Corren tiempos de esperanza para el Valencia Club de Fútbol (Sociedad Anónima). Lo demuestran las “colas” para la renovación de los abonos y la mejora en los resultados deportivos. El archimillonario de Singapur, Peter Lim, se ha hecho con la propiedad del Valencia C.F. tras un acuerdo con Bankia (principal acreedor del club). Las buenas expectativas, por lo demás, se completan con la cesión (procedente del Manchester City) del internacional Álvaro Negredo. Ahora las “ilusiones” del socio se concentran en la finalización de las obras del nuevo estadio de “Mestalla”, ejemplo del maridaje entre el equipo deportivo y el consistorio capitaneado por Rita Barberá. También, de la turbia mezcolanza entre fútbol, “pelotazos” urbanísticos y política.
A finales de 2005 el Ayuntamiento y el Valencia C.F. firmaron un convenio que, teóricamente, suponía el punto de partida para la construcción del nuevo estadio. El consistorio cedía 90.000 metros cuadrados de suelo municipal (calificado como “equipamiento deportivo”) para edificar el nuevo Mestalla (el proyecto incluía los usos hoteleros y una gran galería comercial). A cambio, la sociedad anónima deportiva debía abonar a la ciudad 20 millones de euros, cuatro solares, un polideportivo (en el barrio de Benicalap) y la rehabilitación de un conjunto de alquerías (patrimonio rural). Las obras del estadio empezaron en 2007 y se paralizaron en 2009, por factores como el pinchazo de la “burbuja” inmobiliaria y el endeudamiento de la entidad deportiva.
En la permuta sale muy perjudicada la ciudad (las valoraciones del suelo son muy favorables al club de Mestalla), sostiene el portavoz del grupo de EUPV-IU en el Ayuntamiento de Valencia, Amadeu Sanchis. Además, el Valencia C.F. todavía no ha entregado a la ciudad, ocho años después, ninguna de las compensaciones a las que le obligaba el convenio (ni el dinero, ni los solares, ni el polideportivo, ni la rehabilitación de alquerías). El Valencia es algo así como un “poder fáctico” en la capital. Amadeu Sanchis destaca que desde siempre, “la política del PP ha consistido en manipular las emociones futbolísticas a costa de los intereses generales; el ayuntamiento no sólo dice que sí a todo lo que le plantea el Valencia C.F, sino que ha sido estafado por las directivas y presidentes del club”.
Recuerda Sanchis que una sentencia del Tribunal Supremo de 2006 declaraba ilegal la ampliación con tres graderías del actual estadio de Mestalla (donde juega los partidos el Valencia C.F. hasta la construcción del nuevo campo). El edil asegura, por último, que las denuncias le han supuesto insultos y amenazas por las redes sociales de seguidores valencianistas (incluidos miembros de la peña ultraderechista Yomus).
El nuevo campo de Mestalla es producto de la “burbuja” inmobiliaria que reventó en 2008, la especulación y la era del “pelotazo”. Se sitúa en una zona de expansión, al noroeste de Valencia, donde se emplazan grandes centros comerciales (Hipercor o Media Markt) y el Palacio de Congresos. La gran mole en construcción, que tendrá capacidad para 61.000 espectadores, se asienta en una barriada, Benicalap, de grandes contrastes. Cerca de las obras del nuevo campo se halla el barrio obrero de Benicalap (antiguamente zona de huerta y alquerías), de unos 40.000 habitantes y tasas de paro que superan el 35%. La crisis ha castigado a esta barriada popular: 50 familias van a comer a Casa de la Caridad, mientras la Asociación de Vecinos reparte ropa y bolsas de alimentos a 160 familias al mes. Hay, asimismo, un palmario contraste entre el Benicalap obrero y el “Nuevo Benicalap”. Éste es fruto del “boom” de la construcción: una zona de “clase media” basada en fincas cerradas, con viviendas de renta libre, diseños de calidad y sin pequeño comercio.
La Asociación de Vecinos Benicalap-Entrecaminos, implicada en las luchas sociales desde 1972, se opuso desde el primer día al nuevo Mestalla, según recuerda su presidente, Pep Bellver. Siempre han ido de la mano de otra asociación de vecinos, la de Ciutat Fallera. Añade Bellver que en Europa “los estadios se construyen fuera de las ciudades, como en Múnich; aquí se levanta dentro de la capital y además se le regala el suelo a una sociedad anónima deportiva”. ¿Qué problemas ocasionará el nuevo campo de fútbol a los vecinos de Benicalap? “Atascos de tráfico, aglomeraciones, suciedad y aparcamientos indebidos”, sintetiza Bellver. La asociación vecinal de Benicalap y la asociación de vecinos de Ciutat Fallera han presentado alegaciones al proyecto, realizado un estudio sobre su impacto, organizado manifestaciones y participado en reuniones con el Valencia Club de Fútbol.
Pero llevan ocho años sin respuesta. Y, sobre todo, soportando el incumplimiento de su principal reivindicación: que se construya el polideportivo que figura en el convenio entre el consistorio y el Valencia C.F. “El Valencia no tiene intención de construirlo; en la zona anexa al estadio donde debería implantarse, pretenden levantar zonas comerciales y hoteles”, sostiene Bellver. “El Valencia nos ofreció construir el polideportivo en zona escolar, pero por supuesto nos negamos”.
La operación urbanística del nuevo Mestalla es compleja, enrevesada en extremo, y cruzada de múltiples intereses. El vicepresidente de la asociación de vecinos, Juan Antonio Caballero, arroja alguna luz: “la construcción del nuevo campo se pretendía financiar con la venta de los terrenos del actual Mestalla, en la Avenida de Aragón, donde estaba prevista la construcción de hoteles y viviendas de lujo; pero se encontraron con el crack de la burbuja inmobiliaria; a ello se agrega la recalificación y venta de los terrenos de la ciudad deportiva del Valencia, en Paterna; con la construcción del nuevo estadio, además, el club deportivo quería saldar sus deudas”. Califica todo el proceso de “escándalo urbanístico”. Y se mantiene firme: “no renunciamos al polideportivo”.
Las asociaciones de vecinos de Benicalap y Ciutat Fallera han luchado juntas por superar las carencias en equipamientos e infraestructuras. Denuncian el olvido que sufren por parte del Ayuntamiento, que prioriza el centro de la ciudad y las zonas turísticas. Señalan, por ejemplo, cómo ha aumentado la suciedad con la crisis. Aseguran, en el caso de Benicalap, que todo el barrio está escolarizado, pero muchos alumnos tienen que marcharse a colegios fuera de la barriada. Con dos colegios públicos (de infantil y primaria), y un instituto, critican que es “muy poco para un barrio de 40.000 habitantes”. En el capítulo sanitario, reclaman para toda la zona norte de Valencia un centro de especialidades y urgencias; o que el Ayuntamiento dé prioridad en Benicalap al transporte público (autobuses y tranvías). Similares reivindicaciones plantean los vecinos de Ciutat Fallera.
En marzo de 2014 llegó la discordia y reventó la polémica en esta barriada periférica. El motivo, la construcción de un “Multicentro de Asistencia Social” en pleno barrio, junto a “Nou Benicalap”. El edificio, actualmente en obras, se levanta sobre suelo municipal, cedido a Casa de la Caridad durante 75 años. Así lo acordaron todos los grupos políticos del consistorio valenciano. En un futuro, el “Multicentro” de Casa de la Caridad contará con espacio para convalecientes de enfermedades con pocos recursos, un comedor social de 60 plazas, aulas de reinserción laboral, un albergue para familias con escasez de recursos económicos y una guardería. La asociación de vecinos no es entusiasta del proyecto (opinan que esta labor la debería realizar el estado), pero lo asume en una época de crisis, paro y exclusión.
Sin embargo, ha surgido una desconocida plataforma vecinal al calor de rumores interesados, como que en el “Multicentro” se repartiría metadona. Gente común, población mayor y pequeños comerciantes se han sumado, asustados, a una plataforma detrás de la cual, se sospecha, se esconden las agencias inmobiliarias y algunos vecinos de “Nou Benicalap”. Fuentes consultadas han asegurado que estos sectores “no quieren pobres cerca de la parte nueva del barrio, para que no se devalúe el valor de las viviendas”. Señalan, asimismo, “los estilos de extrema derecha utilizados en unas manifestaciones que, invariablemente, pasan por la asociación de vecinos, donde se profieren insultos y amenazas”. ¿Por qué arremeten contra una asociación de vecinos, de las primeras de Valencia, que luchó por el instituto público, los dos centros de salud, el parque municipal, la biblioteca, la “escoleta” infantil, la luz y el alcantarillado en el barrio? He ahí el arcano.
Otro miembro de la Asociación vecinal, Antonio Marín, critica el “abandono total y la inacción absoluta” del ayuntamiento a la hora de conservar el fecundo patrimonio rural de Benicalap, de los más importantes de la ciudad. Destacan las alquerías del Moro y de la Torre; también el “Casino del Americano”, una de las primeras construcciones de la burguesía valenciana a principios del XIX; o la fábrica Ceramo (con una importante fachada neomudéjar). A ello se agrega el patrimonio de huerta, que los vecinos han tratado de proteger de la especulación urbanística. Pero requieren las inversiones y el apoyo municipal. Con el que sí cuenta el Valencia Club de Fútbol.
Enric Llopis, en Rebelión
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