En mi anterior artículo “Navarra; la transición hurtada” trataba de responder a una de las dos preguntas que se me habían formulado a raíz de “Navarra para no iniciados…” y que había prometido contestar; ¿Crees que es posible el vuelco o cambio de régimen?. Queda, pues pendiente la otra, que aunque mal formulada creo que está en el subconsciente colectivo y merece ser respondida; ¿Ves posible una colaboración de cualquier tipo entre las dos fuerzas abertzales de Navarra?
Y la verdad es que no se trata tanto de que haya una colaboración entre Bildu y Geroa Bai en el hipotético caso de que pudiera articularse un gobierno alternativo al sempiterno régimen navarro-floral-español. El problema es; ¿Que régimen queremos que lo sustituya? ¿Otro frente que sea capaz de dejar media Navarra en la marginalidad política?
Ese es precisamente el espantajo que ha servido para que después de cuarenta años de dictadura la sociedad navarra haya digerido sin pestañear otros cuarenta de franquismo tuneado basado en una ley que jamás pudo votar y en un desarrollo legislativo cada vez más restrictivo a medida que la sinrazón de ETA añadía argumentos a sus responsables y hastío a la sociedad.
Así pues, la pregunta no es si Bildu apoyaría un gobierno de Geroa Bai o Geroa Bai uno de Bildu, la pregunta es ¿Somos los navarros capaces de articular fórmulas de gobierno alejadas del frentismo identitario? Capaces de poner encima de la mesa lo que es común a la sociedad navarra; el Fuero y su reintegración plena, de reconocer la diversidad identitaria de Navarra, de articular fórmulas de convivencia y consenso entre todos los navarros sea cual sea su origen identitario, de reconocer el derecho a su cultura y sus símbolos de los “otros” navarros, de restablecer cauces de colaboración con la CAV como históricamente se ha hecho…
Seguramente Shakespeare, en su comedia, cuando escribió la frase que encabeza este escrito se refería no tanto a la Navarra territorial actual, ni siquiera tiene mucho fundamento histórico que el genial bardo inglés viajase nunca fuera de las fronteras de las islas, como a la Corte que los reyes legítimos tenían entonces en Pau, un lugar de impulso de la cultura renacentista y de tolerancia religiosa en tiempos de intolerancia, pero si aquella Navarra fruto de una guerra de invasión y de su desmembramiento fue capaz de generar tal impulso de respeto a la diversidad y a la creación como para llamar la atención de uno de los artistas más reconocidos de su época, ¿Por qué esta Navarra actual no puede tener el mismo impulso social endógeno que le permita responder de la misma manera?
A todos nos pueden las ganas de responder a cuarenta años de marginación política con fórmulas de similar corte pero ello no nos llevaría más que a un absurdo absoluto de exclusiones mutuas.
Y Navarra es una comunidad lo suficientemente pequeña como para que sea oneroso para ella prescindir de una parte de su sociedad salvo que quiera hundirse en la más profunda mediocridad, es eso precisamente lo que han demostrado los cuarenta años de “quesito”, y que nos llevan a la autoliquidación como comunidad. El último espectáculo protagonizado por Barcina y Jiménez “peregrinando” a Madrid para obtener el placet de sus jefes hubiera avergonzado a cualquier navarro, de la ideología o identidad que fuese, tan solo tres generaciones atrás.
Así, la prioridad es transformar esa sociedad navarra, a la que se le hurto la transición, en una sociedad plenamente democrática, consciente de su propio autogobierno y de su diversidad y sentadas estas bases decidir serenamente sobre su futuro. Sin revanchismos…
Y para eso las componendas entre partidos no parecen la mejor solución.
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