Afganistán es el guión de un desastre anunciado. Un desastre anunciado que se repite cada veinte años tras cada invasión. Un desaste al que nadie ha hecho caso hasta que ya fue demasiado tarde. Los talibán han capturado Kabul por segunda vez, porque todo lo que ha pasado desde 2001 no fue más que un paréntesis.
Con todas las críticas que se le pueden hacer a la Unión Soviética por su invasión de Afganistán, al menos tenían un plan. Moscú quería un gobierno títere, la expansión del socialismo, y si le salió mal es porque la población afgana no comulgaba con esas ideas ni quería ser un satélite soviético. El caso de los EE.UU. es aún más sangrante, más imperdonable, porque el único plan con el que aterrizaron fue con el de destruir. Porque sí, la intervención estadounidense no buscaba el desarrollo afgano, sino la destrucción del Emirato Islámico en favor de la Alianza del Norte. Y tras lograrlo, lo único que los mantuvo fue asegurar un gobierno dependiente en favor de sus intereses. De los cientos de miles de millones, de los billones invertidos en la guerra de Afganistán, nada fue a planes de estabilización y desarrollo político-social.
Una cosa tiene que quedar muy clara a todo el mundo: que los talibán sean una organización criminal, el grupo terrorista más sangriento del mundo, no hace mejor al Gobierno afgano. Porque el Gobierno afgano ha sido durante estos años un narcoestado del 1%. De los señores de la guerra, de traficantes de opio, de traficantes de armas, un gobierno corrupto hasta la médula. Un sistema en el que la mujer también estaba relegada a un segundo plano. Un sistema en el que la única expresión de tolerancia hacia la homosexualidad, que estaba penada con la muerte, y espero que se entienda lo que voy a decir y sus intenciones porque es una auténtica salvajada, es la infame práctica del 'bacha bazi': la explotación sexual pederasta de niños que todavía no se han desarrollado con apariencia de hombres.
Y eso es lo que se esforzó por mantener la OTAN. Y eso es lo que ha hecho que los talibán avancen tan rápido y conquisten un país en poco más de una semana. No, no es que los insurgentes gocen de tanta popularidad que los apoya la mayoría. Sucede que cuando el señor de la guerra huye, el soldado no quiere morir por un corrupto que huye antes que las ratas. Sucede que el soldado no quiere morir, y por ello se rinde exponiéndose a la aleatoriedad de sus captores; porque aunque los talibán se presenten como moderados, ya hemos podido ver demasiadas ejecuciones perpetradas por ellos estos días.
Los talibán han aprendido el valor de la propaganda y de la diplomacia. Ya no son un ente que busca aislarse al que el apoyo de Arabia Saudí y Pakistán le basta. Por eso están dispuestos a relacionarse con sus vecinos diplomáticamente, y por eso ahora buscan volver a dar imagen de orden y estabilidad frente al caos que dejan sus predecesores. Pero, y esto es muy importante, esa imagen de Estado funcional que quieren dar, ese discurso de tolerar ahora a las mujeres y las minorías, es la misma estrategia que utilizó el Estado Islámico en 2014 para caer simpáticos mientras cometían los crímenes más atroces. Así es como consiguen que el miedo del principio se convierta en confianza tensa, y así es como consiguen que mientras EE.UU. encañona y abandona a los civiles en el aeropuerto de Kabul, en el resto de la ciudad los negocios vuelvan a abrir. Pero esto no es más que una actuación necesaria para legitimar y consolidar el emirato del terror que hoy celebran los terroristas desde Siria hasta Pakistán, pasando por Somalia.
Llega una nueva era para la geopolítica, la guerra y la diplomacia en Oriente Próximo. EE.UU. ha repetido un Saigón 1975, pero esta vez en lugar de quedar un Estado vacío, países como Irán, China y Rusia ya están asegurando sus posiciones para garantizar la seguridad de sus fronteras y ciertos intereses. Porque las Relaciones Internacionales son así. Porque hay que ser un cínico para sobrevivir. Porque adaptarse a la realidad no es ningún crimen; sobre todo cuando te tienes que adaptar al desastre que han dejado otros. La OTAN no debió invadir Afganistán, pero una vez hecho, jamás debió huir cobarde e irresponsablemente como ahora. Ese comportamiento es el que obliga a los pragmáticos a adaptar sus políticas, sin moralinas ni queriendo salvar al mundo… porque eso no se puede hacer. Al final, la esencia de todo país funcional que sobrevive está en que busca lo mejor para sí, independientemente de símbolos e ideología.
La intervención soviética en Afganistán fueron veinte años que no sirvieron para nada, tras los que los talibán conquistaron Kabul. La intervención estadounidense en Afganistán fueron veinte años que no sirvieron para nada, tras los que los talibán conquistaron Kabul. La historia se ha repetido como farsa, pero sigue siendo una tragedia.
Alberto Rodríguez García (actualidad.rt.com)
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