lunes, 3 de marzo de 2014

OTRA NOCHE DE ESTRELLAS

Esta madrugada ha tenido lugar la 86 entrega de los premios del cine por excelencia. Son los que todo el mundo sigue, los que más publicidad consiguen, el máximo exponente de la mayor industria cinematográfica del mundo. Los americanos los inventaron en 1929, se premiaban las películas estrenadas en Los Angeles desde el 1 de agosto de 1927 al 31 de julio de 1928 y la ceremonia completa duró…15 minutos. Además los ganadores se conocían desde tres meses antes y al ganador al mejor actor, Emil Jannings, se lo habían entregado antes porque no iba a estar en USA en la fecha de la entrega.

El olfato que tienen los americanos para el espectáculo hizo que rápidamente fueran mejorando estos procedimientos y en unos pocos años los Oscar se convirtieron en la gran cita anual del show business. Con la primera retransmisión por televisión, que tuvo lugar en 1954, los premios de la Academia entraron en los hogares y desde entonces formaron parte de las tradiciones del estilo de vida americano. Esta luna de miel con el público parece estar en peligro desde hace unos años: los índices de audiencia han descendido en las últimas ediciones y se nota un alejamiento del público más juvenil, un sector al que el cine le parece algo antiguo (y difícil de seguir…) y esta ceremonia algo así como un insoportable dinosaurio aburrido y descangayado

Algo que tampoco ayuda es que de un tiempo a esta parte “sabemos” los ganadores antes de que empiece el show; no es que los sepamos porque alguien se vaya de la lengua, es que los sondeos, opiniones y encuestas se elaboran con tanta precisión que ya no dejan espacio, casi nunca para las sorpresas. Esta noche todo ha trancurrido como las encuestas habían pronosticado.

Como estamos hablando de cine vamos a hablar un poco de las obras triunfadoras de esta noche. La ganadora “12 años de esclavitud” es claramente una película sobrevalorada; demasiadas pretensiones y demasiado tremendismo para disimular las debilidades de una historia lastrada por una dirección ciertamente convencional. Su triunfo ha quedado un poco empequeñecido (3 premios) por la arrolladora fuerza de su principal rival.

“Gravity” (7 premios), la ganadora al mejor director sí es una obra apreciable, una película que parece abrir nuevos caminos expresivos apoyándose en las nuevas tecnologías y sacando lo mejor de ellas. Es una lástima que la Academia haya dejado pasar, otra vez, la oportunidad de premiar una cinta de ciencia ficción como mejor película.

En el apartado de interpretación tampoco ha habido margen para la sorpresa; Cate Blanchett era la máxima aspirante desde que se estrenó “Blue Jasmine” y McConaughey con una de esas transformaciones que tanto gustan a los académicos se había encaramado como favorito indiscutible dejando en la cuneta a Leonardo Di Caprio y la interpretación de su vida en “El lobo de Wall Street”.

Jared Leto y Lupita Nyong’o  también eran los candidatos indiscutibles y ofrecieron los discursos más emotivos.

El mejor premio de la noche ha sido para el magnífico guión de Spike Jonze en “Her” una obra fascinante que al menos ha tenido su recompensa. También es de agradecer que “La gran estafa americana” se haya ido de vacío, dado su nulo interés.

La ceremonia ha sido una de las menos vistosas que se recuerdan, con escasos momentos emocionantes. Se repiten las mismas situaciones que se dan en todos los premios similares a lo largo y ancho de nuestro mundo: que casi todos los ganadores tienen la manía de “dedicar” su premio a una retahíla interminable de familiares, amigos, amantes y conocimientos diversos y que los espectadores nos ponemos a temblar cuando uno de esos premios técnicos son otorgados a múltiples ganadores con sus interminables discursos que sólo interesan a sus deudos más cercanos, quizás.

La función ha durado tres horas y media que para muchos se han hecho interminables; le han faltado momentos emocionantes y la presentadora Ellen DeGeneres ha hecho lo que hace habitualmente en su show televisivo. Pero lo que en un estudio de televisión puede resultar entretenido, chispeante, en un gran espectáculo como este queda deslucido.

El cine se sigue transformando, se ha digitalizado y los avances técnicos lo mantienen en constante evolución, el 3-D ha dejado de ser el equivalente a una atracción de feria y se consiguen notables logros artísticos en su utilización; y sin embargo estas ceremonias no son capaces de evolucionar y se han quedado ancladas en algún agujero negro, incapaces de ofrecer el glamour y la espectacularidad que proporcionaban antaño, y caminan errantes y perdidas hacia su propia extinción.

Luis Monzón, en El Sillón Informativo

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