domingo, 26 de abril de 2009

MODOS DE IRSE

Es obvio que toda persona que milita en una organización política tiene derecho a abandonarla en el momento en que lo considere más oportuno y por las razones que sean: desacuerdo, cansancio, capricho. Y además, ni siquiera tiene obligación de decir por qué. Se da de baja y punto.

Otra cosa es cuando una persona, además de irse de una organización política, se va de un cargo público. Ahí sí que tiene obligación -política o moral- de explicar el porqué, ya que tiene un compromiso con los ciudadanos. Y las razones que dé para justificar su dimisión pueden ser perfectamente criticables y criticadas por los ciudadanos quedando acumuladas automáticamente al debe y haber del interesado para aumentar o disminuir su credibilidad y prestigio.

Si el abandono de un cargo público es para ocupar otro, y se hace dentro de la misma organización política, las explicaciones son fáciles y pueden ser breves. En última instancia se trata de mantenerse dentro del mismo compromiso con la ciudadanía y simplemente con un pequeño cambio por razones de oportunidad, porque se celebra un proceso electoral o hay una remodelación de gobierno o administrativa.

Ahora bien; si una persona abandona un cargo para irse a otro, al tiempo que abandona una organización política (a la que representaba en el primero de ellos) para irse a otra (no necesariamente con afiliación de por medio, basta entrar en su órbita de intereses), tiene que dar muchas explicaciones y difícilmente va a eliminar la imagen de actuar con buenas dosis de oportunismo.

Por desgracia, se ven casos de neto oportunismo demasiadas veces. Gente que mientras disfruta de cargos (públicos o de partido) no se significa por ninguna crítica interna o discrepancia con la línea que sigue su formación o hace permanentes promesas de lealtad. Y que casualmente el día que se ve a la intemperie desprovisto de su sillón hace saber con efectos retroactivos una larga serie de desencuentros con sus compañeros que justifican la emigración a otras latitudes políticas (en las que a menudo se le recompensa con algún otro cargo).

Gente que dura en la política lo que le dura el coche oficial. Que no ha tenido la más mínima actividad ni ha manifestado ninguna simpatía, opinión o posición hasta que le nombran para algún cargo o carguillo; y que si se ve de nuevo en la calle vuelve de inmediato a convertirse en un ciudadano apolítico ocupado sólo de sus actividades privadas, sin caer en la tentación de actuar en las ingratas labores del simple afiliado a un partido, sindicato u ONG.

Gente que ha ido emigrando de un partido a otro, o de una Comunidad Autónoma a otra, pero siempre ocupando algún bien remunerado puesto institucional.

Gente que ingresa en un partido político directamente como miembro de su ejecutiva o incluso como su líder. Y a partir de ahí, a seguir subiendo.

En fin, muchos casos donde la sospecha de que se está en política para servirse y no para servir es demasiado aguda.No quiero dejar de decir, antes de acabar, que también son muchos los casos contrarios. Los de quienes llegan a desempeñar cargos por méritos propios, los ejercen por compromiso con la sociedad y los abandonan dignamente. Los de quienes ingresan y abandonan fuerzas políticas motivados sólo por tratar de ser fieles a sus convicciones; los de quienes dimiten por discrepancias políticas y tienen la elegancia de retirarse sin aspirar a otros cargos; incluso los de quienes cambian de partido -legítimamente- para tratar de seguir siendo coherentes consigo mismos y sin buscar pasar de un despacho enmoquetado a otro. Por supuesto que hay mucha gente así; por desgracia con su imagen habitualmente ocultada o empañada por los otros.
Miguel Izu (lacoctelera)

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