Creo que la propuesta del Gobierno sobre la elección de los doce vocales del Consejo del Poder Judicial constituye una mejora procedimental con respecto a la situación actual. No la voy a defender -vamos, ni remotamente- pero, contra lo que hacen muchos, al menos la voy a situar. Vamos allá.
Supongamos que la propuesta sale adelante. En ese caso, los doce serían elegidos por mayoría simple; esto es, por el Gobierno y sus aliados parlamentarios. Es una vergüenza, desde luego, pero un apaño institucional así puede alegar en su favor uno de los atributos del control democrático: la periodicidad. Dado que cada cinco años habría de renovarse, nos encontraríamos con un gobierno de los jueces elegido por el Gobierno de turno. En la cúpula administrativa del Poder Judicial habría, por lo menos, turnismo, de acuerdo a lo que decidamos los electores. Nivel de vergüenza: 2.
Supongamos que no sale adelante y que nos mantenemos en lo de ahora. Lo de ahora ni siquiera es turnismo. Lo de ahora es una perversión que opera, de hecho, como un procedimiento que permite al PP y a la derecha controlar prácticamente siempre el Poder Judicial.
¿Qué es ‘lo de ahora’? Es un doble fraude de ley. El primer fraude de ley se denomina ‘cuotas’. Lo consensuaron entre el PSOE y el PP, y es muy representativo de la dinámica bipartidista de colonización impune de las instituciones. Lo que la legislación establece es que los vocales han de ser elegidos por mayoría del 60%. Esa precaución procedimental tiene un sentido subyacente obvio. Elevar el umbral de decisión hace que los elegidos sean personas de consenso. Si los míos, con un 55%, no pueden imponer a sus acólitos, y los otros, con su 45%, tampoco, entonces estamos obligados a elegir a personas no afectas, libres, independientes. Personas cuyos méritos sean sobre todo técnicos, no partidistas.
Ese es el sentido del umbral del 60%. Pero el PP y el PSOE sustituyeron desde el primer día esa cautela por la dinámica -inimaginable en una democracia liberal seria- de las cuotas. En vez de elegir, en sede parlamentaria, a doce personas independientes, cada una respaldada por más del 60%, mejor nos repartimos previamente los acólitos. Tú el porcentaje que te corresponda de acuerdo a tu poder parlamentario, yo mi porcentaje. Tú votas a mis acólitos, yo a los tuyos, y así todos -bien repartidos- superan el umbral del 60%. Nivel de vergüenza: 1.
El segundo fraude de ley lo practica en solitario el PP. Se denomina ‘bloqueo’. Juego al juego de las cuotas solo cuando yo tengo mayoría. Cuando no la tengo, me niego a jugar. Como no juego, nadie alcanza el 60% y el Consejo no puede renovarse. Dado que en ese Consejo yo tengo la mayoría -porque fue elegido por cuotas cuando yo tenía mayoría- sigo ganando por la mano. Monopolio de parte. Nivel de vergüenza: 3.
Y así estamos. Tres opciones sobre la mesa, todas vergonzosas. Opción vergüenza 1, cuotas y reparto. Opción vergüenza 2, turnismo y mayoría periódica. Opción vergüenza 3, bloqueo y monopolio de la derecha. Comparto las críticas a la propuesta del Gobierno, pero depende de dónde vengan me merecen una consideración mayor o menor. Si vienen de intelectuales y medios cercanos al PP que han puesto el grito en el cielo cuando nuestro particular ‘vergüenzómetro’ ha señalado la posibilidad 2, pero han callado satisfechos mientras estábamos en el 3, que es donde estamos, asumo que no me encuentro ante críticas honestas, sino ante mera propaganda partidista. Si las críticas vienen del PP, que es el que mantiene la vergüenza en el nivel 3, me pregunto asombrado cómo es posible tanto aplomo.
¿No hay más opciones? ¿Estamos, en este país, condenados a la infamia? La plataforma Más Democracia acaba de proponer un sistema novedoso, basado en un filtro profesional previo, que, aplicado a los jueces que quieran postularse, dejaría unos 120 candidatos, los 120 mejores. Entre ellos se elegiría por sorteo. A los doce seleccionados se les aplicaría, además, un filtro parlamentario, que cada uno habría de pasar con un 60% de apoyo. Si alguno de los doce no lo supera, entra el siguiente del sorteo. Es una muy buena iniciativa, que surge de la sociedad civil y que nos distancia de la vergüenza partitocrática en la que, a día de hoy, nos hallamos instalados en esta cuestión. En Europa ya nos comparan con Polonia y Hungría.
Parece que, tras la moción de censura, el PP y el PSOE van a ‘negociar’ de nuevo. Es decir, volvemos a la vergüenza nivel 1. Es mejor que las otras, pero sigue siendo una vergüenza. Nos merecemos otra cosa, y la iniciativa de Más Democracia señala el camino, que no es otro que más aire y más Europa en el CGPJ…, lo está pidiendo a gritos.
Jorge Urdánoz, Profesor de Filosofía del Derecho en la Universidad Pública de Navarra
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