiene, y no al revés, como ocurría hasta entonces. Es verdad que las rentas de más de 30.000 euros pagan más, pero las bajas pagan menos.
¿No se trata peor a las empresas familiares?
-El concepto de empresa familiar en fiscalidad no existe. O son empresas o no lo son. Y el patrimonio se tributa, pero con una bonificación además del 95%. Lo que ocurre es que la derecha mediática y algunos grupos de presión empresariales no quieren pagan impuestos. Ni aquí ni en ningún sitio. Y han hecho una campaña muy potente, diciendo que se iban a ir las empresas y no sé que cosas más.
¿Por qué no han devuelto el IRPF de la maternidad como ha hecho Euskadi?
-Porque su normativa era muy similar a la del Estado, que fue anulada por el Supremo. Nosotros tenemos una legislación distinta, que además la pactaron UPN y PSN, y es legal. Así que Hacienda no lo puede devolver. Sería un hecho ilícito y ningún funcionario va a firmar eso.
Pero se puede cambiar la ley.
-No está claro que una exención tributaria pueda tener efectos retroactivos. Nosotros tenemos informes que nos dicen que es inconstitucional. Y no podemos ir en contra de algo que ha dictaminado el propio Gobierno de Navarra. Es un tema que además está judicializado. Veremos qué dicen los tribunales.
¿No es injusto tener un tratamiento diferente en Navarra?
-Lo que es injusto es que a quien cobra 80.000 euros le salga una devolución de 13.000 euros, y a quien cobra 18.000 nada o casi nada. La deducción debe ser progresiva. De hecho el cuatripartito ya se adelantó al problema creando una fórmula progresiva a partir de 2019. Esto se lo explicamos a las madres, y lo entendían bastante bien. Pero decían, ¿y lo mío? Es normal. Nos hemos quedado con el mensaje de que en otro sitios se devuelve y aquí no, aunque lo que se haga aquí sea socialmente más justo.
¿Les ha pasado factura electoral?
-Pues no lo sé. En clave electoral no nos hemos movido nunca, esa es la verdad. Eso es cosa de los partidos. Pero el Gobierno ha hecho su trabajo lo mejor que ha podido dentro de la legalidad.
¿A los ciudadanos nos falta cultura tributaria?
-Sí, mucha. Yo vengo a trabajar todos los días en villavesa, y nadie me pregunta por el tipo marginal del IRPF. La gente es ajena a todo lo que estamos hablando aquí. Quiere que lo suyo funcione, y a poder ser sin pagar impuestos. Y eso no es posible. En Navarra hemos llegado a tener tipos máximos del IRPF del 70%. Eso se ha ido desmantelando. Como el Impuesto de Sociedades. Ocurre en todo el entorno europeo, y fuera de Europa es una jungla. Hay una política fiscal agresiva contra la que Navarra poco puede hacer.
La gran victoria ideológica de la derecha liberal sobre la socialdemocracia.
-De alguna forma, sí. Es lo que nos dice aquí la derecha empresarial, que hay que bajar impuestos para evitar que haya traslados. Pero es un discurso perverso porque nos lleva a una competencia desleal que termina con el propio sistema de protección social.
Que es lo que está haciendo la Comunidad de Madrid.
-Claro. El efecto capitalidad le ofrece una capacidad succionadora sobre todo su entorno. Las comunidades forales nos defendemos un poco porque tenemos nuestras propias estrategias, pero hay comunidades que lo están notando mucho.
¿Se hace suficiente esfuerzo contra el fraude fiscal?
-Yo creo que no. Y ahí hago autocrítica porque no hemos incidido como me hubiera gustado.
¿Por qué no?
-La gestión tributaria cada vez es más compleja. La resistencia exterior de asesores y grandes despachos exige profesionales muy cualificados, y ni siquiera hemos conseguido cubrir las bajas por jubilación. Nos hemos dedicado más a otros estadios de la función pública, y nos hemos preocupado menos por el fraude.
¿Dónde hay mayor fraude?
-La psicología general de la población es de no pagar impuestos, así que el fraude está en todas partes. Solemos echarle la culpa a las grandes multinacionales, que deslocalizan sus beneficios a paraísos fiscales. Y es así. Pero también tenemos un fraude doméstico muy extendido. No hay conciencia. Sospechamos de quien cobra la renta garantizada, pero el vecino que no paga el IVA nos cae muy bien.
¿La actualización del Convenio ha sido el gran éxito de la legislatura?
-Desde luego ha sido clave para afrontar buena parte de los problemas presupuestarios. Era una bola que crecía de año en año y que nos estaba estrangulando. Nos podía haber hundido la legislatura, que era por otro lado lo que quería la oposición.
¿Se sintió solo en la negociación?
-Solo no, porque tenía muy buen equipo y el apoyo tanto del Gobierno como del cuatripartito. Pero está claro que la oposición, y sobre todo UPN, se posicionó siempre del lado de Madrid. Con artimañas nada honestas además, que no puedo demostrar, pero que están ahí.
¿Le dolió que UPN se posicionara en contra de los intereses de la Hacienda Foral?
-Aquí ya nos conocemos todos. Pero que por el interés de hundir a un Gobierno intentes hundir a toda la Comunidad es inadmisible. Porque al final eso era lo que buscaban, que Hacienda pagara 700 millones al año al Estado, cuando lo que tenía que pagar eran 490. Y por eso cuando en 2016 decidimos no pagar al Estado los 82 millones que estábamos pagando de más, nos dijeron de todo.
Pero luego el Ministerio les acabó dando la razón.
-Bueno, el acuerdo fue muy positivo para Navarra, pero nosotros también nos dejamos pelos en la gatera. Sinceramente, llegué a pensar que no sería posible. Al principio de la legislatura era una tortura hablar con el Ministerio. Ponían la excusa de que estaban en funciones, pero solo para lo que querían, claro. Al final empezamos que si te pago no te pago y supongo que, como con lo de Cataluña ya tenían bastante, en el PP pensaron que no le interesaba echar a Navarra al monte, que vete a saber cómo acababa aquello. Así que cerramos el acuerdo.
¿Cómo ha sido su relación con el Gobierno de España?
-Con Cristóbal Montoro llegué a tener una relación intensa, casi personal. Creo que me respetó como profesional, y nos entendimos muy bien desde el principio. Otra cosa es el Ministerio, lo que él llamaba La Fabrica, que es totalmente antiforalista. Aunque eso ha sido siempre así.
¿El Ministerio de Hacienda es antiforalista?
-Muchos altos funcionarios sí. Otra cosa es que luego el jefe les diga otra cosa. Pero es normal. Desde la concepción de un Estado único, es difícil entender que Navarra tenga un régimen diferente, y que encima tenga una relación bilateral. Es gente muy dura de negociar.
¿Y con el Gobierno del PSOE, qué tal es la relación?
-Fatal. Un fracaso absoluto. Ni me cogen el teléfono. Es una cosa espectacular. Hace un año, tras su toma de posesión, le escribí una carta de cortesía a la ministra María Jesús Montero en la que le pedía una reunión para tratar cuestiones que están pendientes. Hasta hoy.
¿No han mantenido ningún contacto?
-Nada. Durante el verano pasado les llamamos como ocho o nueve veces para ver qué parte del superávit podía ir a inversiones. Pero solo nos hicieron caso cuando el cuatripartito presentó el proyecto de ley para seguir adelante sin su autorización. Entonces se alarmaron un poco y llamó la secretaria de Estado a ver qué pasaba. Era un tema de simple autorización. Al final nos la dieron en diciembre, y solo para una pequeña parte.
Sin embargo, la ministra era una de las consejeras autonómicas más críticas con la regla de gasto.
-Sí, ahí están sus intervenciones. Pero no hay manera, y eso que el dinero para las inversiones es nuestro, solo nos lo tienen que autorizar.
¿Por qué no lo hace?
-Será La Fábrica otra vez, porque los funcionarios siguen siendo los mismos. O que no nos consideran importantes. No lo sé. Pero llevan un año y ni siquiera han nombrado la comisión coordinadora del Convenio.
¿Qué más queda por atar con el Ministerio de Hacienda?
-Principalmente corregir algunas cuestiones técnicas del Convenio, pero que son importantes. Además, el año que viene hay que renovar la aportación, y debemos empezar a negociar cuanto antes para que no entremos en prórroga, como la última vez.
¿Le preocupa que el entorno sea cada vez más hostil con el régimen foral?
-La visión centralista contra Convenio no es nueva. Lo que dice Ciudadanos lo piensan también el PP y el PSOE. Son igulamente centralistas, no les ha gustado nunca ni el Convenio ni el Concierto. Lo que pasa es que no lo dicen, porque saben que si lo quieren quitar los navarros tendrán que decir algo, y eso puede tener más coste que beneficio. Puede abrir un enfrentamiento que nadie sabe cómo puede acabar.
La novedad esta vez es que UPN se ha sumado a las tesis que cuestionan la transparencia y la solidaridad del propio Convenio.
-UPN representa a la derecha oligárquica tradicional que siempre se ha aprovechado del régimen foral. El Convenio no nace de un pacto entre iguales. Nace porque la Hacienda estatal no se atreve a entrar a gestionar los territorios forales, y deja que las oligarquías locales recauden para después recoger su parte. Así funciona en el siglo XIX y durante el Franquismo. Luego con los años se le da un sustento jurídico y se sacraliza. Pero en el fondo, a UPN solo le interesa el Convenio si le beneficia. Si no, no sabe qué hacer.
¿El régimen foral no corre riesgo de desaparecer entonces?
-No, porque se ha sacralizado tanto que a ver quién lo baja de ahí. Además, habría que cambiar toda la normativa, y no es fácil porque los navarros no se iban a dejar.
¿Tampoco que sea un organismo independiente como la AIREF quien dictamine cuánto tiene que pagar Navarra al Estado, como propone Ciudadanos?
-Ocurre lo mismo. Lo tendría que aprobar el Parlamento de Navarra, y no creo que lo haga. Y si lo hace, que se atenga a las consecuencias. Porque la AIREF ni es autoridad, ni es independiente ni tiene responsabilidad. Son todos funcionarios de La Fábrica, y con algunos ya reñíamos hace 15 años.
¿Qué le ha parecido el resultado electoral?
-Ha sido frustrante. He visto todos los jueves el trabajo que se hacía en el Parlamento, y ha sido interesante. En frente había una oposición muy floja que no ha aportado prácticamente nada. Solo barullo. Así que el final de la legislatura ha sido agrio. Por mí y por toda mi gente. Hemos tenido la suerte de juntarnos un equipo de profesionales de Hacienda sin ambiciones políticas, sin malos rollos. Así que me da un poco de pena por el esfuerzo que se ha hecho.
¿Cree que al final saldrá un gobierno presidido por María Chivite?
-Será que soy viejo y los conozco desde hace mucho, pero creo que el PSOE, que es quien va a tomar la decision, va a ser consecuente con lo que ha hecho siempre y acabará facilitando un Gobierno conservador. La única duda que tengo es si Chivite, llegado el caso, acatará la orden o provocará nuevas elecciones.
¿Descarta seguir en el Gobierno?
-Cuando tomé posesión dije que sería mi último servicio, y que me jubilaría con 64 años. Todavía no he hecho ninguna gestión, pero tengo claro que como consejero no sigo.
¿Hay algo que le hubiera gustado hacer y no ha hecho?
-Para mí el Convenio Económico es muy importante. Participé en su redacción, y tiene cuestiones importantes que habría que corregir. Me hubiera gustado hacerlo. Pero con lo que nos ha costado fijar la aportación, como para habernos metido en innovaciones.
¿El nuevo Gobierno debería mantener separados los departamentos de Hacienda y Desarrollo Económico?
-Yo creo que sí. Mezclarlos, como hizo Yolanda Barcina con Lourdes Goicoechea, es un error. Un consejero de Hacienda no puede tener una relación estrecha con las empresas, porque es muy difícil no vincular ambas responsabilidades. Y esa es una línea que no se puede pasar. Yo en mi despacho no he recibido a ningún contribuyente. Solo me he reunido con Osasuna, y por el tema del aval. En eso he sido muy estricto. Es muy importante preservar la independencia de Hacienda.
¿El próximo consejero, o consejera, tiene que ser de la casa?
-No tiene por qué. Esta vez ha funcionado bien, pero porque yo también tenía un perfil político. Me tiraba esto. Pero en Hacienda hay muy buenos profesionales que no darían ese paso porque nunca han seguido la política. Y eso bueno, porque es una garantía de que Hacienda va a seguir funcionando y de que, venga quien venga detrás, va a contar con gente muy válida. Si le tuviera que dar un consejo a quien venga detrás, le diría que confíe en la gente. Se lo van a hacer bien, eso seguro.
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