En 1979, el Real Madrid de Santillana, Del Bosque, Juanito o Stielike conseguía el título de Liga por delante de un fantástico Sporting liderado por Quini. Ese mismo año, el Eibar conseguía ascender de Regional Preferente a Tercera División, un hecho naturalmente desapercibido en el panorama futbolístico nacional. 35 años después de aquel suceso intrascendente, el Eibar se ha convertido en el equipo número 60 en militar en Primera División desde que nació la Liga. Pero el equipo blaugrana, así vestido por las camisetas que le regaló la Federación guipuzcoana en 1940, ha sido algo más que el cuento de La Cenicienta aplicado al fútbol; el Eibar se ha convertido en el ejemplo a seguir, el modelo a enseñar, según el presidente de la LFP, Javier Tebas, precisamente por el acoso de la ley de Sociedades Anónimas deportivas que le obliga a triplicar su capital social antes de agosto a pesar de ser un modelo de gestión, algo inusual en el fútbol español. Un modelo a seguir que ha vivido y vive al borde del fracaso por exigencias del guión administrativo.
El Eibar que ayer consiguió el ascenso a Primera División (con 3.500 abonados y cinco mil localidades en Ipurúa) puede ser en breve equipo de Segunda B por razones administrativas, aunque seguramente la previsión de ingresos tras la gesta conseguida solucione los trámites económicos de una ley manifiestamente injusta. Su fiabilidad económica y deportiva, su férrea competitividad, le han convertido en un equipo que representa al mismo tiempo la ternura del romanticismo y la fiereza de los ejércitos con más arrestos que huestes. A fecha de hoy, el accionariado del Eibar ha cubierto el 38,07% del objetivo impuesto, es decir 656.450 euros de los 1.724.272,95 euros que necesita reunir para evitar el descenso de categoría que le devolvería a 2ªB. La gloria en Liliput tiene el filo demasiado delgado.
El Eibar es un club joven, creado en 1940, que tramita la celebración del 75 aniversario el año que viene, y que se ha movido entre el fútbol regional (ocasionalmente) y la Segunda División (donde ha jugado 25 temporadas). Sus hitos se han contado por los ascensos en esas categorías y sus desgracias por los descensos. Pero en el pequeño Ipurúa, la bombonera que se instala al final de una cuesta, con el monte a un lado, dos torres de viviendas al otro y la autopista por detrás, un día de 1990 jugó el Ajax. Fue con motivo del cincuenta aniversario del club armero, una celebración a lo grande, un hecho histórico que ha movido a algunos accionistas a soñar con la posibilidad de que el 75 cumpleaños lo celebren con el Bayern Múnich. Pero han cambiado los tiempos. Hoy los equipos de fútbol son más voraces que los mercados de deuda y el romanticismo se resume en una tarjeta postal de felicitación.
Gaizka Garitano es el entrenador, pero sobre todo es uno de aquellos futbolistas del Eibar que en 2005 se quedaron a tres puntos del ascenso, en el cuarto lugar de la tabla. Garitano era un medio centro defensivo, de buena planta, sobrino del ex futbolista del Athletic y del Zaragoza, Ander Garitano, e hijo de Ángel Garitano, "Ondarru", eterno ayudante de Mané que vivió los años más gloriosos de Alavés. Cuenta el presidente Alex Aranzabal, que Garitano fue elegido en un casting de entrenadores. Si Gaizka Garitano ha obrado el milagro deportivo, combinando jóvenes talentos, futbolistas cedidos de otros clubes, productos de la cantera y algunos veteranos, Aranzabal ha obrado el milagro económico de convertir al Eibar en un club saneado y aseado, haciendo posible el milagro de los panes y los peces. Cada año ha recortado el presupuesto y sin embargo el equipo ampliaba sus prestaciones hasta tocar el cielo de Primera División tras haber ascendido la anterior temporada desde Segunda B. Un gol de Jota Peleteiro ante el Alavés le dio el ascenso (por la derrota del Las Palmas ante el Recre y el empate del Murcia ante el Zaragoza). Fue un gol sutil y rudo al mismo tiempo, un gol que retrata al Eibar en sus 74 años de vida. El Eibar de Gárate, de Luluaga, de Xabi Alonso, de Silva, de Diego, de Guisasola y ahora de Jota, de Raúl Navas, de Yuri, de Capa, de Morales. Ya no se hablará solo de Eibar por la industria armera y por la República. También por el fútbol precisamente en una noche electoral.
Eduardo Rodrigálvarez, en El País
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