No producen, no aportan, gastan millones de euros al año en lujos y caprichos y viven en una burbuja tan impermeable que incluso pueden delinquir sin que se les pueda juzgar. Ni siquiera tienen más mérito para disfrutar de esta vida que haber sido enchufados. Así es la monarquía, así son los mantenidos.
Ayer conocíamos la noticia: la princesa Leonor estudiará el bachillerato en un colegio de Gales que costará 76.500 euros al año. La Educación Pública del país que reina no es lo suficientemente buena para la familia real. No lo era ya, pues las niñas estudian un exclusivo colegio privado, al que acude la descendencia de la élite económica. Nada de mezclarse con los vasallos, no sea que conozcan realmente el país que los mantiene.
Mientras la pobreza avanza a pasos agigantados en España, los mantenidos ven incrementada su partida rozando los 8,5 millones de euros. Las personas que viven en la Cañada Real de Madrid, en los Asperones o Palma Palmilla de Málaga, en O Calvario de Vigo o en las Tres Mil Viviendas de Sevilla pagan los trajes de alta costura de la familia real, sus joyas exclusivas, sus coches de lujo, su servidumbre, sus piscinas, sus casas palaciegas y viajes de ocio, sus operaciones de cirugía estética, su educación y sanidad privada...
Si un niño o una niña, con su ignorancia inocente, preguntara ¿para qué sirve un rey? pondría en un serio aprieto a un adulto honesto, hasta el punto de que preferiría retomar el discurso de las flores y las semillas o la cigüeña. Basta echar un vistazo a la agenda de los mantenidos para ver que sus aportaciones al país se limitan a asistir a actos, cuales jarrones a los que algunos aún sacan brillo hoy, repetir discursos con diferentes palabras -a veces, tan sólo descolocadas-, o entregar galardones como quien entrega una degustación en un supermercado.
Hay quien a estas alturas habla de que el rey es símbolo de unidad, pero ¿qué unidad puede generar alguien que no conoce su país? ¿Qué pueden aportar unos mantenidos que toman el dinero público para disfrutarlo de una manera elitista, con absoluta opacidad y blindados contra el escrutinio público por determinados partidos políticos? ¿De qué unidad nos hablan cuando cesan a unas personas por rotular en la televisión pública la realidad, que tanto la nieta como el abuelo se van de España?
La desfachatez parece algo intrínseco a la condición de mantenido, porque igual que el emérito defraudador se iba de safari cuando más golpeaba la crisis, la niña se va a un internado que nos cuesta casi seis veces el Salario Mínimo Interprofesional cuando todos los indicadores indican que la pobreza se ha disparado espoleada por el coronavirus. Tan cuestionados, tan cercados se sientan los mantenidos, que han tenido que precisar que esos 76.500 euros saldrán de su asignación... no fuera que, aunque el dinero sale del mismo sitio, del bolsillo de sus vasallos, corriera a cargo de Patrimonio, como tantos otros lujos que solo ellos disfrutan.
Así las cosas, va siendo hora de que los mantenidos se independicen y, tan formaditos que están, comiencen a ganarse la vida como hacemos el resto; todo ello, previo referéndum en el que todos sus mecenas podamos decidir si queremos seguir viviendo en muchos casos en la exclusión para que ellos continúen con su vida de ensueño.
David Bollero, en Público
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