Negar la evidencia, vender el fracaso como éxito, colocarse medallas en medio
de la derrota, mostrarse altanero y camuflar los errores con fatuo triunfalismo,
no solo es la definición de lo patético, sino que en boca de un presidente del
Gobierno que comparece ante los ciudadanos para dar explicaciones sobre una
situación calificada de crítica por el propio ejecutivo; es mucho más que una
representación del patetismo, es una tomadura de pelo, es considerar a los
ciudadanos como estúpidos ignorantes carentes de cualquier capacidad de análisis
y de sumar dos y dos.
La actitud de Mariano Rajoy de ufanarse públicamente de que ha sido él quien
ha presionado a Europa, y no al revés, no es solo un ejercicio de altanería
ridícula para un mandatario que representa a un país que quiere influir en la
política europea, sino que contribuye a incrementar el malestar de varios
dirigentes europeos con Rajoy y, por extensión, con España. Malestar del que son
fiel reflejo los titulares de la prensa internacional que el lunes y al unísono
ponían a parir al presidente español con calificativos de todo tipo. Medios que,
a este respecto, solo se hacen eco del cabreo que dirigentes como Merkel o los
presidentes del Gobierno de Holanda o Finlandia o el comisario de la Unión, Olli
Rehn o el presidente del BCE, Mario Dragui y otros varios, tienen con Rajoy,
quién ha ido perdiendo crédito político de manera acelerada con decisiones
políticas como retrasar la presentación de los presupuestos por las elecciones
andaluzas, por cambiar por su cuenta y riesgo el monto final del déficit público
para este año después de haberlo pactado con Bruselas y, últimamente, por los
bandazos de su Gobierno para solventar la crisis de banca española, y su
empecinamiento –hasta hace una semana- al reiterar por activa y por pasiva que
España no iba a necesitar ningún rescate para la banca nacional.
Un crédito que parece ya agotado
después de la rueda de prensa del domingo, no solo por el absurdo tono
triunfalista, sino porque Rajoy mintió descaradamente cuando afirmó que el
crédito que recibiremos de Europa viene sin condiciones, cuando dijo que no
computará como déficit público (los intereses del crédito supondrán
inapelablemente más déficit público) o cuando señaló tajante que el Gobierno
español no había recibido presiones. Tres falsedades que indignaron a varios de
esos mismos dirigentes europeos que en las primeras horas de la tarde del
domingo se movilizaron para intentar ponerse en contacto telefónico con Rajoy
sin conseguirlo, dado que estaba viajando a Polonia (en compañía de su hijo),
para ver el partito de España-Italia. Un fuerte malestar del que Mariano fue
informado por el Primer Ministro polaco en el descanso del partido, sin que ello
hiciera mella en Rajoy.
El resultado de este comportamiento desnortado de Rajoy ha comenzado a pasar
factura a España desde el mismo lunes día 11 con contundentes desmentidos a lo
dicho por el presidente en la rueda de prensa. Así, por ejemplo, ahora sabemos
que sí hay condiciones severas por la concesión de la línea de crédito. Entre
otras, la más dura, que serán las autoridades europeas las que supervisarán a
partir de ahora "la totalidad" el sector bancario español (a los bancos buenos y
a los malos), lo cual deja el papel del Banco de España, en mero comparsa del
proceso. Ahora sabemos también, que sí hubo presiones fuertes sobre España que
desde hace tres semanas venía negociando –sin reconocerlo públicamente- que el
rescate a nuestro país se limitara a la banca. Ahora sabemos que fue la
videoconferencia del G8 (donde la situación española fue la protagonista) y la
del "Eurogupo" del viernes, las que terminaron por doblegar la tozudez
empecinada de Rajoy en negar la evidencia. Una actitud que llevó a la
cancillería alemana a forzar la mano de don Mariano, filtrando el jueves a la
agencia Reuters la noticia de que España pediría el fin de semana el rescate
bancario: como finalmente ha sucedido.
Y si estos son los problemas que ha generado la actitud de Rajoy a España en
Europa, no son mejores –sino peores- los que está generando en sus propias
filas, incluido el Gobierno, y por extensión en la sociedad española. En la
madrugada del domingo las luces del Palacio de la Moncloa estuvieron encendidas
hasta las cuatro de la mañana, que es cuando Rajoy dio su brazo a torcer y
aceptó la petición que le hacían la vicepresidenta y el ministro de agricultura
entre otros de los reunidos, para que compareciera en rueda de prensa (el
domingo), después del aluvión de críticas recibidas por no haber salido a dar la
cara y dejar que el ministro De Guindos fuera quien anunciara a los españoles la
petición del rescate de la banca española; todo ello después de haber dicho a la
prensa que para saber lo que estaba pasando con este tema, se lo preguntaran
directamente a él.
Rueda de prensa que vistos los resultados, no solo ha sido un fracaso de
claros efectos negativos en el plano internacional, sino también para la
cohesión del propio Gobierno, en el que alguno de sus miembros ya ha llegado a
comentar: "para que me habré metido en éste lío". Un De Guindos que está más que
molesto con Rajoy, al verse desmentido en varias ocasiones por el presidente y,
más específicamente, en esa rueda de prensa donde Mariano desmintió lo dicho por
De Guindos el viernes en rueda de prensa, al afirmar que los efectos del crédito
que llegará de Europa no tendría impacto sobre el déficit público.
Palabras de Rajoy que dejan a los pies de los caballos al ministro y a su
equipo económico, que no entienden por qué teniendo desde las nueve de la mañana
un informe claro y preciso sobre lo que había que decir en la rueda de prensa
para no meter la pata, Rajoy va, se lo salta a la torera, y la mete hasta el
corvejón. Son estas actitudes del Presidente, frecuentes en las reuniones de la
comisión delegada del gobierno para asuntos económicos que preside el propio
Rajoy (circunstancia extraña y que ya mereció un buen número de críticas en el
momento de la configuración de nuevo gobierno), las que unidas al tono desabrido
y un punto autoritario que emplea con sus subordinados, lo que ha empezado a
soliviantar a no pocos miembros del equipo de gobierno y numerosos dirigentes
del partido, que ven en esta actitud "sobrada" de Rajoy, el mejor camino para ir
al hoyo en muy poco tiempo. Por eso, atentos, porque es el propio don Mariano
quien se ha convertido en el problema y, por ello, en las próximas semanas
cualquier cosa puede pasar en el seno del Gobierno y del partido que lo
sustenta, con indudables efectos para el país y todos los ciudadanos.
Consejo Editorial "La Antorcha de la
Información"
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