Bajo la cobertura de esa cantinela - convertida ya en vacua moralina exculpatoria – de que están haciendo lo que se debe y lo único que se puede hacer (aunque "no les gusten" algunas de las medidas que adoptan); el Gobierno de la derecha presidido por Rajoy, está desnudando sin vergüenza no ya el programa oculto que no contó a los españoles durante la campaña electoral, sino el desconcierto del que es presa ante la ineficacia de las medidas que está adoptando para moderar la crisis.
Crisis que en lugar de ir a menos (como prometieron con jactancia) va a más, tal y como todos comprobamos a diario, para irritación de un Gobierno que solo parece encontrar en la soberbia, la manera de sublimar los males que le aquejan. Y si ejemplos de soberbia hay sobrados en los poco más de seis meses de gestión, quien se lleva la palma por empeño propio (el carácter es el destino), es el personaje más presuntuoso y soberbio de este Gobierno – y ya es decir estando Gallardón en el grupo -; esto es: José Ignacio Wert.
Wert, que no se esconde a la hora de mostrar lo pagado de sí mismo que está, ya dio abundantes muestras de su carácter soberbio en los años que estuvo de tertuliano en la Cadena Ser, en el programa "Hoy por Hoy", donde no se cortaba un pelo a la hora de puntualizar, apostillar y corregir a sus compañeros de tertulia convertidos en su diana al menor desliz –lingüístico o conceptual- alardeando de su dominio del inglés y la lectura diaria del New York Times, Wall Street Journal, y demás prensa "gringa" pues ese país – los USA- es su modelo para todo.
Lógico es que el llegar al Gobierno, siga firme en su actitud de maestro de la prosodia y que así, en unos pocos meses, se haya ganado a pulso el papel de ministro más soberbio y antipático de un Gobierno soberbio y ramplón. Una actitud que casa mal con su ideología democristiana y liberal, aunque ya se sabe que una cosa es predicar y otra dar trigo; actitud, por otra parte, muy común y habitual en todos aquellos prohijados en las faldas de los curas durante las misas y los ratos de sacristía.
Por eso no es nada extraño que los modos autoritarios vengan marcando su actuación al frente del ministerio de Educación, Cultura y Deporte desde que llegó al despacho ministerial en la calle Alcalá. Autoritarismo y falta de diálogo que se han hecho patentes a la hora de definir y aplicar la batería de recortes y reformas que presenta a las partes implicadas y afectadas como un "trágala", después de haber sido cocinadas en la soledad de su mente "curil" (en moralidad y relaciones sociales) y "neocom" (forma parte del "think thank" ultra liberal que encabeza Esperanza Aguirre). Medidas que bajo el paraguas de la búsqueda de la excelencia (otra de esas palabras vidriosas y con doblez que utiliza este Gobierno), solo persigue laminar la enseñanza pública para convertirla en algo residual –para las clases populares e inmigrantes- dentro de un sistema de "excelencia" educativa sustentada en la capacidad del bolsillo de los padres.
Solo hay que repasar la lista de sus iniciativas para comprobarlo. Primero el cambio en la duración del bachillerato al sumarle un año más que se resta a la ESO, lo que supone obligar a los jóvenes a definir –a los 15 años- si optan por el bachillerato (universidad), la formación profesional o los programas de cualificación profesional para los repetidores. Una medida rechazada tanto para los sindicatos de la enseñanza como por la Confederación de Asociaciones de padres (Ceapa) mayoritaria en la enseñanza pública que calificó en su momento la medida como "un recorte a la igualdad de oportunidades y una poda a la función de compensación de las desigualdades individuales y colectivas que debe tener la escuela",
Luego fueron los recortes presupuestarios impuestos a las Autonomías y que han supuesto dejar en la calle a decenas de miles de enseñantes (100.000 según las estimaciones del sector), masificar las aulas y perder las clases de apoyo y refuerzo en los institutos. Después le ha tocado el turno a la universidad pública con una subida de tasas, la reducción en el dinero para becas y un incremento de los requisitos- y de la nota media- para poder obtener y mantener la beca. Por último, y de momento, la reforma (incluido el título) de la próximamente extinta asignatura de "Educación para la Ciudadanía" que ahora pasará a denominarse "Educación Cívica y Constitucional", una vez rebajada, aligerada, de todos aquellos temas que la derecha considera espinosos para su moral pacata y que nos vuelve a alejar de la realidad social del tiempo presente.
Y todo esto sin negociar nada de nada con las partes implicadas que al verse ninguneadas, se rebelan contra el autoritarismo de un ministro que en tan solo unos meses ha puesto todo patas arriba y cuyo mayor logro ha sido conseguir ponerse en contra a todo el colectivo de la enseñanza, desde los rectores de universidad, a los directores de instituto, profesores, padres y alumnos ante el evidente ataque a la línea de flotación de la enseñanza pública iniciado por el "ilustrado" José Ignacio Wert, cuya sardónica sonrisa no puede ocultar el desprecio que fluye en el interior propio de ese tipo de personas que se consideran elegidas para la gloria en un mundo mediocre y de inferiores. El otoño que nos promete la política de Wert será caliente.
Consejo Editorial "La Antorcha de la Información"
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