viernes, 14 de marzo de 2014

EL SALVADOR: LA VICTORIA APLAZADA

Ganar unas elecciones presidenciales no es, ni de lejos, hacer la revolución, aunque quien haya llegado a la Presidencia de la República, Salvador Sánchez Cerén, sea el mismo que durante la guerra que se vivió en El Salvador en la década de los 80 del siglo pasado ejerciera de comandante del principal grupo guerrillero, las FPL (Fuerzas Populares de Liberación), con el nombre de Leonel González, y que desde los Acuerdos de Paz de 1992 ha figurado como el principal referente del FMLN una vez desaparecido otro de sus líderes históricos, Shafick Handal. 
El concepto de victoria desde una óptica de lucha revolucionaria se asocia a la toma del poder, a hacerse con el control de los resortes políticos, económicos, militares, judiciales… que conforman el estado para ponerlos al servicio de los intereses de la población según unos esquemas de funcionamiento tendentes a construir un modelo social justo, igualitario, soberano, sin mecanismos de explotación de unas personas sobre otras. Es por eso por lo que el FMLN se fue a la montaña para hacer la guerra hace 35 años y en pos de esos ideales entregaron la vida miles de militantes de manera generosa. 
Sin embargo, no pudo ser entonces. A pesar de su enorme fuerza social y militar, el FMLN supo valorar, además del momento histórico concreto, el excesivo sacrificio que hubiera supuesto el seguir intentándolo por la vía de las armas y aceptó deponerlas mediante unos acuerdos de paz con el Gobierno que, aunque permitieron la consecución de algunas viejas reivindicaciones populares, dejaron un país con los mismos motivos para luchar que antes del conflicto, con enormes desigualdades e injusticias, con explotación y miseria, analfabeto y con la misma actitud servil ante la metrópoli, EEUU. Y, sobre todo, con la aceptación de las reglas de juego de la democracia burguesa, lo que implicaba, de facto, la renuncia a la revolución por parte del FMLN. 
Desde entonces han sido casi dos décadas de gobiernos de extrema derecha, representada en el partido ARENA, que siguieron perpetuando el modelo anterior, explotador para sus ciudadanos y dócil con el imperio, profundizando en el neoliberalismo más feroz y llevando al país a niveles extremos de pobreza y de inseguridad ciudadana. En los cinco últimos años las cosas habían comenzado a cambiar en lo que podría considerarse un periodo de transición, tras haber llegado a la Presidencia de la República Mauricio Funes, candidato del partido FMLN pero no militante histórico del mismo, quien ha combinado políticas populistas con otras más contemporizadoras con los intereses del capital, lo que le llevó en ocasiones al casi divorcio con el partido que lo sustentaba. 
Salvador Sánchez Cerén, desde la esperanza de un cambio por caminos que rimen con los viejos sueños revolucionarios de la guerrilla y con los nuevos tiempos marcados por el latinoamericanismo del ALBA, va a asumir las riendas de un país dividido en dos en lo social, con una situación económica más que delicada y enormemente dependiente de las remesas de los emigrantes en Estados Unidos, con la delincuencia organizada campando por sus respetos y con la necesidad de entenderse tanto con sectores de derechas en lo político (ya que en la cámara de representantes el FMLN, aunque fuerza mayoritaria, no hace mayoría) como con los oligarcas dueños del tejido empresarial.
Todo ello va a condicionar la magnitud de los logros sociales que se traten de alcanzar, pero en la misma medida va a suponer una prueba de hasta dónde son factibles desde la acción política dentro del sistema capitalista convencional. No se ha tomado el poder, sólo se han ganado unas elecciones presidenciales, no ha sido la victoria sino un triunfo electoral. Pero para todos, propios y extraños, y más desde el enroque fascistoide de la extrema derecha en no aceptar los resultados, el próximo Presidente de la República de El Salvador va a ser Leonel González, el viejo comandante guerrillero. 

Marcos Pérez Abendaño (Carcastillo)

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