Costa Rica irá a una segunda ronda electoral este 6 de abril entre el oficialista Johnny Araya y el opositor centrista Luis Guillermo Solís (Partido Acción Ciudadana, PAC). Este politólogo superó de manera sorpresiva a todos sus rivales, incluido al candidato José María Villalta, el joven que materializó la primera opción real de la izquierda de llegar al poder en este país centroamericano de democracia estable y de economía abierta.
Por segunda vez en su historia, ninguno de los candidatos logra el 40% mínimo para triunfar en primera vuelta. Con el 80% de las mesas contadas al final de una campaña volátil e inaccesible para las encuestas, Solís se hizo con el 31% de los votos válidos, apenas un punto porcentual (21.000 apoyos) por encima de Johnny Araya, que hace tres meses era el favorito, pero al final no pudo sacudirse de los reclamos populares contra el gobierno de Laura Chinchilla, según su propia justificación.
Con el duelo Solís-Araya, queda sin opciones Villalta (Frente Amplio, el diputado rebelde que aprovechó el malestar con la política tradicional y fue creciendo en las encuestas hasta preocupar a círculos de empresarios y grupos conservadores. Temían que Costa Rica se sumara a la lista de países que integra la “nueva izquierda” de América Latina. Más en concreto: temían que Villalta trajera el “chavismo” o el “comunismo”, mensaje que caló en parte de los 3,1 millones de electores.
El joven trató de forzar su discurso hacia el centro ideológico, pero cayó en vacíos y en puntos de contradicción con otras figuras de su partido. Al final, no logró cerrar como esperaba. Solo el 17% de los votantes lo apoyaron, aunque sí logró el notable incremento de su fuerza legislativa, pues él es ahora el único diputado y en el próximo cuatrienio el Frente Amplio tendrá nueve.
Por Villalta, por la fuerza que logró Solís y por la postura revisionista del candidato oficialista del Partido Liberación Nacional (PLN, fundado como socialdemócrata), la política ha hecho un leve viraje hacia el centro en este país aún orgulloso de sus logros sociales, como la sanidad social, la educación pública y las garantías laborales. Sin embargo, la desigualdad social ha crecido en la última década más que en otro país de América Latina, la pobreza se estanca en 20% y el desempleo ronda 10%, a pesar de la creciente apertura económica y las cifras relativamente sanas de producción, aunque el déficit fiscal supera el 5%. Tanto el PLN como el PAC proponen hacer reformas fiscales que permitan elevar la recaudación.
Fuera de la contienda han quedado el Partido Unidad Social Cristiana (PUSC), que formó parte del extinto bipartidismo de la segunda mitad del siglo XX y el Movimiento Libertario, cuyo candidato Otto Guevara también debió forzar su mensaje de liberalismo radical hasta presentarse como un “liberal de centro”, con principios cristianos, según él.
Todas las opciones políticas planteaban un cambio, con más o menos contundencia, después de dos gobiernos seguidos del PLN con una Asamblea Legislativa atomizada, durante los cuales se redujo la confianza popular en el sistema político. El abstencionismo de este domingo ronda el 32%, similar al del 2010.
Este descontento ciudadano con la política tradicional pudo haber sido una ventaja para Luis Guillermo Solís, quien nunca antes ha optado por cargos de elección y solo ha ocupado puestos de segunda línea en dos gobiernos del PLN, en el que él militó hasta hace ocho años. Se le ve como un rostro nuevo, tanto como que al comenzar esta campaña solo lo conocía uno de cada seis ciudadanos.
Ese “desconocido” de buen verbo se mantuvo al margen de la pelea ideológica entre Villalta, Araya y Villalta, una de las marcas de esta campaña electoral. Sin dinero ni el favor de las encuestas para obtener créditos y financiar la campaña, los abundantes debates en medios de comunicación le permitieron darse a conocer y presentarse como una opción moderada. Ahora, sin embargo, apuesta a alianzas para enfrentar la maquinaria de organización del PLN. “No habrá en las próximas semanas transacción que no se conozca, como siempre ha sido el caso en el PAC, por encima de la mesa”, dijo exaltado en su discurso.
Araya también abre los brazos a alianzas con otras agrupaciones, conciente de que con solo la fuerza del PLN se expone a sufrir una derrota como la que sufrió en el 2002 su hermano y actual asesor, Rolando Araya, quien pasó segunda ronda y cayó derrotado contra Abel Pacheco (PUSC), en una elección que marcó el fin del bipartidismo y el inicio de un sistema más centrado en resolver el dilema de los tradicional o lo alternativo. Algo de eso irá a las urnas el 6 de abril.
Álvaro Murillo, en El País
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