La presidenta Barcina premia la fidelidad hacia su figura, ni siquiera hacia el partido, por encima de todo, también del tirón electoral o de la trayectoria profesional de muchos de sus compañeros de UPN. Lo saben en su partido, muchos lo reconocen en privado y no pocos temen las consecuencias que pueda tener el rumbo del Gobierno de aquí al final de la legislatura. La presidenta se ha rodeado en el Ejecutivo de un estrecho círculo en el que los consejeros con mayor peso son quienes fueran sus fieles escuderos en el Ayuntamiento de Pamplona, además de dos consejeras, muy cuestionadas políticamente, que forman parte desde hace años de su entorno de amistades. La presidenta conserva, además, el control en el Ayuntamiento del que fuera alcaldesa, con un primer edil elegido expresamente por ella y dos fieles aliados como los concejales con más galones.
Aunque esta forma de ejercer el mando político en el caso de Barcina viene de atrás, la ruptura del Gobierno de coalición con el PSN en junio de 2012 término de llevar a la líder de UPN a una situación de aislamiento político marcada por la autocomplacencia. La gota que colmó el vaso de la paciencia de la presidenta para romper con los socialistas fue la denuncia por parte de Roberto Jiménez, vicepresidente entonces, de un agujero en las cuentas públicas, aunque los problemas desde el inicio del mandato habían sido incesantes. La presidenta achacó el rotundo fracaso del experimento de Gobierno en coalición con las socialistas a la falta de confianza entre los miembros del Ejecutivo. Su reacción no pudo ser más elocuente. Roberto Jiménez abandonó la vicepresidencia y la nueva número dos fue, con la salida de Miranda, la hoy consejera de Economía y Hacienda, Lourdes Goicoechea, hasta entonces con la cartera de Innovación, Desarrollo Rural, Industria y Medio Ambiente. Con todo, hubo un nombramiento más expresivo si cabe de esa voluntad de la presidenta de rodearse de su gente aun defenestrando a antiguos pesos pesados del partido. El nuevo consejero de Políticas Sociales, en sustitución de la socialista Elena Torres, sería Jesús Pejenaute, un hombre cuyo nombramiento tuvo mucha miga.
El 'caso Pejenaute'
Apenas duró en el cargo cuatro meses, ya que el 22 de octubre de 2012 Barcina aceptaba su dimisión, presentada después de que la asociación Kontuz! anunciara la presunta implicación del exconsejero en un delito de blanqueo de capitales en el año 2007, durante su etapa en Caja Navarra. Lo más grave de esta situación fue que, como se conocería más tarde, la presidenta había decidido nombrarle sabiendo de la polémica operación, un intento de blanqueo en billetes de 500 euros tras la venta de un ático de lujo en Barcelona. Este nombramiento para la cartera de Políticas Sociales tenía su explicación en que Pejenaute había sido quien había abierto a Barcina las puertas del partido en los pueblos de la Ribera.
En la primavera de 2009, tras el Congreso que nombró a Barcina líder del partido, la hoy presidenta incorporó a Pejenaute a la ejecutiva de la formación regionalista como asesor personal. El exconsejero fue el impulsor de la campaña que llevó a la presidenta a fotografiarse en la entrada de 272 municipios de Navarra. Tras la ruptura del pacto con los socialistas, Barcina decidió nombrar a un hombre de confianza como el locuaz Pejenaute, a pesar del riesgo de que la polémica operación saliese a la luz.
Sus cuatro consejeros
Al exdirectivo de Can le sustituyó Íñigo Alli, aunque hoy el núcleo duro del Ejecutivo de Barcina lo forman otros consejeros más cercanos a la presidenta. Tras su paso por el Ayuntamiento de Pamplona, Barcina decidió llevarse al Parlamento a sus dos principales escuderos en el Consistorio pamplonés, Juan Luis Sánchez de Muniáin y José Iribas. Para ellos serían dos de los cargos más importantes ya en el Gobierno en coalición con los socialistas. Aunque en el Ayuntamiento había sido el responsable de Urbanismo, Sánchez de Muniáin sería, además de portavoz del Ejecutivo, el consejero de Cultura y Relaciones Institucionales. Mientras, José Iribas se encargaría de la consejería de Educación, la misma materia que había gestionado en el Ayuntamiento entre 2007 y 2011.
La presidenta les agradecía de esta manera los servicios prestados, sobre todo en su última etapa como alcaldesa. Nadie olvida en el Ayuntamiento las encendidas intervenciones de uno y otro en el salón de plenos, donde se turnaban las portavocías para dar oxígeno a la presidenta en una época en la que llegó a ser reprobada por la mayoría municipal. Junto a los dos exconcejales, la camarilla de Barcina en el Ejecutivo la completan Lourdes Goicoechea y Marta Vera, ambas amigas personales de Barcina desde tiempo atrás. Goicoechea pasó a ocupar el número dos del Ejecutivo tras aquella expulsión de Jiménez, aunque no se hizo con la cartera que abandonaba el líder socialista (Administraciones Públicas e Interior) sino con la de Economía y Hacienda, ya que Álvaro Miranda también abandonó el Gobierno entonces. Curiosamente, el exconsejero era el único que venía del Gabinete anterior, aunque apenas duró un año con la presidenta.
Las últimas dimisiones en la Hacienda Tributaria han dejado a Lourdes Goicoechea en una situación sumamente complicada. Si la legislatura ya estaba siendo un vía crucis para la vicepresidenta, las alusiones de la exdirectora gerente de Hacienda, Idoia Nieves, a la "ausencia de objetivos" en materia fiscal por su parte han terminado de poner en entredicho su labor al frente de un área crucial. No menos cuestionada está Vera, a quien esta semana Barcina ha decidido ratificar en el cargo a pesar de la descomunal crisis que se vive en Salud y de la cascada de dimisiones (incluida la del director gerente de Osasunbidea y la cúpula del Complejo Hospitalario, así como las de una enorme lista de altos cargos).
Ni el fiasco de la reforma de la atención continuada, ni la polémica en torno a la cocina hospitalaria ha impedido que Barcina haya valorado "positivamente" la gestión de Vera este miércoles, con la consejera en la cuerda floja. La dimisión de cualquiera de las consejeras habría llevado a Barcina a un túnel sin salida en un momento en el que su objetivo fundamental es llegar a 2015. Si caían, dejaban k.o. a la presidenta, y han optado por continuar. En todo caso, Goicoechea ya ha manifestado que no tiene intención de continuar en la arena política la próxima legislatura y todo indica que Vera seguirá el mismo camino.
Hasta el Ayuntamiento
Un paso por detrás de este grupo de consejeros, Barcina cuenta con un pequeño grupo de asesores con su jefa de gabinete, Ana Setién, al frente (quien le acompaña desde su época en el Ayuntamiento), y con Sergio Sayas como una de las figuras más emergentes. Este parlamentario natural de Buñuel es, a sus 35 años, secretario de Organización y Comunicación de UPN y miembro de su Comité Ejecutivo. Sayas desarrolla labores de comunicación y es la principal referencia de UPN en los debates en los medios de comunicación. Abundan en el partido las voces críticas con sus salidas de tono en los medios y que critican el peso de jóvenes, con sueldos por encima de los 50.000 euros, llegados directamente de Juventudes Navarras (donde ostentó la presidencia) sin haber conocido la empresa privada y alejados de cualquier mesura en el debate político. En todo caso, Sayas es el ariete de la presidenta en una Ejecutiva perfectamente controlada
El pasaporte que ha valido a Sayas para escalar posiciones en UPN es el mismo que le ha servido a Fermín Alonso para convertirse, a sus 31 años, en uno de los hombres de Barcina en el Ayuntamiento. Lo fundamental es la fidelidad a la líder regionalista, que de hecho le reclutó cuando tenía 25 años para su lista al Ayuntamiento. En su caso, tampoco se le conoce trabajo alguno en la empresa privada más allá de unas prácticas en Popular TV -es licenciado en Comunicación Audiovisual- y también comparte con Sayas un pasado como presidente de Juventudes Navarras y una firme intención de hacer carrera política. Esta semana ha sido reprobado por la mayoría municipal en el pleno, aunque poco le ha importado. Fiel a su estilo, que roza la provocación, el edil de Educación y Cultura ha saludado esta censura de los grupos "si sirve para que la oposición hable de Cultura".
Un peldaño por encima de Alonso se encuentra Ana Elizalde, que ha pasado de ocuparse de la Seguridad Ciudadana de la ciudad en la etapa de Barcina a gestionar la economía pamplonesa. Aunque en realidad su papel va mucho más allá. Esta legislatura le ha tocado ejercer el rol que antes desempeñasen Juan Luis Sánchez de Muniáin y José Iribas, lo que ha llevado a la oposición a criticar reiteradamente su lenguaraz estilo. Quién sabe si como a sus predecesores esto le granjeará nuevas oportunidades en el futuro.
Elizalde mantiene una estrecha relación de amistad con Sánchez de Muniáin, con Ana Setién, jefa de gabinete de Barcina, y con José Vicente Valdenebro, gerente del Ayuntamiento, otra apuesta personal de Barcina tras su paso por la dirección de Proyectos Estratégicos la anterior legislatura. Aunque su peso político es mucho menor, la edil de Bienestar Social, Ana Lezcano, también desembocó en el Ayuntamiento fruto de su gran amistad con la presidenta.
En todo caso, la gran apuesta para Pamplona de Barcina fue Enrique Maya, fiel gerente de Urbanismo durante las legislaturas de la actual presidenta en el Consistorio. La número uno de UPN decidió personalmente que él sería el candidato de la formación regionalista a la alcaldía, aunque ni siquiera era afiliado y era un absoluto desconocido. Un día, tomando un café, la presidenta desveló su intención a Maya, que aceptó y fue ratificado por el partido con Barcina como principal valedora. No está claro si a día de hoy Maya agradece a Barcina que, contra todo pronostico, apostase por él para el cargo o si, por el contrario, aún maldice el día en el que aceptó la propuesta. El mandato del actual alcalde está siendo lo opuesto a un paseo y Maya ha ido de traspié en traspié durante la legislatura. Desde luego, el alcalde poco tiene que agradecer a la presidenta en lo relativo a la polémica de las dietas de Caja Navarra, donde se puede decir que se sentó a una mesa ya puesta que Sanz, Barcina y Miranda se habían encargado de engalanar.
Aquella polémica le costó un paseíllo ante los Juzgados y estuvo a punto de cargarse de un plumazo su carrera política. Una trayectoria que nació precisamente de ese afán de la presidenta por rodearse de gente de plena confianza con el fin de controlar los hilos del Ejecutivo y del Ayuntamiento, aunque hoy estén resquebrajados.
Ander Goyoaga, en Diario de Noticias
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