El 23 de mayo de 1975 Koldo Arriola y otros dos jóvenes regresaban a sus casas después de una cena de fin de curso en Saturraran. Su «delito» consistió en pasar ante el cuartel de la Guardia Civil, instalado en el centro del pueblo, cantando en euskara. Los agentes les interceptaron y obligaron a Arriola a entrar en el edificio. A los pocos minutos se escuchó un tiro.
A la mañana siguiente, sus padres recibieron una escueta llamada telefónica de un alguacil confirmando los peores temores: que su hijo estaba muerto y que el cuerpo se encontraba en el depósito del cementerio.
En denuncia de los hechos y pese a que estaba en vigor el estado de excepción, Ondarroa quedó paralizada por la huelga general y miles de personas acompañaron el féretro de Arriola durante los funerales que se llevaron a cabo el día 25.
Posteriormente se conoció el nombre del guardia civil -Pedro Rodríguez- que le disparó a quemarropa por dos veces.
«Koartel honetan erail zuten Koldo Arriola gaztea gugan bizi». Esta frase, recogida en la pancarta colocada en el muro del edificio que durante décadas ocupó la Guardia Civil, presidió el homenaje que le tributaron ayer sus convecinos.
En ese mismo lugar -ahora vallado por unas obras-, un grupo de jóvenes dantzaris bailaron el aurresku de honor y colocaron ramos de flores en memoria de Koldo Arriola.
Durante el citado periodo de excepción impuesto por la dictadura franquista en Bizkaia y Gipuzkoa, en poco más de un mes también resultaron muertos a manos de integrantes de las fuerzas policiales o de grupos paramilitares los ciudadanos vascos Alfredo San Sebastián, Felicitas María Lecket, Blanca Salegi, Iñaki Garay y Jesús Mari Markiegi.
GARA
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