La última semana de abril entrevisté a Patxi Zabaleta en Onda Vasca. Es un político sólido y por eso nunca me ha sorprendido su habilidad para sortear las preguntas más difíciles, pero ese día, casi de casualidad, descubrí que tiene un problema de coherencia en su discurso actual. Además lo tiene en uno de los asuntos más sensibles de cuantos se manejan en la actualidad política. Los presos a los que defendió contra viento y marea en otros tiempos se sienten engañados por Aralar y, personalmente, por las gestiones que realizó el coordinador general de esta formación.
Le escuché muy atento, zarandeó al Grupo Noticias por alimentar una noticia donde, según él, no existía y pasados dos meses merece la pena aportar algunos datos. Se trata de aclarar quién se siente traicionado por este cambio que ha llevado a Aralar de abanderar la inclusión a justificar la exclusión, de acompañar a un grupo de presos a denigrarlos por omisión, de visitarlos en las cárceles para estudiar y acompañar su reinserción a renegar de lo avanzado.
Pongamos un titular: Batasuna, Aralar, EA y Alternativa han vetado la adhesión de los presos de la llamada vía Nanclares al acuerdo de Gernika. No es que lo diga yo; es que lo afirman los afectados. Del núcleo de quienes adoptaron la decisión, la izquierda abertzale de toda la vida, no es extraño. Ya dieron por bueno el asesinato de Yoyes. Pero del resto, con una micra de coherencia, no era previsible.
No se trata de ensalzar lo que llevó a Gisasola, Urrusolo o Alza a prisión. A mí me repugnó entonces tanto como ahora. Pero fueron condenados, cumplieron condena y se van reinsertando en nuestra sociedad. Ahora de lo que se trata es de poner en valor que el camino que ellos emprendieron es el que antes o después recorrerán los centenares de reclusos que aún permanecen en las cárceles. Me gustaría conocer qué pecado fundamental cometió este grupo de presos para que ahora Aralar les dé la espalda. ¿Acaso ser como sus dirigentes y fundadores que se adelantaron a lo que venía?
Estos presos se reunieron con los representantes del Acuerdo de Gernika y les comunicaron que no deseaban ningún tipo de escenificación, que les bastaba con el respeto, y poderse adherir a ese acuerdo como lo hacían el resto de grupos. Ellos, que tan difícil tienen el acceso a los medios de comunicación, cuentan que Zabaleta les mintió, que aquella reunión era en palabras del dirigente de Aralar "para firmar y zanjar la polémica" pero que nada de eso ocurrió. Ni entonces, ni ahora.
Han pasado unos meses y los hechos avalan la versión de los presos. No han firmado porque no les han dejado y son expresamente ninguneados no vaya a ser que alguno más reconozca que estuvo equivocado. A la vez, lo sucedido deja al descubierto la sencillez del planteamiento de esta nueva Aralar: tragar para sobrevivir. Desde fuera de los barrotes, esta es una cuestión casi anecdótica; son muy pocos entre tantos, vienen a decir.
Pero su gesto tiene un valor enorme más allá del número. Cuando la izquierda abertzale sufrió la escisión que alumbró Aralar, los entonces díscolos frecuentaban cárceles para tantear el apoyo a esas tesis que defendían lo civil y abierto (Zibil eta zabal) frente a los milis. Y encontraron cierta aceptación, primero de manera individual y después como colectivo. Son los que en los medios de comunicación se ha acuñado como "los presos de Nanclares", aunque no sólo ellos. Nació una relación fructífera que permitió reforzar a Aralar como representante político de un desencanto en el seno de las cárceles por las decisiones de ETA. Un desencanto que fue a más por la ruptura de las treguas.
Unos pocos, que aún siguen en la cárcel y fueron incomprendidos en ese tránsito, dieron un paso adelante. No fue fácil; eran pocos y cualquier movimiento en las cárceles era considerado "traición". Les expulsaron, pero siguieron adelante porque más allá de su situación personal había un proyecto político que les respaldaba y que venía a defender las mismas ideas pero sin violencia.
Pero las miserias de la política han provocado que sus padrinos civiles de entonces se hayan preocupado más por su supervivencia parlamentaria, municipal y foral que por seguir defendiendo lo difícil y positivo de aquella trayectoria de la que ahora reniegan.
La falta de coherencia deviene del hecho de que a quienes se les llena la boca hablando de inclusión son los que excluyen, que veten los que tienen capacidad de acoger y que, además, se quejen. Pero lo explican mejor algunos de los presos afectados: "Resulta que sabiendo las dificultades legales que en la ponencia sobre convivencia del Parlamento de Gasteiz estén todos representados, EA y Aralar la boicotean por no aceptar ni exclusiones ni una participación que no sea en las mismas condiciones y, en el Acuerdo de Gernika, donde la decisión depende única y exclusivamente de vosotros, son incapaces de evitar exclusiones".
Xabier Lapitz, en Grupo Noticias
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