En dos años y cinco meses, Rodrigo Rato, se habrá embolsado 5,8 millones de
euros (si no renuncia –que no lo hará- a los 1,2 millones de euros de
indemnización por su dimisión), a razón de 2,3 millones durante los años 2010 y
2011 - más la mencionada indemnización- como Presidente de Caja Madrid, primero,
y luego de BCA y Bankia, las dos entidades creadas tras la fusión (absorción) de
otras seis Cajas por la entidad madrileña.
Casi mil millones de las antiguas pesetas con las que el exquisito Rato va a
engrosar su ya abultado patrimonio, con un dinero – y esto son hechos y no
demagogia- salido de las arcas de una entidad que él ha gestionado tras el
inicio de la crisis, y que ahora va a ser rescatada tras su nacionalización, con
7.000 millones de euros (132.000 millones de pesetas) de dinero público pagado
por todos con nuestros impuestos; lo cual da una buena medida de la "exitosa"
gestión desarrollada por este protagonista principal de las altas finanzas
nacionales donde ejerce de intocable "primus inter pares".
Un personaje que, a juzgar por su trayectoria profesional más reciente, parece
haberse especializado en dejar pufos por allí por donde pasa. Baste recordar los
dos ejemplos más insignes de su carrera más reciente en el mundo de la economía
y las finanzas. Así, como Vicepresidente económico del Gobierno Aznar, Rato, fue
el impulsor de los cambios legales que propiciaron el arranque de la burbuja
inmobiliaria en España, al dejar en manos de los Ayuntamientos y fuera de la
supervisión de las Comunidades Autónomas –como estaba hasta entonces- la
elaboración y modificaciones de los planes de urbanismo de los municipios, lo
que abrió la espita para el desarrollo exponencial de la construcción y, con
ella, de la corrupción que ha hecho ricos – a costa del erario público como
ahora se demuestra – a toda una pléyade de desalmados y saqueadores entre
promotores inmobiliarios, políticos, banqueros – bancarios y especuladores de
toda laya especializados en hacer circular y blanquear dinero negro de cualquier
procedencia.
Como discrepó con Aznar por la participación de España en la guerra de Irak,
y el entonces presidente se lo pagó no designándole candidato a la presidencia
del Gobierno (en favor de Rajoy), Rato movió sus hilos, y reclamó apoyos
aprovechando la buena sintonía del Gobierno Aznar con la administración Bush,
para marcharse lejos, a Washington, a lo que –visto lo visto – fue un retiro
dorado para él: la presidencia del Fondo Monetario Internacional. Dorado, porque
nada ha quedado de su efímera gestión como vigía global de la buena marcha del
capitalismo mundial. Porque Rato, como siempre, ejerció de vigía para él, y así,
antes que remangarse y pringarse en el "cristo" financiero internacional que ya
se estaba fermentando –tal y como era su obligación en virtud del cargo
planetario que encarnaba-, optó por quitarse del medio antes de que todo
estallara, y puso pies en polvorosa de nuevo hacia España para, así, alimentar
todo tipo de rumores sobre sus verdaderas intenciones en un momento de gran
debilidad en el liderazgo de la derecha ejercido a duras penas por Rajoy.
Pero como Rato no está acostumbrado a batirse el cobre para conseguir
las cosas – eso es lo que tiene ser multimillonario desde la cuna-, prefirió
optar por "descansar" de las muchas fatigas "washintonianas" (viajes, comidas,
cenas, encuentros, reuniones y cocteles con lo más granado del capitalismo
mundial), y quedar en un segundo plano a la espera, en la confianza, de que al
final irían –como siempre- a buscarle a casa. Y, efectivamente, fueron a
buscarle para que mediara, de nuevo como "primus inter pares", en la sempiterna
guerra entre Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz Gallardón, en este caso, por el
control de la entonces Caja Madrid.
De su gestión al frente de la entidad ahora vemos los resultados, después de
una política de tapar y ocultar los pufos con los que se encontró y los que él
mismo generó, hasta que la cosa no dio más de sí, cuando la multinacional de la
auditoria, Deloitte, se negó a firmar el balance de la auditoria de la entidad
presidida por Rato que, ahora, vuelve a su "casoplón" como si nada, ya que otro
se comerá el marrón.
Y es así, como Rato suma y sigue haciendo caja, porque esta gente nunca paga
por nada; en línea con aquello que le decía un rico a un joven aprendiz cuando
este le preguntó: y usted con tanto dinero, ¿cómo es que se deja invitar? A lo
que el "maestro" respondió: ¡y cómo crees que me he hecho rico!; pues porque
nunca pago por nada.
Vicente Mateos - Periodista y Profesor
Universitario (en La Antorcha de la Información)
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