Entre 1945 y mediados de los setenta el mundo occidental apuntaló los cimientos de los Estados del bienestar. Fueron “los 30 gloriosos años”, como se conocieron en Francia. Un tiempo en el que prevaleció un contrato entre el capital y el trabajo, en el que el Estado-Nación tenía un rol de regulador de los excesos de la economía del mercado, en el que el horizonte de futuro era el del “ascensor social” o en el que el gasto social alcanzaba niveles insospechados unas décadas antes.
Fue el tiempo del “Consenso keynesiano”, de la cohesión social como principal eje político, social y económico. A ese escenario se había llegado gracias al papel del movimiento obrero -que desde finales del siglo XIX se había erigido como un importante contrapoder social y había logrado un gran número de derechos sociales- pero también gracias al clima excepcional existente tras finalizar la Segunda Guerra Mundial o al “respeto” que, sin duda, generaba la presencia del bloque soviético y, en definitiva, la existencia de otro proyecto político diferente al de los países capitalistas.
Desde los años setenta, sin embargo, una serie de factores fueron erosionando ese consenso, especialmente en el contexto de globalización: la economía crecientemente financiarizada arrinconó el papel de los Estados, los sindicatos fueron perdiendo peso en el nuevo escenario posfordista, los procesos de industrialización se deslocalizaron a los países de la periferia, cayó el muro de Berlín, y el pensamiento neoliberal -gestado al calor de la Escuela de Chicago- se convirtió en “sentido común”, colonizando incluso el pensamiento socialdemócrata (para la posteridad queda la respuesta de Margaret Thatcher cuando le preguntaron “¿Cuál había sido su mayor logro como Primera Ministra?”, a lo que respondió “Tony Blair”). En definitiva, las últimas tres décadas presenciaron el hundimiento de los principales contrapesos del poder financiero, al que cabe sumar una sociedad del consumo cada vez más individualizada, fragmentada y atomizada. La crisis no ha sido sino la aceleración en clave de “doctrina del shock” de un proceso de desposesión social que venía gestándose a fuego lento.
Este es el punto de partida del último cuaderno de Cristianisme i Justícia: “Cambio de época ¿Cambio de rumbo? Aportaciones y propuestas desde los movimientos sociales”. El cuaderno parte de este diagnóstico que pone en el centro el fin de un contrato social que nos adentra en un escenario de “interregno” entre dos épocas, en el que se detectan claras discontinuidades respecto a lo que hacíamos, pero donde todavía es difícil vislumbrar las coordenadas que regirán el futuro, si bien pueden intuirse: mayor precariedad generalizada, sociedades muy duales, proceso global de igualación a la baja, conflicto social.
Precisamente, la segunda parte del cuaderno trata de discernir si las protestas a nivel global, desde la “Primavera árabe” hasta Brasil o Turquía, pasando por el 15-M y Occupy Wall Street, son protestas aisladas y locales o bien la expresión de un malestar global e interconectado, en el que emergen nuevos repertorios de acción y en el que Internet y las redes sociales desempeñan un papel esencial. Más allá de determinar una u otra cosa, el cuaderno subraya el importante proceso de repolitización social que todas estas movilizaciones están suponiendo y, citando las obras de Karl Polanyi o de Michael Burawoy, se plantea el interrogante de si cabe pensar en la emergencia de un sujeto político que pueda convertirse en contrapoder en el escenario de “mercadocracia” actual.
Asimismo, frente a los que señalan que “no hay alternativas”, el cuaderno hace un repaso a las principales propuestas y alternativas que se están esbozando desde los movimientos sociales con el fin de superar el modelo económico y productivo imperante.
Estas propuestas son presentadas en cinco grandes ejes:
-Aquellas propuestas que tratan de hacer frente a la crisis de la representatividad y que se basan en una mayor participación en la gestión de los asuntos políticos y la creación de formas de innovación política que extiendan la participación ciudadana a todos los niveles.
- Las propuestas centradas en la deuda y fiscalidad. Dentro de las primeras encontramos aquellas que abogan por la realización de una Auditoría Ciudadana de la Deuda para determinar responsabilidades y debatir sobre la legitimidad de la misma. En las segundas, encontramos algunas iniciativas que buscan un modelo fiscal más justo y progresivo, la lucha contra el fraude fiscal y la especulación financiera.
– Un tercer eje presenta algunas propuestas que tratan de hacer frente a la preocupante mercantilización de la vida cotidiana que se está produciendo. En este sentido, el cuaderno se detiene en algunas propuestas enmarcadas dentro de la soberanía alimentaria y en las formas de gestión que, inspiradas en la noción de los bienes comunes, cada vez se están popularizando más.
- El cuarto eje recoge aquellas propuestas que en un contexto de fuerte desempleo apuestan por la necesidad de repensar el trabajo. Dentro de este eje estaría la necesidad de revisar las relaciones salariales para frenar la brecha salarial; la reducción de la jornada laboral para un mejor reparto del empleo; la apuesta por el cooperativismo y la economía social; la implantación de una renta básica de ciudadanía así como el reconocimiento social del conjunto de trabajo no remunerados como el trabajo de cuidados.
- El último eje presenta algunas propuestas que tratan de hacer frente a la crisis ecológica y que busca orientar la economía hacia un modelo productivo que tenga en cuenta los límites ecológicos del planeta, tal y como plantea el decrecimiento.
Todas estas propuestas recogidas tienen como eje común la aspiración de iniciar un proceso de “reapropiación social” en un momento de desposesión acelerada. Un proceso de cambio que, según los autores, no será viable si no se tienen en cuenta los límites ecológicos del planeta, y la demanda existente de apostar por una democracia “de alta intensidad” que haga frente a la crisis de la representatividad política en la que nos encontramos. Más que desde procesos iniciados a nivel institucional -se apunta en el cuaderno- los procesos de transformación social vendrán fundamentalmente de la mano de una ciudadanía que de forma colectiva lidere un cambio “desde abajo” y cuestione en lo cotidiano y en pequeñas prácticas la hegemonía neoliberal imperante a través de ir creando y tejiendo alternativas.
En definitiva, este texto pretende ser una pequeña aportación que contribuya al debate en un momento de creciente y preocupante fractura social. En medio del pesimismo generalizado, se apuesta por leer la realidad en clave esperanzadora prestando especial atención a las demandas y propuestas emergentes que están surgiendo.
Oscar Mateos y Jesús Sanz, miembros de Cristianisme i Justícia, en Sin Permiso
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