Desde hace mucho tiempo, nosotros manejamos una frase que se adecua perfectamente tanto cuando hacemos Educación Sexual con jóvenes como cuando trabajamos con parejas en la Consulta. La frase es muy sencilla. “La piel es el órgano sexual más grande del cuerpo”. Esta frase, que puede parecerle obvia a muchas personas, sigue siendo uno de los principales axiomas a transmitir a las personas que buscan disfrutar plenamente de su vida erótica.
Cuando comento que la piel es el órgano sexual más grande del cuerpo no solo busco que las personas reflexionen y aprendan a “despenetralizar” sus relaciones o que sepan cuanto placer podemos descubrir si compartimos piel y salimos de la aparente “esclavitud” que parecen marcarnos los genitales. Lo que busco es el fomento del conocimiento, del conocimiento propio y del conocimiento ajeno. ¿El conocimiento? Os podéis preguntar. Si, el conocimiento del PLACER, pero escrito así, con mayúsculas.
El placer, tal y como se refiere a el la Real Academia Española de la Lengua, tiene que ver con el goce, el disfrute, la satisfacción, las sensaciones agradables, el entretenimiento…Si todo esto lo tenemos tan claro, ¿por que nos cuesta tanto dedicarnos a la piel tanto propia como ajena? ¿Por qué usamos términos tan poco apropiados (espantosos diría yo) como “preliminares” o “prolegómenos” a esa parte de la conducta erótica que no incluye penetración genital, como si fuesen actividades menores, destinadas exclusivamente a poner nuestros genitales “a tono” para mejor uso y disfrute de los mismos?
Los inicios en una vida erótica con otro o con otra suelen estar llenos de mitos y falsas creencias. La primera vez es una experiencia que nunca olvidamos, haya salido como haya salido, y que mayoritariamente siempre refiere a desgracias, sustos, dolores, desilusiones y frustraciones. ¿Pero como hacer que tanto la primera vez como el resto de veces fuesen mejorables? Pues la respuesta es sencilla, a través de la piel.
CONOCER LA PIEL PROPIA
La primera piel a conocer debería ser la propia. Tanto los hombres como las mujeres deberíamos incluir un completo autoconocimiento erótico como parte imprescindible de esa persona que somos o que estamos construyendo. La primera dificultad con la que nos solemos encontrar es con las connotaciones morales o religiosas que términos como masturbación todavía arrastran en pleno siglo XXI. Evidentemente, si tus convicciones morales o religiosas te impiden manejarte en un autoconocimiento erótico, tu aprendizaje va a tener que ser de total dependencia del otro o la otra, con el riesgo que ello supone, por ejemplo de pérdida de autonomía. Pero si en tu caso no hay nada moral o religioso que te impida conocerte, ¿por qué no hacerlo?
Hay que saber dónde tienes tu sensibilidad, qué partes de tu cuerpo son más susceptibles de recibir placer, qué partes te gustan más y qué te gusta acariciar y que acaricien. Todo esto incluye también los genitales, siendo estos una parte más de la piel que cubre el cuerpo (menos del 5% del total, por otro lado). Así mismo, saber que tipo de caricias pueden llevarte al orgasmo y saber reconocer esas sensaciones e incluso esos orgasmos son parte imprescindible dentro de una iniciación al pleno conocimiento y la plena felicidad erótica, que sería el objetivo final.
El autoerotismo sigue teniendo, a día de hoy, un marcado tinte sexista. Para los hombres en algo que se presupone, motivo de chanzas y divertidas conversaciones (a voces, cuando eres adolescente) y que incluso cuando eres un niño puede motivar orgullo y sonrisas cómplices. En cambio, las familias suelen preocuparse terriblemente si su niña se explora, se acaricia, se da placer. “¿Qué hará cuando sea mayor?” se preguntan con cierto espanto. Muchas adolescentes tienen el tema como algo casi prohibido a comentar entre ellas y mucho menos con los chicos, por supuesto. Las mujeres adultas suelen referirse a ella de forma muy velada y pocas veces con el “orgullo” y “satisfacción” de los hombres. Eso si, debo constatar que en los últimos casi veinte años de docencia he ido observando, año tras año, una mejora de este aspecto y cada vez más chicas y más mujeres reivindican su propio deseo y su propio placer con toda la “normalidad” posible.
Una vez que conocemos, valoramos, respetamos y disfrutamos con la propia piel sería el momento de conocer, valorar, respetar y disfrutar de la del otro o la otra. Yo siempre recomiendo a las parejas, cuando se conocen, que pasen el mayor tiempo posible aprendiendo a darse placer sin penetración. Una vez que compartimos los secretos de nuestras pieles y nuestros recorridos de placer, la utilización genital en nuestros encuentros eróticos pasaría a ser un juego más, simplemente un juego más, donde el placer nunca deja de estar y pertenecernos.
Es la mejor manera de no hacer depender a nuestra felicidad erótica de dictaduras absurdas sobre duraciones, tamaños, rigideces, humedades y demás imposiciones que el modelo erótico social “habitual” trata de inculcarnos por todo tipo de medios.
Conoce tu cuerpo, acéptalo, mímalo, disfrútalo y luego, si lo deseas, compártelo, de igual a igual, con todo el derecho a tu placer y al de la piel que estás compartiendo. Si nos saltamos momentos o etapas o nos dejamos “genitalizar” es cuando aparecen muchas faltas de deseo, muchas desilusiones, aburrimientos y rutinas. A través de la piel, el mundo del placer es infinito. Conozcamos su universo y viajemos a través de él…en soledad placentera o en gozosa compañía.
Ivan Rotella, en mas 24
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