Aunque con la ayuda de otras personas, mis padres me han criado desde que nací. Ya saben: cuidados, mimos, comida, colegio, libertad, principios, ejemplo, etc, etc, etc. Si yo llego ayer del curro -por ejemplo en la web de El Mundo- y les cuento que he titulado mi pieza Letizia, madre además de Reina, mis padres me corren a hostias. O como en una web mucho más cercana: La calidez, en gestos y vestuario, imagen de los nuevos Reyes. Es que mis padres siempre me han dicho que para trabajar -en lo que sea- no hace falta inclinarse y llevar rodilleras puestas y unas tijeras para cortarse las comisuras de los labios y que te quepa todo. No solo no es necesario: es horrible. La prensa española en general sí que necesita urgentemente una transición, pero una de verdad. Mi estómago me impidió ver ayer la televisión un solo segundo. Trasteé muy poco también por las ediciones digitales de los medios habituales o, por llamarlos de alguna manera, establecidos. Daban asco. Existen decenas de términos medios entre la crítica o el apoyo educado y la pleitesía más absoluta, que es en lo que casi sin excepción alguna cayeron todos ayer, algo que no por no sorprender no deja de revolver el estómago. No es una cuestión ya siquiera de ser monárquico o republicano o pasar de todo este asunto: es una cuestión de dignidad personal. Sin dignidad personal no hay nada. Perfectamente puedes buscar títulos diferentes, enfoques distintos. No tienen por qué ser siquiera críticos, pero tampoco babosos, como de un limaco arrastrándose por una redacción loando a dos marcianos que están ahí sin que ninguno hayamos dado el visto bueno. Porque leí el otro día que como los partidos que representan al 85% de los votos habían dado el visto bueno eso suponía el 85% de la voluntad popular. ¡Y mis cojones 33! Si la prensa se va a la mierda, será culpa suya y solo suya.
Jorge Nagore, en Diario de Noticias
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