Porque Navarra padece de morbilidad triunfalista. Día a día sus dirigentes engordan de satisfacción y excelencia regional pese al decrecimiento dietético aconsejado. Y es que hace tiempo que esta provincia le ha vuelto la espalda al tiempo fagocitada por el consumo de autocomplacencias y la megaexplotación sistemática de las rentas del pasado. Navarra reclama un revolcón político y social porque hay una gran mayoría social que así lo exige, pero se sabe rehén de un estado de ánimo narcotizante que sus dirigentes políticos han sabido suministrar hábilmente después de años de poder. Y es que pareciera que aquí está prohibido conjugar el futuro perfecto. Quizás porque un presente inapelable y contundente, ante el cual no cabe disidencia, nos bloquea ante toda posibilidad de innovación. Es el oasis navarro.
Sanz presume de tolerancia en la tierra de la felicidad por decreto, pero sabe que ha convertido a Navarra en un oasis de silencio. El sanzismo de nuevo formato se ha aupado sobre una dinámica triunfalista auspiciada por el pensamiento único. Aquí no cabe nadie más que quien Sanz quiera. Gran parte de este triunfalismo, ideológico y político, está basado en una operación de gran calado. Sanz ha logrado una perfecta simbiosis entre la estructura de gestión de la Administración navarra y la triada ideológica incuestionable: foralidad, especificidad y gobernabilidad navarra, ésa que nos exime de toda opción de cambio político. Y es que ha conseguido que la A administración navarra, en casi todos sus ámbitos de gestión, sea un mero ejecutor de los sueños, fantasías y delirios de la opción política que él representa. Ello conlleva desplegar una generosa e impresionante red clientelar que se nutre del pesebre foral en el que se alimentan sus deudos.
Estos fenómenos bloquean varias puertas de salida a la actual situación navarra. La eterna gobernabilidad de Navarra se presenta, siempre se ha presentado, como el profiláctico foral más seguro ante posibles cambios políticos procedentes de la izquierda social y vasquista de esta comunidad. Pero no sólo ello, el socialsanzismo ha logrado integrar la defensa de los intereses de sectores muy concretos de la sociedad navarra, articulándolos y elevándolos a la categoría de intereses generales olvidando, cuando no ninguneando, otros intereses reales que no se ajustan a los sostenidos por los numerosos y paniaguados grupos de presión intelectual, profesional, sindical y económica promocionados desde la Administración foral. De ello tampoco escapa una gran parte del electorado de centro derecha, incapaz de sustraerse al discurso blando, bienpensante, modélico, amable, interclasista e inocuo que ha decidido participar en la moderna construcción de un Reyno de diversidad de ficción foralista.
En este Reyno absolutamente anestesiado por la satisfacción de sus estadísticas de riqueza y bienestar, hábilmente manipuladas en muchas ocasiones al servicio de ese pensamiento único; una ingente red de grupos, lobbies, entidades, privadas y mixtas y asociaciones muy ligadas al stabilishment y generosamente subvencionadas, constituyen el verdadero poder civil al servicio del sanzismo, una trama de redes interconectadas que sustenta el bastidor de un poder aparentemente inocente, dulce y limpio de polvo paja. Todo esto funciona como un perfecto instrumento de dominación social que consolida un deterioro de la calidad democrática definida por algunos indicadores como: la imposición de una única solución sin diagnóstico públicamente debatido y aceptado sobre cuál es el problema, la declaración fraudulenta del interés público o la utilización de argumentos falsos o erróneos que no se corrigen.
Así es el oasis navarro, un espacio donde las fidelidades y las hipotecas contraídas con poder foral se pagan con la omertá, donde muchos sectores sociales, antaño críticos y combativos, sestean plácidamente sin que nada enturbie sus sueños, donde la complacencia socialista redime sus culpas en la ciénaga del oportunismo, donde el discurso sanzista, propagado y esgrimido ante cualquier disidencia, se presenta como el único con legitimidad moral reconocida, donde la derecha ha extendido una presión social coercitiva y subliminal que forma parte ya de una manera de vivir la cotidianidad, y donde la corrupción es una asignatura fantasma, es decir, sabemos que existe pero nadie la evidencia ni la nombra. El oasis navarro es ancho y alargado. Sólo un cambio político, social y económico en profundidad está llamado a delimitarlo. Por el bien de la ciudadanía y la desprestigiada democracia política.
Paco Roda en DNN
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