jueves, 13 de febrero de 2014

LAS MUJERES DEL PP

No les ha bastado con emitir su voto favorable a continuar con la ley más involucionista de Europa sobre el aborto, necesitaban más. Necesitaban levantarse y, puestas en pie como en los mejores conciertos, aplaudir al macho (al menos es lo que él parece por su aspecto físico) que vuelve a decretar la minusvalía mental de las mujeres como sucedía en el franquismo.

La foto, tan expresiva, es de otro momento en el que el ministro de Justicia, Alberto Ruíz Gallardón, anunciaba sus intenciones hace unos meses. Y ayer se dio como hecha en el transcurso de la sesión. Dicho queda, aunque en este caso viene a dar lo mismo porque con distintas ropas las mujeres de esta especie vienen teniendo la misma actitud desde Isabel La Católica. En la votación de este martes también hubo aplausos. De mujeres y de hombres del PP ante un Gallardón exultante de su éxito. Aquí están.

No conseguirán erradicar el aborto porque nadie lo ha conseguido jamás. No detendrán las circunstancias que abocan a muchas mujeres a practicarlo, sino todo lo contrario: su partido ha empobrecido como nadie en democracia la vida de los españoles de todo género. No conseguirán que la mayoría de las mujeres se sientan seres discapacitados ante el varón. Pero ellas aplauden la ley que corta alas femeninas porque así lo aprendieron en su casa y en su colegio monjil.

No han movido ni la uña recién pintada con manicura francesa por los niños vivos que hacen una sola comida al día, gracias a su gestión de gobierno. Sus políticas son directamente responsables, con datos, del inaudito aumento de la pobreza infantil que ha metido en la bolsa de la escasez aguda a 600.000 niños solo en el último año. Ni media palabra han dicho las aplaudidoras mujeres del PP. Les han quitado colegios, comedor escolar, libros, transportes, clases de apoyo, pero la iglesia dice que el nasciturus es la hostia. Y sobre todo que la mujer tiene una misión en la vida que cumplir: parir.

Sus ancestros fueron los vencedores de la guerra tras dar un golpe de Estado. No se comprende su actitud de no pertenecer a esa casta. Aplaudían también que cortaran el pelo a las maestras de la República que luchaban por desasnar a este país. Tampoco reniegan de ese pasado.

Secas, empingorotadas, soberbias, egoístas, falsas, hipócritas, castradoras, dóciles sin embargo, las mujeres de la carvernícola derecha española son de toda la vida quienes han mantenido las esencias de la involución. Solo se han salvado sus descendientes amamantados por amas de cría. ¿Cómo alguien pudo pensar que se saldrían de la sagrada misión que la vida les ha reservado? Duras, malas, despiadadas, crueles, fieras en la defensa de sus propios intereses, no moverían un dedo ni por su padre moribundo si se apartara del precepto.

Ahí están, aplaudiendo, en pié como ante el Aleluya. Gesto circunspecto el varón triunfador, tan misógino que cabe preguntarse por qué en lo más recóndito de la razón. Amarran la silla de las prebendas un poco más. Un día este país despertará. En un abrupto abandono de tantos sueños de impunidad. Porque la realidad, década tras década, es una foto fija que desde el blanco y negro vira al color en distintas tomas pero muestra la misma caspa. Y llega un momento en el que hay que cambiar de rumbo.

Rosa María Artal, en El Periscopio


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