La caída de Yanukóvich no es un “golpe” fascista; pero la composición y las orientaciones del “gobierno de unión” apoyado por las potencias occidentales pueden hacer estallar Ucrania.
Las presentaciones complotistas y polarizadas de lo que está ocurriendo en Ucrania, apoyándose en una parte de la realidad, ocultan lo que hay en juego desde el punto de vista social y democrático,.
Del lado de Maidan
Es un movimiento popular, desafiante hacia todos los partidos, que ha hecho caer a Yanukóvich, a causa de sus propios métodos. Más que sobre el tema de Europa, Maidan se ha movilizado masivamente contra “la familia” reinante, oligárquica, y el curso cada vez más represivo y personal del régimen, temiendo que una integración en los proyectos de Putin agravara esas derivas.
Pero esto ha dado peso al partido Svoboda -que sigue celebrando a los batallones SS y valoriza por ahora la “Ucrania europea” contra Rusia. Igualmente han sido populares los militantes de “Pravyi Sektor” (Sector derecha) que camuflan su xenofobia con una lógica “antisistema”. Esta presencia activa de la extrema derecha, popular en un movimiento ideológicamente confuso y de tipo “indignados”, ha dividido y debilitado a las fuerzas de izquierda.
Sin embargo, el paso de un movimiento social de calle a un “gobierno de unión” modifica la situación: da peso a lo partidos apoyados en bloque por la UE, muy contenta de poner de nuevo sobre la mesa su proyecto de “partenariado oriental” ultraliberal. Ahora bien, ese proyecto presentado por la UE en contraposición a los proyectos rusos, es destructivo para Ucrania, social y nacionalmente.
Del lado ruso (y rusofono)
Independientemente de los recientes acontecimientos, Putin quería modificar el Tratado firmado con Ucrania mediante una reducción de las tarifas del gas ruso, a fin de prolongar la permanencia de su base militar en Sebastopol (que tiene un estatuto autónomo en el seno de Crimea, que ella cuanta, a su vez, con un estatuto especial). Actualmente, y en nombre de la protección de las poblaciones locales (60% rusófonas), intenta obtener por la fuerza lo que negociaba con Yanukóvich desde 2010: la salida de las tropas de su base para controlar Crimea y enfrentarse a las orientaciones anti rusas, con el riesgo de una guerra.
Pero los miedos, la movilización y el llamamiento a apoyar a las poblaciones locales no son sin embargo un viento agitado desde Moscú: el primer acto del “gobierno de unión” puesto en pie tras la caída de Yanukóvich ha sido la puesta en cuestión del estatuto de lengua oficial del ruso en las regiones rusófonas. Esta medida ha envenenado inmediatamente las tensiones tanto como la entrada en el gobierno de los ministros de Svoboda. De la misma manera que la supresión de las estatuas de Lenín y la prohibición del Partido de las Regiones y del Partido Comunista allí donde dominan Svoboda y Pravyi Sektor genera confusión sobre las herencias, etiquetas y memorias de la historia reciente. Comprenderlo no es aceptarlo.
Contra los falsos dilemas, hay que centrarse en la cuestión social y democrática
Contra los crímenes cometidos lo que hace falta no es la prohibición de partidos, sino una justicia independiente de los partidos. Es decisivo combatir las ideologías racistas y xenófobas: los tártaros musulmanes de Crimea, que fueron deportados por Stalin y están de vuelta a sus hogares desde 1991, que han sido favorables a Maidan por temor a la dominación gran rusa, también están amenazados tanto por la ideología de Svoboda en el poder en Kiev como por Pravy Sektor que defiende la “cristiandad” contra “los burka”.
Hay que poner el acento en lo que acerca a las poblaciones de toda Ucrania: la defensa de la independencia junto con la lengua nacional ucraniana, pero asociada a los derechos culturales y lingüísticos tanto de los tártaros de Crimea como de los ucranianos rusófonos; y las demandas sociales, que son esenciales. Como en Bosnia, la aspiración democrática debe hacer evolucionar las desconfianzas “antisistema” en las asambleas ciudadanas, poniendo en cuestión las privatizaciones que han desmantelado los derechos sociales. Hay que denunciar la deuda como ilegítima y luchar contra los planes de austeridad del FMI.
La autonomía y, mañana, la desmilitarización de Crimea implican la neutralidad militar de Ucrania. Su unidad y la de todo el país van parejas con la defensa de los derechos sociales y culturales para todos y todas contra el fascismo, la dominación gran rusa o la de las instituciones euro-atlantistas.
Catherine Samary, en L'Anticapitaliste
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