viernes, 30 de mayo de 2014

DUDAS Y POTENCIALIDADES DE PODEMOS

Mucho se ha dicho en los últimos días sobre Podemos. Desde los insultos que llegan por la derecha del arco político y mediático hasta las loas que llegan por la zurda. No cabe duda de que la irrupción en escena de los de Pablo Iglesias supone un soplo de aire fresco para todos los que ansiamos un cambio social y político en España. Su éxito electoral alimenta un elemento del que estábamos huérfanos: la esperanza. Por primera vez las izquierdas que se sitúan fuera de la esfera de influencia de la socialdemocracia tienen una posibilidad, remota pero no imposible, de construir una mayoría social que le dispute a PP y PSOE los gobiernos de las instituciones municipales, autonómicas y, por qué no, nacionales. Es un objetivo demasiado ambicioso pero no inalcanzable. Y todo depende de que todas las organizaciones de la izquierda sean capaces de encontrar espacios de confluencia. Porque la transformación que ansiamos no vendrá de la mano de Podemos, ni de Izquierda Unida o Equo. Vendrá de la mano de un verdadero frente popular donde todas las organizaciones progresistas puedan convivir manteniendo cada una su identidad.

Hay aspectos de Podemos que me generan algunas dudas. Empezando por su liderazgo personalista al menos en lo mediático, paradójico en una organización heredera de los modos y maneras de un movimiento como el 15M tan refractario a los liderazgos fuertes, que me resulta excesivo, si bien es cierto que tras las elecciones se ha visto atenuado y hemos podido ver otras caras de la formación. No cabe duda de que Pablo Iglesias es un personaje mediático, con una presencia constante en los medios de comunicación e inteligencia en su manejo. Y el éxito de Podemos tiene mucho que ver con ello. Pero el anuncio de que muy probablemente encabezará una lista a las generales o la estrategia de poner su cara en la papeleta electoral, algo que no deja de ser anecdótico, me parece excesivo. Si lo hubiese hecho Rosa Díez nos hubiéramos tirado a su yugular y estaríamos hablando de UPyD como un partido caudillista, que por cierto lo es. Podemos, por el contrario, es un artefacto horizontal y sería deseable que se promocionasen nuevas caras capaces de liderar los procesos electorales que hay en el horizonte. Porque además las hay.

Tampoco me convencen algunos aspectos de su discurso y las machaconas referencias a “la casta”. La línea que separa un discurso crítico con el stablishment político y una soflama populista es muy fina y Podemos transita por ella sin rebasarla pero acercándose en ocasiones demasiado a mensajes que apelan más a la víscera que a la razón, y al desprecio hacia quien manda que a una verdadera pulsión trasformadora. Esta es su mayor fortaleza y también su mayor debilidad. Fortaleza porque se trata de un discurso, el de “la casta”, al que la sociedad es particularmente permeable. Pero también su mayor debilidad porque Podemos puede acabar convirtiéndose en un partido anti cuando su vocación es la de ser pro y puede recibir votos de castigo a los dos grandes partidos que hablan más de la desafección de la sociedad hacia PP y PSOE que de una verdadera apuesta por una forma diferente de hacer política y por una transformación radical que ponga fin al statu quo.

Podemos además tiene un proyecto político razonable y propuestas justas y sensatas. Su programa electoral es impecable. Pero su proyección pública se ha elaborado a base de apelar a la indignación ciudadana contra “la casta”. Y la indignación es sanísima pero no tiene ideología. El hartazgo popular es un material inflamable que las organizaciones de izquierdas tienen que manejar con extrema precaución para que no se convierta en un boomerang político. No está de más recordar que buena parte del éxito de la extrema derecha en Europa tiene mucho que ver con ese mismo hartazgo hacia la vieja política que se sitúa de espaldas a la ciudadanía. Y una forma alternativa de hacer política desde la izquierda debería descansar en valores como la honestidad, el pensamiento crítico y la responsabilidad. Y eso no siempre casa bien con la rabia y el desprecio visceral hacia los de arriba.

Ante los insultos que en los últimos días ha recibido Podemos yo mismo me he visto animado a apoyar a la formación de Pablo Iglesias, no por la simpatía que me genera el proyecto sino por la antipatía que me provocan aquellos que los llaman frikies, marxistas (como si tal cosa fuese un insulto) o bolivarianos. Hasta ahora Podemos se ha alimentado más de fobias que de filias. Y eso, en una sociedad sumida desde hace años en una crisis profunda y para una organización que acaba de romper el cascarón, es seguramente inevitable y necesario. Pero habrá que ver si los de Pablo Iglesias son capaces de construir un proyecto que descanse en algo más que en el hartazgo. Desde luego hay mimbres para hacerlo.

Si alguien piensa que estos elementos son suficientes para impugnar la fórmula de Podemos se equivoca. Podemos ha generado ilusión, ha puesto nerviosos a los de arriba y ha sido capaz de entusiasmar a una parte del electorado que estaba desanimada. Y sobre todo ha generado esperanza. Esperanza de que por fin las cosas cambien. Esperanza de ser capaces, por primera vez, de unir fuerzas para derrotar a los que han sumido a este país en una crisis sin precedentes. Esperanza de acabar por fin con el régimen político del 78 y de construir un sistema democrático nuevo que colme las expectativas de la ciudadanía. Eso bien vale un voto. Y si saben unir fuerzas con el resto de la izquierda, el mío lo tienen asegurado.

Batura, blog de Xabel Vegas

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