Mientras mataba africanos en lugares recónditos, el Ébola no preocupó en exceso a la llamada Comunidad Internacional, pero ahora este virus hemorrágico de altísima mortalidad asiste a un brote muy virulento que amenaza con extenderse mucho más allá de sus lugares habituales de acción. La Organización Mundial de la Salud acaba de declarar al Ébola emergencia pública sanitaria de carácter mundial.
El primer brote se produjo en 1976 y causó la muerte de 280 personas en el Congo. En esta ocasión ha triplicado su virulencia y su extensión: ya son 932 los muertos, más de 1.000 los enfermos pendientes de evolución y más países los afectados: Guinea-Conakry, Liberia, Sierra Leona y Nigeria. El traslado de dos infectados a EEUU y uno a España para su tratamiento ha disparado mayores alarmas. Ahora sí que la OMS ha reaccionado. Cuentan en eldiario.es que, en abril, cuando el virus estaba activo en Guinea y Liberia y llevaba 160 casos y más de un centenar de muertos, la OMS declaró: “Teniendo en cuanta la información existente sobre este evento, la OMS no recomienda que se impongan restricciones a los viajes ni al comercio”. Hay dineros que matan.
Solo se contagia por los fluidos, no por respiración, pero rastros hasta de sudor pueden quedar en cualquier parte. No tiene tratamiento. Se han experimentado vacunas y algunos fármacos (uno de ellos curiosamente vinculado a la nicotina y que ya produce la filial correspondiente de una tabaquera). En fase experimental, se está dando a los enfermos estadounidenses sin haber cumplido los pasos necesarios para la autorización de un medicamento.
El Ébola solía diezmar las poblaciones donde se producía. Su rápida evolución (mortal entre un 90 y un 60% según las fuentes) hacía que el virus naciera y muriera en poco tiempo. Ahora preocupa que ha alcanzado también a Nigeria, el país más poblado de África. Ahora sí están preocupados.
A mí me parece bien que se atienda al sacerdote español infectado de Ébola. Apruebo que el Estado se ocupe de sus nacionales en el extranjero con problemas, cosa que no siempre hace, ni mucho menos. Aunque, en este gravísimo caso, preservando la seguridad general. Se quejan médicos, enfermeras, dicen expertos que España carece de un protocolo de aislamiento indispensable que es el P4. Los profesionales, insultados y recortados, sí existen aún. Harán lo que puedan, más de lo que puedan. Y lo que es absolutamente ridículo es decir que no hay peligro, que todo ha funcionado estupendamente y que les aplauden en todas partes. Emergencia mundial, menos en Madrid, patéticos.
Este episodio ha revelado de forma descarnada, eso sí, el desmantelamiento de la sanidad pública perpetrado por el PP en Madrid -que es la comunidad que ha recibido a Miguel Pajares-. El Hospital Carlos III, donde lo han llevado, era centro de referencia en enfermedades tropicales e infecciosas pero esta gente lo ha vaciado. Ahora bien, para tratar a alguien que realmente les interesa lo llevan a la pública y no a los amigos de la privada a la que han entregado nuestros hospitales. Es alarmante que seres humanos con dignidad, secunden este atropello: el destrozo de la sanidad pública. En Madrid, y en muchos otros lugares de España.
Y, desde luego, cerrar un hospital completo para atender a una sola persona -a dos porque han traído a una religiosa, Juliana Bohi, no afectada por el Ébola- entra en las típicas desmesuras de este gobierno. Tan ideologizado.
La situación sobre el terreno, en los lugares más afectados, debe ser infernal. Desde Sierra Leona se informa que el ejército vigila el hospital, donde apenas queda equipo médico, para evitar que los enfermos “escapen” y propaguen la enfermedad, o que la población les ataque por temor al contagio. La auténtica jauría humana.
No menor sin embargo que la de quienes durante décadas ignoraron el Ébola porque no afectaba a “gente importante”, la de quienes esperan lucrarse con esto, la de que quienes seleccionan -una vez más- quién debe vivir o morir de acuerdo con su ideología y las de quienes han impuesto que lo único importante es el beneficio y las personas no cuentan. Incluso la de quienes mirar para otro lado, amparando todo esto. El silencio es cómplice.
Pero la seguridad absoluta no existe y mucho menos con recortes para “ahorrar”… en lo que otros recogen en sus cuentas corrientes. Resulta que los virus viajan. Incluso sin grandes medidas de seguridad, en cualquier avión.
Rosa María Artal, en El Periscopio
No hay comentarios:
Publicar un comentario