domingo, 20 de mayo de 2012

PEDRO JOSÉ FRANCÉS INSISTE EN SU REIVINDICACIÓN DE LA MEMORIA DE BUÑUEL


Pedro José Francés Sayas
  Calle Navas de Tolosa Nº 5
31540   Buñuel  (Navarra)                          21 de Abril de 2012.

A la atención de:                                                                      Javier Serrano Andrés,
José María Osta Sansuan,
Gonzalo Martínez Mayayo
y de  todos y cada uno de los concejales de la Corporación Municipal del Muy Ilustre Ayuntamiento de Buñuel.
Calle Don Vicente Oliver 31540 BUÑUEL (Navarra)

Muy señores concejales:
La tarde del pasado 14 de Abril, en los porches del Ayuntamiento se colgaron dos placas de madera y papel en recuerdo y desagravio de los crímenes que ocurrieron en nuestro pueblo en el verano de 1936.
Emoción viva al verlas y tocarlas y leerlas y gritarlas.
Tenían que haber estado ustedes para que hubieran visto.
Al parecer al día siguiente alguien las arrancó. 
Una barra de uña obediente queriendo arrancar los clavos de la memoria.
Pero queda el recuerdo, aunque de nuevo quede el recuerdo herido.
Y queda el propósito de seguir como han quedado las marcas en la pared.
Porque todavía permanece la mentira.

Y yo quiero denunciar ante ustedes este caso para que procedan.
Denunciarlo en nombre de quienes creemos que estas placas por muy humildes que fueran, para una parte importante de nuestro pueblo eran muy dignas de respeto y porque los hechos que en ellas se relataban son ciertos, y porque los nombres de las personas que aparecían no son ni más ni menos, que los nombres que aparecen en la cruz de la puerta de la iglesia de nuestro pueblo y porque ya es hora de que en el pueblo se recuerden como una manera de rechazo los hechos más graves sucedidos en la historia de nuestro pueblo.
También lo denuncio ante ustedes porque en una de esas placas había una poesía que tiene que estar en el zaguán de esa casa en la que todos deberíamos encontrar cobijo, tres pobres estrofas construidas con versos serventesios con las que se cuentan lo que pasó aquella tarde, en la que allí mismo, los asesinos, asesinaron al alcalde Alfonso Marquina y al secretario Martín Domingo.
Y lo denuncio porque en esa misma placa de poesía acallada se recordaban a cuatro concejales, concejales como ustedes: Fausto Lasheras, Julián Tristán, Avelino Arriazu y Alejandro Pascual que también asesinaron aquel verano siendo de todo punto inocentes.
Razón suficiente por la que apelo a ustedes y grito a su sentido.
Y también lo denuncio para que ustedes obren porque allí esa tarde estaba Encarna que sus ochenta años todavía lloraban a su padre, Alejandro que además de concejal era un padre bueno, y la mujer que fue su hija, sentía miedo, y nos contaba: cómo todavía recordaba cuando iba en aquel mes de julio con su hermana a llevar comida a su padre, al hombre que estaba encerrado en el ayuntamiento, por no hacer nada, por ser persona y por pensar como pensaba. Y lloraba la mujer cuando contaba y temblaba de emoción porque sin saber cómo lo habíamos conseguido: la puerta de la Casa recordaba a su padre y allí estaba su nombre escrito y allí por primera vez quedaba su recuerdo. Y nos contaba que los guardianes no le dejaban entrar a verlo porque como ya tenía seis años era muy mayor y llevaba peligro. Y ella y su hermana cuando iban a verlo tenían que dejar la tartera en el mostrador de la oficina y salir pronto. Y tenía que volver a casa y volver de nuevo, total para qué, para no verlo porque era ya muy moza, que tenía seis años y no lo podía ver para por si acaso. Aunque siendo tan mayor, sin embargo, no podía dejar de llorar en el camino como lloraba esta tarde siendo ya vieja. Y también nos contaba la mujer cómo: la medianoche del 26 de agosto fueron a buscar a su padre a su casa, y cómo, sin hacer ruido, lo vio salir a su desde la baranda de la escalera, y cómo nunca más supo de él, y cómo todavía no sabe ni dónde está enterrado. Y era su padre sin más pecado que el trabajo.
Como abría su recuerdo esa tarde y como nos hacía encerrar a todos.
Al final quedó satisfecha y contenta.
Lo había conseguido aunque no fuera más que por unos instantes.
Aunque sabíamos que iban a quitar las placas de inmediato.
Y lo denuncio ante ustedes y les suplico que como mejor proceda, ustedes mismos  intercedan ante su alcalde para que deje correr el recuerdo y la dignidad de los que fueron víctimas de la barbarie y pegue un manotazo a la injusticia que cometieron en Buñuel algunos vecinos jaleados por los militares, los falangistas y la iglesia. Para que ustedes también traten de dar verdad a estos sucesos que han sido durante más de setenta y cinco años negados.
Y quiero ganar la voluntad de ustedes porque las placas han de volver al sitio de donde las arrancaron, que quedaron muy bonitas.
Son tan sagradas como lo más sagrado que se haya de respetar.
Que salvo decir verdad, no hacían daño a nadie.
Yo creo que ustedes ya no se pueden quedar parados.
Las cosas han llegado ya a un punto en el que nada tienen vuelta atrás y que las placas que impidieron poner el día 23 de Julio del año pasado haciendo llegar un contingente de la guardia civil amenazando con detenernos, resulta que este 14 de abril se han puesto y se volverán a poner una y mil veces.
No pueden dejar la historia de nuestro pueblo en las manos de un hombre arbitrario que no ve más causa que la causa de los que causaron y que es capaz de sostener a toda costa la mentira sabiendo que miente.

Posdata  a 18 de mayo de 2012
Mientras esperaba respuesta de alguno de ustedes a mi anterior, y mientras comprobaba que al parecer desde la secretaría del ayuntamiento no a todos de los remitidos se la entregaban junto con las adjuntas, me ha llegado un dato muy importante que quiero poner en su conocimiento.
Siendo en la Villa de Buñuel el día 21 de Julio de 1982, comparecen ante el alcalde Don Abilio Pórtoles Litago los vecinos Cesáreo Chueca Sánchez y José Vicente Adiego y declaran que Don Alfonso Marquina Vicente siendo alcalde de la Villa de Buñuel murió asesinado el 23 de Julio de 1936 en los bajos de la misma Casa Consistorial junto al secretario del mismo Ayuntamiento a consecuencia de los disparos realizados directamente contra sus personas. Esta misma comparecencia y declaración la vuelven a hacer estos dos vecinos ancianos con fecha de 23 de noviembre de 1982, para que surtieran unos efectos que todos podemos imaginar que esperaban procedieran.
No tuvo ningún efecto, de la misma manera que tampoco tiene ningún efecto la labor de denuncia y reivindicación que estamos haciendo otros muchos vecinos en estos últimos meses, y sin ese reconocimiento de la verdad, en realidad lo que queda es el acta de defunción que consta en el juzgado civil de la villa en el que se certifica que estos hombres murieron en el depósito de cadáveres del cementerio a las cinco y cuarto de la tarde, sin especificar sus causas, y firmando la fe: José Ibáñez, José María Arriazu. José García y Juan Maeztu.

La tarde del reciente 5 de mayo, murió en Pamplona Alicia Marquina, la hija de Alfonso, el hombre que siendo alcalde de su pueblo fue asesinado. Esta mujer era una de las pocas personas que vivió aquella tarde y que la recordaba todavía cada día. Murió sin haber podido reconciliarse con el pueblo que la había visto nacer y sin haber visto reconocida la memoria de su padre.
¡¡Qué pena más grande…!!
¡¡¡Maldita democracia….!!
Todavía queda vivo Armando, su hijo que no reniega de su padre.
Y que también espera.
Y sin esperar del mismo silencio con el que me desprecia su alcalde, quedo a su disposición, para lo que ustedes entiendan conveniente.
Muy atentamente.
Pedro José Francés Sayas.  16.004.742.P

No hay comentarios: