domingo, 13 de julio de 2014

MORIR EN GAZA

Ya ha ocurrido antes. Todo se repite. Israel bombardea Gaza. ¿Y qué? Todo pasa sin que pase nada. Una y otra vez. A esta matanza le precedió otra, le llamaron Pilar Defensivo, noviembre de 2012, 150 muertos, y antes fue Plomo fundido, diciembre 2008-enero 2009, 1400 muertos, y Lluvias de verano en el verano de 2006, 450 muertos, y Dias de Penitencia en septiembre de 2004, y Cinturón Defensivo en abril de 2002, en Cisjordania, 545 muertos… Una y otra vez.

Entremedias, el goteo habitual de muertos palestinos que difícilmente llega a ocupar un breve en la prensa occidental, las razias del ejército israelí irrumpiendo por la noche en las casas, llevándose a los hombres y a veces también a los niños porque a los 12 años ya se puede lanzar una piedra contra un tanque, la impunidad de los colonos que queman labranzas y olivares y las excavadoras del ejército demoliendo la vivienda del vecino o la tuya o las dos, y la indiferencia de los soldados del check-point mientras una larga cola de mujeres y hombres, ancianos y niños espera que les dejen pasar… Entremedias, la atroz cotidianidad de la ocupación.

Conviene recordarlo. Porque el relato que señala los cohetes de Hamás como desencadenante de esta escalada de violencia es falso. Está elaborado para ocultar la realidad. No es el relato de los hechos. Es el relato israelí de los hechos. Y siendo la versión israelí, es también la estadounidense, y siendo la versión estadounidense, es también, para nuestra vergüenza, la de la diplomacia europea. Y la de los grandes medios estadounidenses y europeos.

Pero el punto cero de la escalada de violencia que desemboca en esta matanza contra la población de Gaza, no está en los cohetes lanzados desde la Franja , ni en el asesinato de tres jóvenes israelíes en Cisjordania, ni en el del adolescente palestino que vino después, tampoco en el impacto de las imágenes recogidas días antes por la cámara exterior de una tienda de Ramalla en las que vimos caer, alcanzados por disparos de un francotirador del ejército israelí, a dos chavales que paseaban tranquilamente por la calle. En realidad el desencadenante, o más exactamente, la razón de esta última demostración de barbarie, no es un acto de violencia, sino lo contrario, un acto de paz, un compromiso de reconciliación. Entre palestinos. El acuerdo entre Fatah y Hamas que ha conducido a un gobierno de unidad nacional y al anuncio de elecciones presidenciales en el plazo de unos seis meses. Ese es el desencadenante de esta escalada. Y su objetivo.

La airada reacción del Primer Ministro israelí a las pocas horas de conocerse el acuerdo fue tan desmesurada como previsible. A Benjamin Netaniahu se le da bien sobreactuar, sabe que tiene un público propicio. De modo que el acuerdo con Hamás tenía que presentarse como el nuevo e insalvable obstáculo para la paz, como antes lo fue la división entre el gobierno de Gaza y el de Cisjordania y antes Yasser Arafat cercado en la Mukata y antes aún la OLP y así hasta llegar a Golda Meir y su famosa frase: “¿ Palestinos? Los palestinos no existen”.

El caso es que los palestinos que, mal que le pesara a Golda Meir, existían antes de que existiese Israel y además tienen la terca manía de seguir existiendo, parece que, pese a todas las dificultades y suspicacias, estaban en vías de recomponer la perdida unidad, su más preciada arma de pueblo resistente. Esta vez el afianzamiento del gobierno de unidad nacional, incluido un cambio en la postura europea hacia Hamas, parecía posible. Y eso no es algo que el gobierno israelí esté dispuesto a tolerar. Hamás nunca ha sido la causa ni el objetivo. El objetivo es el acuerdo de unidad nacional. Para acabar con este acuerdo, están bombardeando Gaza.

Teresa Aranguren, en La Marea

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