Dentro de cuatro días empiezan las fiestas de mi ciudad y nuestra realidad se trastocará profundamente. Hubo un tiempo en que lo más parecido a la anarquía se vivía en la Vieja ciudad feudal del Obispo. Quizás necesitábamos esa válvula de escape para soportar el universo estrecho, gris y provinciano en el que vivimos. Pero con la globalización, el progreso, la televisión, y sobre todo, las dos décadas de ayuntamiento de extrema derecha, nuestras fiestas, famosas en el mundo entero, cada año van perdiendo su espíritu de juerga baska, y se están convirtiendo en un negocio de barra y publicidad, dejando por el camino la espontaneidad, la alegría, el sentimiento profundo de libertad, que son quienes realmente construyen la fiesta. De esta forma, le están poniendo límites al horario festivo de cada cual, a las dinámicas de siempre y a las nuevas, llevan años convirtiendo el encierro, carrera popular, en una prueba atlética para “divinos” que, con el tiempo, llevarán sponsor en sus camisetas, si no han empezado ya. Los precios no dejan de subir, el botellón de extenderse. Y los conciertos, son cada vez más mediocres.
No es de extrañar esta evolución, porque hace mucho ya que son los carcamales del ayuntamiento los que las organizan ellos solitos, no dan pie a la innovación popular, y no cuentan más que con aquello que no rechina con su manera de ver el mundo, tan estrecha, gris y provinciana como el cerebro de un obispo del s XVIII español, aparte de aprovecharlas para hacer España. Y entre todas las cosas que les produce urticaria y quebraderos de cabeza, la más insoportable para la cuadrilla municipal es todo aquello que refleja que Iruña-Pamplona, a pie de calle, sigue siendo la capital de Euskalherria.
En este contexto de mercantilización de la fiesta y de gobierno hegemónico de derechas, desde los primeros años del 2000, ha tenido lugar un proceso de criminalización de la ikurriña, bandera oficial de la Comunidad Autonómica Baska, pero que para mucha gente navarra también es un símbolo de pertenencia. El 6 de julio a las 12 del mediodía millones de almas se conectan al televisor para ver el estallido de la fiesta, en un fenómeno informativo quizás único en el mundo. Es el momento de mayor trascendencia, junto a los encierros, de la fiesta, y para las mentes neoliberales que rigen la administración, el mayor escaparate del que disponen en todo el año para lucirse y hacer negocio.
Todavía recuerdo, con profunda vergüenza ajena, cómo la anterior alcaldesa intentaba quitar, año tras año, protagonismo a la persona encargada de dar fuego al cohete que anuncia la fiesta. En su infinita vanidad, no podía dejar que ese momento mediático se le escapara de las manos, y además, así, la iban conociendo en la Corte. Desde el mandato de esa sargenta chusquera ultra-nacional comenzó una caza de brujas para que en las pantallas de todo el mundo no se vea la enseña que demuestra lo que niegan, que Iruña-Pamplona es baska. De esta manera, se ha implantado la presencia policial amenazante en las entradas de la plaza donde tiene lugar el famoso “Chupinazo”, y además de vidrio, buscan y requisan las banderas. Nunca había habido policía en el chupinazo, hasta hace unos años. Y ya es algo asumido, a pesar que el azul marino de sus uniformes hace daño en el mar festivo blanco y rojo.
Esto ha tenido como reacción que jóvenes independentistas intenten colarla en las cámaras, teniendo lugar altercados con las fuerzas del desorden público. En 2010 un joven madrileño sufrió un botellazo que le ha dejado secuelas de por vida en medio de una actuación de los municipales de Santamaría, versión sádica de la que en otros tiempos era una policía que no daba excesivos problemas a la población. Yo siempre he creído que si la policía no hubiera estado ahí, ninguna botella habría volado, y para mí la última responsabilidad es la del ayuntamiento de la ciudad que deja sueltos a macarras uniformados en una aglomeración humana, a la búsqueda del demonio basko y su bandera, arengados por un militar de frontera natural de Melilla y que, siempre he pensado, todavía cree que vive en la frontera de la cristiandad de la España Imperial. Un flipao, vamos. Y por otro lado, jóvenes independentistas hasta los huevos de tanto sinvergüenza, tanto ladrón y tanta mierda de vida sin sentido, también ellos cargaos de adrenalina y testosterona.
El año pasado unos figuras disfrazaos de mozo de peña pescador, colgaron minutos antes de las 12, con unas cañas de pescar, una ikurriña gigante que ocultó la fachada del ayuntamiento, el decorado del momentazo global publicitario, hasta que 20 minutos después pudieron recogerla, y seguir con la tragicomedia Sanfermines 2013. Lo peor de ese momento fue que el ayuntamiento, en toda su irresponsabilidad de estado, mierda, dejó una multitud 20 minutos más en una plaza que da para muchos incidentes. No pasó nada, porque la mayoría de la gente, de fuera, ni siquiera se enteró de lo que estaba ocurriendo. Pero administrativamente, fue una irresponsabilidad por orgullo patriótico. El año pasado el chupinazo debía haber amanecido tras una tela roja, verde y blanca. Pero ellos, aún a expensas de poner en peligro a mucha gente, lo sacrificaron por el time share. Patéticos políticos nacionalistas españoles y del Opus, organizando una bacanal, qué aburrimiento.
Este año el ayuntamiento nos ha regalado una imagen de la reunión que preparaba la “Protección Ciudadana” en las fiestas. Había policía de todos los colores. En primer plano la guardia civil y la policía nacional, dos tíos con el uniforme y el correspondiente letrero a su espalda, cogidos por detrás. De cara y enfrente, el incombustible Santamaría, jefe de la Policía Municipal y allá al fondo, como de figurante, lejos, muy lejos, el poder elegido por votación popular, el alcalde. Me ha parecido verle, que no sé muy bien, porque era el último mono de la foto y además es tan gris que creo que si lo viera por la calle, ni le conozco. Esta imagen es algo nuevo y provocador. Y va a ser que a Iruña-Pamplona la gobierna la policía española, y no un alcalde de extrema derecha, aunque la verdad que para el caso, lo mismo nos da. La imagen es como una muestra de fuerza, un alarde, a los Otros, esos fantasmas baskos que les acechan en el limbo del Territorio Comanche de mi ciudad, esos lugares donde los policías se sienten amenazados. Seguro que ponen algún madero en los tejados, sería para reírse si no fuera todo tan preocupante. Y que creen que harán los jóvenes independentistas que el año pasado ganaron por goleada? Puede que decidan hacer otra cosa, pero creo que lo intentarán. Y con razón, les llevan provocando todo el año a que lo hagan, porque las razones para estos vecinos de la ciudad siguen siendo las mismas.
El tema de las banderas es complicado. Se concentra en un trapo y unos colores una carga emotiva de millones de personas unidas por ello y que le dan fuerza como símbolo. Pero a veces se convierten en fronteras, guerras, excusas o encubridoras de los verdaderos problemas a enfrentar. Yo entiendo profundamente a mis hermanos que hacen esa “resistencia” de las banderas en el Chupinazo.
Cuando luchan por hacer visible ese trapo, luchan por todo lo suyo, y entonces la tela se convierte en un motivo en sí misma, y se llega a sufrir, y mucho, por ella, porque en realidad el sufrimiento es por su vida y la de su gente. Pero yo pienso en mis hijos y en el pasado y el futuro y para mí la lucha en San Fermín no está tanto en que la ikurriña salga en televisión como en conseguir mejorar la fiesta, hacerla más ecológica, más euskaldún, más participativa, que genere más cantidad de negocio, que nos haga a cuanta más gente y animales más felices. Pero eso supone una apuesta a largo plazo, con un trabajo multitudinario cotidiano. Y la cultura política nuestra busca el momentazo lleno de adrenalina con final mediático, quizás porque somos incapaces de generar ese proceso multitudinario cotidiano que supondría la unión de mucha más gente que la que engloban los partidos por separado, que supondría la unión de lo que hasta ahora se conoce como izquierda, sea del color que sea.
La fiesta es un momento social privilegiado. Son un motor cultural y económico, crean comunidad e identidad y nos hacen felices. Pero desde hace años las fiestas de mi ciudad están muy politizadas, desde cualquier ángulo. Y en crisis, por supuesto, como el resto del Universo. La maquinaria del estado ha ido royendo su naturaleza popular, a favor del negocio y el nacionalismo español. Y nosotr@s, la gente de la calle, hemos visto morir muchos lugares y momentos nuestros sin poder o saber remediarlo, y hemos visto crear un nuevo modelo festivo globalizado y mercantilizado. Ahora hay una gente joven aglutinada en una asociación que se llama Gora Iruña!
Y que busca la protección y promoción de la fiesta popular euskaldún dentro de los Sanfermines. Han conseguido, con un cartelazo de conciertos para este año, un espacio para la gente joven y euskaldún de mi ciudad y visitantes, un referente, un enclave donde quedar, beber, ligar y disfrutar de espectáculos, fuera de los circuitos musicales comerciales. Y por supuesto, abierto a toda persona que decida pasarse. Este lugar en medio de un parque, al lado de un río, debajo de unas murallas, es, entre bastidores, una organización de trabajo organizado de muchos jóvenes de la ciudad que se lleva a cabo durante todo el año y que aglutina a su vez a colectivos de todo pelaje en su interior.
Yo deseo para mi ciudad que lo de las banderas remita porque nos respeten como colectivo, que lo de la policía remita con un cambio de gobierno municipal que, aunque solo sea por higiene democrática, ya hace falta. Y que el espacio Gora Iruña! viva y se haga más fuerte y atractivo, y llegue a superar a anteriores modelos de espacio popular euskaldún sanferminero. Que sigamos insistiendo en hablar euskera por las calles, y que empecemos a beber más vino y sidra baskos y menos cubata imperialista, y que nuestros vasos sean reutilizables. Y que nadie lo pase mal en fiestas por ningún motivo, porque todos merecemos disfrutar de esos momentos únicos tan efímeros. Y que se pueda acampar por los parques, pero con responsabilidad y medios. Y que dejen de matar toros, aunque este, es otro tema…
Menos policía, Más diversión!
Julia Itóiz, la Chula Potra
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