Como en la extraordinaria película El día de la marmota -su directos Harold Ramis ha fallecido esta misma semana- la política navarra se repite periódicamente. Como en 1996, los socialistas navarros se enfrentan de nuevo a sus propios fantasmas. Hace 18 años, tras la dimisión del presidente Otano por la existencia de unas cuentas secretas en Suiza, la inmensa mayoría de los militantes del PSN defendieron la vía de mantener la experiencia de un Gobierno tripartito con CDN y EA y apoyo parlamentario de IU. Pero Ferraz optó por ceder el Gobierno de Navarra a Sanz y a UPN. Para ello, se cargó los órganos democráticos del PSN y nombró a dedo una Comisión Gestora que asegurase colaboración a UPN. De hecho, los principales protagonistas de aquel golpe interno, Pérez Calvo, López Mazuelas, Lola Eguren y Arbeloa, acabaron después acercándose o pidiendo públicamente el voto para UPN. Aquella decisión de Ferraz de unir los destinos del PSN a los de Sanz, el nuevo presidente de UPN, llevó a los socialistas navarros a una fuerte crisis interna y a ahondar en la cuesta abajo en la que les habían situado los sucesivos escándalos de corrupción de Urralburu, Roldán y el propio felipismo. Y desde entonces, el papel del PSN en la política navarra ha permanecido instalado en la desorientación pendular. Con un suelo electoral aún sólido, los resultados en las urnas en Navarra han ido confirmando elección tras elección el desgaste de esa vía colaboracionista con la derecha. UPN se ha llevado los réditos del control del poder y ha permanecido cómodamente instalado en el Gobierno y la gran mayoría de las instituciones navarras estos 24 años. Los socialistas han padecido las consecuencias de esa estrategia: pérdida de credibilidad social y de liderazgo político, más aún entre las sucesivas nuevas generaciones de electores, y permanente confrontación interna. En 2007, los navarros y navarras optaron por las listas que planteaban el cambio político y dieron la mayoría a NaBai, PSN e IU. La suma de UPN-PP y CDN perdió la mayoría absoluta. Pero de nuevo Ferraz impuso la permanencia de UPN en el Gobierno alimentando la vieja estrategia de los poderes fácticos conservadores que se benefician de ese modelo cerrado y excluyente de entender Navarra. Ferraz ninguneó la libre y democrática voluntad de los navarros y navarras -incluidos los votantes socialistas-, y también otra vez la de la militancia del PSN, que apostó unánimemente por una alternativa a UPN, y se llevó por delante a Puras, entonces líder de los socialistas navarros. Otro error que aumentó el descrédito político del PSN y lo llevó a obtener el peor resultado de su historia en 2011. En esa situación, el PSN apostó por formar un Gobierno de coalición con UPN y culminar así la errática estrategia de los últimos años con otro error que apenas duró un año, cuando Barcina decidió expulsarles del Gabinete tras sucesivos desencuentros políticos con Jiménez. Y la marmota despierta de nuevo este febrero. Sólo que cada vez el PSN tiene menos espacio electoral que poder perder si no quiere terminar en la prescindibilidad política más absoluta. Tropezar tres veces en la misma piedra y trasladar la crisis que se había instalado en Príncipe de Viana, sede de UPN, a Sarasate, sede del PSN, se antoja una torpeza inexplicable. Sería la tercera dirección del PSN que tumba Ferraz para contentar a UPN. Y quizá el tropiezo definitivo.
Joseba Santamaría, en Diario de Noticias
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