Un parado sin estudios con menos de 1.000 euros al mes que al preguntarle por su clase social explica que es clase media. El estereotipo de clase media aspiracional adquiere casi tintes grotescos en la autopercepción del votante tipo de Vox que mostró la encuesta del barómetro del CEO en la provincia de Barcelona y que tendría que haber hecho saltar las alarmas de la izquierda. En Barcelona el partido con mayor porcentaje de parados y personas de clase baja entre sus posibles votantes es Vox. La muestra puede no ser lo suficientemente representativa pero aporta claves a las que prestar atención en las elecciones. Sobre todo, por encima de todo, el votante potencial de Vox es el que tiene la identidad como elemento fundamental de su elección. La cooptación de la extrema derecha de los votantes potenciales de la izquierda no ha llegado por las cuestiones materiales, sino nuevamente por las guerras culturales y la identidad. El nacionalismo español es el que mueve la silla a la izquierda.
Hombre, nacido en Cataluña, castellanoparlante, parado, que se cree clase media y que gana menos de 1.000 euros al mes. Es muy probable que suceda como en las elecciones de noviembre de 2019, que Vox sea el más votado en distritos de Barcelona como Sarriá (el más rico) y en Nou Barris (el más pobre). La clase baja que vota a Vox lo hace por cuestiones culturales y la clase alta por cuestiones materiales. La alerta que durante mucho tiempo estaba entre la izquierda de este país empezará a conformarse este domingo en el cinturón metropolitano de Barcelona, antes votante de izquierdas, consolidando la deriva iniciada con Ciudadanos en los pasados comicios. No significa que serán mayoría allí, pero sí que su votante será mayoritario entre esos parámetros. El lepenismo empezará a asomar.
Una base social estructurada entre castellanoparlantes de clase media baja con el nacionalismo español como elemento troncal de su identidad y en barrios y distritos donde la inmigración y la inseguridad son problemas cotidianos. El discurso de Vox en estas elecciones ha estado directamente vinculado a asociar a la clase dirigente en Cataluña como una oligarquía solo preocupada por el procés y las cuestiones identitarias catalanas y a alertar de la islamización de los barrios y de la inseguridad. Un discurso populista e identitario y próximo al Frente Nacional de Le Pen sin necesidad de presentar medidas económicas concretas. El chovinismo del estado del bienestar ha aparecido en Cataluña con más firmeza y eficiencia desde que Vox apareció en el panorama español aludiendo a expulsar a los musulmanes por abajo y a las oligarquías independentistas por arriba para asegurar una arcadia a los españoles de clase baja. Un discurso favorecido por el que enarbolan los adversarios nacionalistas que operan de la misma manera y a la inversa.
El votante de Vox en la corona metropolitana de Barcelona es una muestra de lo que el identitarismo catalán desprecia y denomina como "ñordo", un catalán de segunda generación al que consideran un colono por haber sido hijo de inmigrantes andaluces y extremeños enviados por el franquismo para diluir la identidad catalana. Xenofobia contra la xenofobia, la pendiente resbaladiza sin asideros sobre la que asoma una región cuando los nacionalismos empapan todo. El discurso nacionalista catalán contra los castellanoparlantes es una reformulación de la teoría supremacista neonazi del "Gran Reemplazo", que argumentaba que la inmigración de países africanos a Europa tenía como objetivo diluir la identidad occidental. El votante potencial de Vox en Cataluña es para los nacionalistas esencialistas catalanes lo que los inmigrantes musulmanes son para Vox. La tormenta perfecta del odio.
Otra de las claves a tener en cuenta es que en el perfil del votante de Vox en Barcelona se está produciendo una divergencia con el perfil del votante de Vox en Madrid y en las regiones donde no existe una identidad regional arraigada. La peculiaridad de Barcelona es un laboratorio perfecto para que el partido posfascista de Abascal experimente con la lepenización que le permita arrancar votos entre la clase trabajadora. Una situación preocupante por el efecto arrastre que pudiera tener en el resto del país.
En Madrid la mayoría del votante de la formación de extrema derecha es de clase alta o media-alta. En Barcelona ocurre justo a la inversa. La razón es que prima el factor cultural sobre el de clase. El barómetro del CEO aporta unas claves que pueden dilucidar un movimiento tectónico sociológico vinculado al nacionalismo ganador en cada territorio y a las oligarquías dominantes que puede explicar esta distinción. El nacionalismo español en Cataluña es minoritario, perdedor, por eso se explica que el votante de Vox pertenezca a este estrato como reacción al nacionalismo catalán, de clases más acomodadas y que maneja el poder real y simbólico. La identidad zaherida en Cataluña es la española, allí es ese el nacionalismo oprimido.
Las elecciones en Cataluña darán claves importantes para dilucidar cuál será el futuro de la formación de extrema derecha en España. Si los resultados en la zona metropolitana de Barcelona y en los barrios más desfavorecidos se confirman con los que indica el detalle de las encuestas, la excepción de Vox como partido de extrema derecha que no encontraba acomodo entre las clases populares se habrá terminado y será el lugar sobre el que incida en próximos comicios. Si esa circunstancia se confirma estaremos en la peor de las situaciones. Con una crisis pospandémica de consecuencias inimaginables y con una izquierda desnortada en constantes conflictos se producirá el escenario propicio para que la lepenización de Vox sea una certeza de consecuencias dramáticas. Ya es tarde para cambiar el rumbo de colisión.
Antonio Maestre, en eldiario.es
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