Recibí con la suficiente antelación su amable misiva para asistir al acto de homenaje y reconocimiento que me hacía personalmente, junto al resto de funcionarios y empleados de la Administración de la Comunidad Foral que habíamos concluido nuestro servicio activo durante el año 2013. En ella decía que la culminación de toda una vida de trabajo, de dedicación responsable y continuada al servicio de Navarra merecía un gesto de gratitud, finalidad esencial del acto.
Me adjuntaba una serie de indicaciones sobre los acompañantes que podía llevar, la confirmación previa de mi presencia, los controles de acceso que debería superar, los obsequios personales que recibiría (insignia del escudo de Navarra y diploma), la presencia de un fotógrafo profesional para inmortalizar el momento de la entrega, mi deseo expreso de que el diploma estuviera escrito en castellano o en vascuence, y la constancia de mi incapacidad física (si fuera el caso) para ser atendido en condiciones. Si no podía asistir, los obsequios se encontrarían a mi disposición en la oficina de la sección de Protocolo.
Eché de menos que nada se decía de la vestimenta, e imaginé que sería por lo ocurrido el año anterior con unos desaprensivos que asistieron con camisetas reivindicativas de no sé qué les habían recortado, o qué les quedaba corto, o algo parecido. He de señalarle que yo no soy de esos que gritan, arman broncas con cualquier excusa y no respetan a la autoridad. El que no quiera ir que no vaya, y ya está.
Agradecí su invitación, almibarada con la vanidad de que por fin iba a ser homenajeado. Casi nada lo del ojo, después de tantos años trasteando con alumnos, inspectoras, madres y ciudadanos de todo pelaje y condición. ¡Qué menos! Sin embargo, a los pocos días, me llegó una citación del Hospital de Navarra para realizarme un TAC, con mi consentimiento firmado desde agosto último, casi a la misma hora que el homenaje.
Pesé y sopesé pros y contras, porque las dos no podían ser. Con más que pesar, que para mí se queda, opté por mi salud. La insignia y el diploma ya los recogería en otro momento, pero, si no me presentaba en el TAC, corría el riesgo de volver a la lista de espera y morir en el camino, lo que no era plan. Me alié con el refranero y prioricé la salud.
Como estoy seguro, señora presidenta, que me echaría de menos y dado que no he tenido oportunidad de presentar personalmente mis disculpas porque siempre me contestaban que andaba ocupada, me he decidido por escribirle en un medio público porque, aunque suene paradójico, le llegará con mayor rapidez.
Esperando acepte mis disculpas.
Juan Manuel Campo Vidondo (Peralta), en Diario de Noticias
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