martes, 11 de mayo de 2010

EL ÚLTIMO SOGUERO DE TAFALLA

Se fue el soguero de Tafalla, mi abuelo. En el taller de la carretera a Estella quedan el sisal que ya no formará cabos, y los cabos que no hilarán sogas recias como sus manos que se hicieron de hombre demasiado temprano en unos tiempos que mi generación no puede comprender.

Nació un 17 de septiembre de 1912 en Miranda de Arga. Su padre fue Cosme López, soguero de tradición familiar, y su madre, Martina Cárcar, tuvo siete hijos, quedó ciega y cuidó de la familia y el hogar hasta su muerte. Ambos nacidos en Miranda. Muy pronto, fueron a vivir a Tafalla.

Desde muy niño, Luis López Carcar arrancó junto a sus hermanos esparto en el camino a Artajona. A veces, sería también un juego. A los dieciocho años abrió su propio taller, que pronto se ubicó donde hoy todavía se encuentra, en la carretera a Estella.

Casó con Josefina Muruzábal de San Martín de Unx a los veinte años. Ella murió al dar a luz a María Jesús. Tenía la pobre chica sólo dieciocho años. Era el año 37 y el soguero tuvo que ir a la guerra; estuvo en el cuartel de San Sebastián, en la banda (tocaba el tambor), así que en retaguardia.

Al regresar a Tafalla encontró su negocio saqueado, arruinado. Debía empezar de cero. Conoció a María Ozcáriz, mi abuela. Se casaron y tuvieron dos hijos: mi padre, también Luis, y mi tío Sebastián, soltero, el que nunca salió del taller de sogas. Todavía eran unos chiquillos cuando un cáncer les dejó sin madre.

El tiempo cicatrizó la herida. Luis López volvió a casarse. Rosario Ayerra fue la abuela que conocí, falleció hace unos seis años.

Soguero antes y después de la guerra. Era su oficio. Necesario para atar aquella Navarra rural a los carros del progreso que avanzaban lentamente. Hace ya bastante tiempo que no tenía sentido trabajar así, vivir así. Pero Luis como una soga fuerte, de esas que raspan las palmas de las manos, se mantuvo bien sujeto a sus días de gloria, de una madurez seca y engreída, donde no se trenzaban los hilos por ordenador.

Noventa y siete años. El Sogas, increíblemente firme, caminando por las calles de una ciudad que le saluda, le admira, que le hincha en cada paso. Hace la compra, cocina, plancha, abre el negocio, cumple su horario a rajatabla, sin tregua, como siempre. Puede que se encontrara aquí el secreto de su envidiable buena salud que alejaba la muerte en un siglo nuevo. Sin embargo, ineludiblemente, ésta saltó días y avances y cuando se encontraron cara a cara en aquel tiempo incierto, un empujoncito bastó para que el cuerpo se soltara de sus ataduras, y cayera desplomado el último soguero, el testimonio vivo de una Tafalla que también fue esparto, sisal y rafia, cuando había artesanos y las tareas se hilaban más despacio.

Murió el martes 6 de abril de repente, antes de comenzar la jornada laboral, junto a su hijo Sebastián, sustento y compañero fiel en el oficio. Unas horas después, en la maternidad Virgen del Camino nació Luis, su noveno biznieto.
Luis López Morquecho, nieto del soguero. (en La Voz de la Merindad)

2 comentarios:

Unknown dijo...

Yo lo conocí muchísimo, de niño ayudaba de alguna manera en la cordelería de Galo, hermano de Luis, y en varias ocasiones (en fiestas) nos encontrábamos y como siempre nos saludábamos después de haber hecho algunos comentarios de cuando visitaba Tafalla, me llamaba Julio porque me veía como entonces.

Unknown dijo...

Yo lo conocí muchísimo, de niño ayudaba de alguna manera en la cordelería de Galo, hermano de Luis, y en varias ocasiones (en fiestas) nos encontrábamos y como siempre nos saludábamos después de haber hecho algunos comentarios de cuando visitaba Tafalla, me llamaba Julio porque me veía como entonces.