martes, 6 de octubre de 2009

HASTA QUE LA MUERTE LOS SEPARE

Roberto Sanz y Miguel Jiménez, los sobresalientes transformistas de la política navarra, han sellado un nuevo pacto. A su estilo. Una especie de omertá a la navarra, como vienen haciendo los social-sanzistas desde hace años. Y, aunque escenifiquen lo contrario, se muestren correosos entre ellos, o incluso se reten dialécticamente en un cuadrilátero apañado, ambos tahúres saben que solo ellos son los dueños de esta timba. Y, ni hay, ni habrá trampa entre ellos. Porque se necesitan mutuamente en este circo de la confabulación y la apariencia. Así están las cosas.

Y es que, aparentemente, nadie, salvo los chacales de la política navarra, ha logrado entender el último órdago de Sanz. El que les ha echado a los últimos mohicanos de la convergencia navarra, la gente de CDN. Tal vez no haya nada que entender ni nada que explicar. A esto hemos llegado. Hace años, muchos años, que algunos políticos navarros le ocultan a su mano izquierda lo que hace la derecha. Y viceversa. Y no pasa nada. Todo se enmarca en un escenario en el que las cosas ya no se hacen por alguna razón. Quiero decir alguna razón sustentada en principios honestos. O si se hacen, importa bien poco el sentido y la integridad de su ejecución. Porque hace tiempo que la verdad es un apósito incómodo en esta tierra de gigantes de la imprescindibilidad.

Nadie se cree que la huida de los convergentes de las posturas sanzistas en materia de euskera haya sido la causa de su asesinato político. Sanz lo explica, pero ni él mismo se lo cree cuando lo dice. Jiménez calla y asiente creyéndose el único campeón de la credibilidad en esta soberbia comunidad del simulacro. Quizá no sepa, a estas alturas de su servilismo, que en tiempos de crisis, solo la imaginación, es más importante que el reconocimiento.

Tal vez esta decisión, la de apartar a los convergentes del equipo de gobierno, como otras muchas tomadas por Sanz, no responda a un calentón, tampoco a un desencuentro como se ha dicho. Detrás de esto hay razones ocultas. Porque las expresadas y reconocidas son pura falacia, necesaria en un escenario político degradado donde las ideologías tienden al coste cero y donde la sinceridad se ha hecho imposible.

Sanz necesita a los socialistas como éstos necesitan a Sanz. Hasta que la muerte los separe. Su simbiosis política no es de hoy ni de ayer. Ambos saben respectivamente de sus pasados inconfesables y un enfrentamiento entre ellos los llevaría directamente al paro. Porque ambos se deben favores. Por eso blindaron sus posiciones en las pasadas elecciones. Por eso sellaron, en una timba celebrada en Madrid, su futuro compartido. Un futuro sin injerencias al servicio de España, España y más España. Porque ambos están cerrando el círculo del bipartidismo centrado. Ni tierra, ni Reyno de diversidad. Aquí no cabe nadie más. Vean la última foto de los consejeros sanzistas y atrévanse a decir que ahí estamos todos. Ahí no cabe nadie. Ni por la derecha ni por la izquierda.

Amparados en la sacrosanta gobernabilidad de Navarra, esa chuchería del espíritu foral que se han inventado para demostrar que existe una razón de Estado que solo a ellos les pertenece, los social-sanzistas se perpetuarán hasta el día del Juicio Final. Ni unos ni otros necesitan negociar con otras fuerzas. Se apañan entre ellos sabiéndose imprescindibles de un gobierno en el que cualquier pifia adquiere dignidad y cualquier canallada carta de nobleza. Ellos solos se bastan para hacerse inmortales.

Así las cosas, no es de extrañar que a los socialistas se les haya bajado la libido del cambio. No necesitan gobernar. Han preferido que Sanz gobierne por ellos. Y aquí no hay desgaste que valga. Ambos se benefician de una estrategia imbatible. Sanz no verá amenazado su califato foral y los socialistas tampoco su condición de bisagras si siguen apoyándose mutuamente al servicio, una vez más, de objetivos ajenos a ellos mismos, a sus principios, a Navarra y a esa democracia representativa tan prostituida que dicen defender. La recompensa seguirá siendo el poder, pero más allá del poder, la letra pequeña de sus hipotecas políticas les obliga al apoyo incuestionable de un proyecto político estatal en el que la centralidad del reino de España impida todo intento de subversión periférica. Más aún, al bloqueo de los nacionalismos, radicales o democráticos, es igual, y todo intento de radicalizar los modos, maneras, proyectos y estrategias de una acción política de izquierdas necesitada de una urgente repolitización. Y mientras Sanz y Zapatero coincidan en esto, no hay cambio posible. Pero aun suponiendo que Rajoy ganara las próximas elecciones, tampoco será viable el cambio en Navarra, porque esta estrategia de la perversidad y de la exclusión de las diferencias, sigue coincidiendo con los intereses de la derecha estatal.

Solo así se explica que Sanz incite a los socialistas a romper con Nabai allí donde han sellado alianzas. Solo así se explica la necesidad de Sanz de liberarse por la ultraderecha, (PPN) y por el centro (CDN). Solo así se explica que los socialistas hayan abandonado toda opción de cambio y de recambio. Solo así se explica la política de acoso y derribo a Nabai, auténtico enemigo público real de ambas formaciones. La suma de estas estrategias define la intencionalidad antidemocrática del social-sanzismo. Y ésta no es otra que la definitiva exclusión de ideas, personas, dinámicas, modos, corrientes y proyectos identitarios o de izquierda, sean nacionalistas moderados, radicales, izquierdistas sociales, vasquistas de izquierdas u otras combinaciones que hagan frente a esta situación de anquilosamiento social y político. Porque aquí la democracia ha llegado a un límite. Y ese límite es infranqueable.

Así las cosas, Nabai representa una amenaza real. Pero más allá de la amenaza numérica en votos, Nabai puede ser el catalizador de la urgente necesidad de romper esta perversa lógica en la que el futuro carece de esperanza o peor aún, éste es un tiempo inexistente porque ya ha ocurrido. Nabai no será la primera fuerza electoral en esta tesitura. La realidad es la realidad. Pero puede ser la segunda de manera muy holgada. Y ello, ante la disolución de la derecha y la ultraderecha navarra, se presenta como una oportunidad. Sanz lo sabe y por eso seguirá esclavizando a los socialistas aunque estos jueguen en segunda o tercera división. Ellos son los únicos que responderán a sus estrategias y viceversa. De ahí la importancia que tiene el liderazgo de un proyecto progresista, aglutinante y cohesionador de voluntades. Porque sí importa el cambio. Porque frente a esa amenaza de un futuro cerrado a cal y canto, es necesaria, más que nunca, la unión estratégica de una izquierda que hoy muestra signos de un cansancio autodestructivo. Porque el presente de Navarra no se merece un final así.
Paco Roda

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