jueves, 13 de mayo de 2010

EL CARRO POR DELANTE DE LOS BUEYES

Aun cuando no cesa el periplo de tensiones y desencuentros del que no hay manera de saber si lograremos desasirnos, ya que no fue para el 15 de marzo, para Sanfermines, para Nochevieja, para el inicio de la campaña electoral del 2011 o nunca jamás, se oye que los partidos coaligados en NaBai siguen negociando a pesar de todo. Esto invita a conducirse con prudencia y continencia respecto a cuestiones varias que a muchos nos disgustan. Pero como no estamos en una sociedad anónima en la que la discusión atañe exclusivamente a los socios, también es lícito pensar que es mejor hablar a tiempo, en este caso para decir que a mi juicio el acuerdo alcanzado recientemente entre Aralar y Eusko Alkartasuna no cuenta entre sus activos haber serenado los ánimos ni la mejora de la percepción que sobre las garantías de continuidad de la coalición pudiera tener la ciudadanía.

El último paso de la estrategia bipartita es la recogida de firmas a favor de su acuerdo. Iniciativa perfectamente legítima, faltaría más, como cualquier otra. Tan legítimo como plantearse si no sería mejor invertir esas energías en favor de la apertura de la discusión, en el acercamiento de posturas y en la rehabilitación de la mutua confianza política que en la consolidación de las posiciones de fuerza. Posiciones que descansan en buena manera en el comprometido cálculo basado en el convencimiento de que lo que queda fuera de ese acuerdo a dos es de escaso peso y muy difícilmente articulable.

Leo en el texto con el que se recaban los apoyos que "este acuerdo es el primer gran paso y garantiza la continuidad del proyecto de NaBai". Me parece ya discutible que garantice la permanencia de la coalición, pero no conociendo las bases políticas del acuerdo, ¿cómo podemos saber si garantiza la continuidad del proyecto político de NaBai o si lo desnaturaliza? Bien entendido que el proyecto al que me refiero es el de un movimiento político plural que gravita sobre un punto situado no lejos del de la confluencia de distintas tradiciones y sensibilidades que definimos como "vasquistas y nacionalistas, progresistas y de izquierdas", y que se proponía aunar diferentes formas de participación política, con afiliados a partidos y nabaizales no afiliados.

El espíritu del proyecto fundacional, surgido en un contexto político que los acontecimientos posteriores no han suavizado, tenía como base la evidencia del extenso espacio común que en la Navarra de hoy pueden compartir una amplia mayoría de los que se autodenominan abertzales con muchos otros ciudadanos demócratas de sentimientos vasquistas -radicales o tibios-, sensibles con los derechos civiles, enfrentados a quienes hacen uso excluyente de la carta de ciudadanía navarra. En esa política de respeto a la pluralidad de identidades y de ofrecer alternativas para la búsqueda de la cohesión social, que nos distingue claramente del navarrismo pero también hoy por hoy de las estrategias de homogeneización de otros sectores abertzales, nos reconoció el electorado que nos otorgó los éxitos electorales de 2004, 2007 y 2008. Y me pregunto: ¿ya respetarán aquel espíritu las desconocidas bases políticas del acuerdo redactado entre Aralar y EA? No lo sé, ojalá que la supresión del término vasquistas, el primero de los relacionados con las culturas políticas constituyentes, no responda más que a un inocuo olvido.

La NaBai del 2007, en absoluto desideologizada como a veces se quiere hacer entender, fue la de la participación y la de los ámbitos de elaboración colectiva. La del 2011 no arranca por el mejor camino. Se dice que el acuerdo no es cerrado. En política nos quedan muy pocas cosas por probar en esta tierra pero no habremos visto demasiadas veces pedir firmas a favor de un texto no cerrado. Es como poner el carro por delante de los bueyes.

Sería una ingenuidad pensar en habilitar inmediatamente formas de participación amplia de todos y todas las nabaizales en un ambiente distendido y entusiasta. Nada de lo que ha sucedido durante estos tres años es gratis. Pero como por miedo a lanzar una más de tantas ideas desaprovechadas no ha de quedar, sugeriría a los partidos que hiciesen un hueco entre sus discusiones, filosóficas a veces, prosaicas las más, para ir elaborando un reglamento para la convocatoria de una asamblea o unos encuentros donde pueda asistir todo aquel que quiera aportar su opinión, su trabajo y su propuesta de definición. Con carácter decisorio y con el compromiso previo por parte de todos de respetar los resultados, estableciendo mecanismos correctores para tener en cuenta también a las minorías. Ya sé que no sería fácil ponerse de acuerdo para regular esa convocatoria, pero no sería tiempo peor empleado que en la recogida de firmas para apoyar propuestas de parte. Aunque esto último sea desde luego bastante mejor que el ejercicio de la descalificación mutua y de la búsqueda pública de caballos de Troya.
Praxku

2 comentarios:

Unknown dijo...

Tu preocupacion es compartida por muchas personas, sobre todo de Zona Media y Ribera, donde los que se autodefinen como "nacionalistas" son pocos. Aquí, en general, los que nos identificamos con Nabai somos navarros que sentimos nuestra la cultura, tradiciones, lengua e historia de toda Navarra, no renunciamos de ninguna parte de ella, incluso bastantes iniciados en el aprendizaje del euskera, otros no, simplemente lo sienten como propio. Es eso ser "nacionalistas"? Evidentemente no. Pero las posiciones de PSN y UPN con respecto a esos aspectos de la cultura navarra del que nos excluyen a los riberos, tambien nos separa de esos partidos. Somos por eso nacionalistas? Evidentemente no.
Piensa en nosotros esta "nueva Nabai"?
Nosotros tenemos en nuestro legado familiar muchas historias de represion, de Republica, de silencio....Somos por eso nacionalistas? evidentemente no. Tenemos cabida en la refundada Nabai en una oficina de la vieja Iruña?

Angel Lacort dijo...

Me sumo a lo expuesto por Praxku y Mikel.
Seguimos asistiendo a nuevas muestras de incompetencia política. Cada día está más claro que la idea que tienen de NaBai los partidos se encuentra en las antípodas de la mayoría de los votantes.
Hace años comprobamos cuál era el techo político de las estrategias nacionalistas (todas de modelo aranista), y tras comprobar que superandolas éramos capaces de romper el techo, ni los partidos ni los supuestos «independientes» han sido capaces, o no han querido, desarrollar y fortalecer la columna vertebral de la nueva alternativa que representaba NaBai para mucha gente no nacionalista, pero dispuesta a recoger como propias buena parte de sus reivindicaciones, especialmente las relativas al euskera y a la cultura propia de Navarra.
Está claro que con el simple hecho de sacar del poder a las derechas, se conseguirían buena parte de las reivindicaciones de los partidos de corte aranista. Entonces, ¿por qué no reforzar la idea inicial de NaBai, aglutinando a toda las gentes de izquierdas, y dotando a los votantes que lo desearan de una estructira participativa, democrática, donde tener los mismos derechos y obligaciones que el resto de militantes de partidos, con iguales derechos de representación?
¿Por qué no se ha llevado a cabo algo tan elemental?
Por que para los partidos sus negocios particulares son más importantes que el proyecto de NaBai. Aquí de lo que se trata es de controlar el mayor trozo del mango de la sartén. Una sartén de la que ejercen todos ellos como si fueran dueños del conjunto de los votos.
Parece mentira, pero la miopía del abertzalismo en política en las últimas décadas –a las pruebas me remito– parece una patología de cierto masoquismo autocomplaciente.
Los cambios en la forma de hacer «poliétika» se demuestran con hechos, y la realidad es que siguen por los mismos y oxidados caminos de siempre. La sombra del carlismo sigue siendo alargada.