miércoles, 20 de junio de 2012

19 JUNIO DE 1932, 80 AÑOS DE LA ASAMBLEA DE PAMPLONA

Son muchas las fechas que han incidido en el destino políticoinstitucional de Navarra. Todas ellas importantes, aunque hay quienes prefieren pasarlas por alto ya que la memoria pone en cuestión sus actuales intereses políticos. Pero la historia es la que es. Y a veces es maestra de la vida que permite sustraerse a los mismos errores. Porque, desde la voluntad de valorar los hechos del pasado en su justa medida de condicionadores del presente, en Zabaltzen abogamos porque en nuestra tierra la ciudadanía navarra decida en cada momento lo que ella quiera, lejos por tanto de planteamientos de separación a ultranza entre los territorios vasconavarros como de quienes defienden la unidad apriorística de estos. La historia condiciona pero no manda, y hemos de ser las ciudadanas y ciudadanos de Navarra los que decidamos qué y con quiénes queremos ser.
Ayer conmemorábamos otro hito relevante de la historia política de Navarra: el 19 de junio de 1932 tuvo lugar en el Teatro Gayarre de Pamplona la asamblea de representantes municipales de Álava, Gipuzkoa, Bizkaia y Navarra en la que se debatió el Proyecto de Estatuto Vasco Navarro o, lo que es lo mismo, la conformación de un marco político institucional común entre los cuatro territorios históricos vascopeninsulares. Entendemos que es esta una efemérides memorable, puesto que ha sido la única ocasión en la historia en la que se discutió este tema abierta y públicamente con arreglo a un procedimiento consensuado. Y es que aquel proceso tuvo rasgos ejemplares a tener hoy todavía en cuenta.
El proceso, que desembocó finalmente en la celebración de aquella asamblea resolutoria celebrada en Iruñea-Pamplona, estuvo precedido por el fracaso -por motivos de preconstitucionalidad- de las dos iniciativas unilaterales y frentistas del año 1931. La apoyada por el Bloque Católico-Fuerista (conocida como Estatuto de Estella) y la impulsada por las fuerzas republicanas y socialistas que controlaban las cuatro diputaciones vasconavarras (el llamado Estatuto de las Gestoras). Tras el fracaso precedente, los acuerdos transversales entre representantes de las diversas fuerzas republicanas y de izquierda y el PNV condujeron -tras la aceptación en diciembre de 1931 por parte de este último partido de la legalidad republicana y la ruptura consiguiente de la coalición que meses antes había conformado con la derecha tradicionalista y conservadora- a la promulgación del decreto redactado por el socialista Indalecio Prieto que regularía el proceso estatutario.
El decisivo decreto de Prieto facultaba a los representantes designados por los ayuntamientos a decidir, en una primera instancia y en asambleas provinciales, si optaban por un Estatuto Vasco-Navarro común a los cuatro territorios o por estatutos singulares para cada provincia. Desde una perspectiva democrática, hay que valorar de manera muy positiva el proceso propuesto, que posibilitaba a los ciudadanos elegir entre vías alternativas, en vivo contraste con lo que ocurrió unos decenios más tarde, durante la Transición, en el que desapareció cualquier posibilidad de elección abierta. Una Asamblea de representantes municipales navarros, celebrada el 21 de enero de 1932, apoyó la alternativa de la apuesta por el Estatuto común, quedando en rotunda minoría quienes apostaban por un Estatuto de Autonomía exclusivamente navarro.
En los meses siguientes se procedió a elaborar el proyecto estatutario conjunto. Se atuvo a criterios transversales, ya que la comisión encargada de redactar el mismo se constituyó con miembros de una diversidad de formaciones políticas y de diferente origen geográfico. A destacar que los miembros de la ponencia redactora se esforzaron por tener en cuenta los intereses de todas las áreas geográficas navarras y trataron de asumir los específicos problemas de naturaleza socioeconómica de la Ribera de aquel entonces. En distintas ocasiones viajaron a dicha zona. El esfuerzo por considerar lo propio del sur de Navarra cuajó en menciones a la Ribera en el articulado del Proyecto de Estatuto Vasco Navarro.
Hay que subrayar, por otra parte, que el Proyecto de Estatuto Vasco-Navarro respetaba estrictamente la organización foral de los territorios históricos, estableciendo un esquema institucional confederal. Desde Zabaltzen tenemos muy en cuenta que aquel proyecto, al igual que lo habían hecho los dos proyectos de 1931, superaba el historicismo cuarentayunista (planteado entonces desde la derecha antiestatutaria y retomado de nuevo por la derecha navarrista en los años setenta). Se optó por una perspectiva político jurídica más moderna.
La asamblea celebrada en Pamplona el 19 de junio de 1932 se decantó por el no de Navarra al Estatuto conjunto. Una parte de los asambleístas tomó en consideración la cláusula aprobada en la asamblea de enero relativa a la contabilización separada de los votos de Navarra (no prevista en el decreto prietista de diciembre). La votación de los delegados navarros arrojó el resultado siguiente: 109 (que representaban 135.585 habitantes) de los 267 municipios votaron a favor del Estatuto común; 123 (con 186.666), votaron en contra; y se abstuvieron 35 (con 28.859). El rechazo fue protagonizado por representantes municipales de ayuntamientos gobernados tanto por la derecha tradicionalista y conservadora como por la izquierda, algunos de ellos emitiendo un voto contrario al mandato imperativo recibido de sus ayuntamientos en favor del Estatuto. De este modo, mientras las otras tres provincias aprobaban mayoritariamente el Estatuto, y a pesar de que los datos conjuntos a los que se refería el artículo 12 de la Constitución suponían un apoyo del 65% de los ayuntamientos con el 78% de la población, Navarra quedó descolgada del proyecto. El resultado impidió la celebración del referéndum previsto para el día 3 de julio siguiente.
De todo ello ponderamos dos importantes consecuencias que acarreó el resultado de la Asamblea de Iruña-Pamplona. Por un lado, nuestra tierra quedó privada de cualquier estatuto ya fuera vasco navarro o navarro, porque, en el fondo, la derecha no quería un marco estatutario vinculado al régimen republicano. Estaba ya inmersa en aventuras conspirativas. Por otro, se impidió cualquier posibilidad de cambio político: quedó anulada la apuesta republicanizadora de los representantes más progresistas de la Diputación y de los sectores afines a ellos, facilitando el asentamiento en el poder, a partir de 1933, de la derecha tradicionalista y conservadora, y la continuación de sus planes de acoso y derribo de la II República. Terminaron comprometiendo a Navarra en el golpe militar de julio de 1936. 
Fernando Mikelarena, Ana Ansa, Koldo Martínez, miembros de Zabaltzen, asociación integrada en Geroa Bai

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